UNA DEFENSA DEL “CALVINISMO”

por Charles H. Spurgeon

Reforma Siglo XXI, Vol. 5, No. 1

(Observación del traductor: Este artículo de Spurgeon se refiere a los puntos esenciales que mantuvo Juan Calvino (1509-1564) en cuanto a la salvación en oposición a los puntos expuestos por Jacobo Arminio (1560-1609). Los Bautistas de Londres que plasmaron su confesión de fe en 1644 coincidían con Calvino en cuanto a estos puntos y no con Arminio como sucede con la mayor parte del cristianismo actual.)

La antigua verdad que Calvino predicó, que Agustín predicó, que Pablo predicó, es la verdad que tengo que predicar hoy, o de otro modo faltaría a mi conciencia y a mi Dios. No puedo moldear la verdad; no conozco cosa tal como suavizar los bordes rígidos de una doctrina. El evangelio de John Knox es mi evangelio. Ese que resonó a través de Escocia debe resonar en Inglaterra de nuevo.

Es grandioso comenzar la vida Cristiana creyendo doctrina buena y sólida. Algunas personas han recibido veinte “evangelios” diferentes en tantos años; ¿cuántos más aceptarán antes del fin de sus jornadas?, sería difícil de predecir. Agradezco a Dios que Él me enseñó el evangelio, y he estado tan satisfecho con él, que no deseo conocer otro. El cambio constante de credo es una pérdida segura. Cuando las personas están cambiando siempre sus principios doctrinales, no pueden llevar mucho fruto para la gloria de Dios. Es bueno para los nuevos creyentes comenzar con un apego firme a aquellas grandes doctrinas fundamentales que el Señor ha enseñado en Su Palabra. Porque, si yo creyera lo que algunos predican acerca de una salvación temporal, que sólo dura por algún tiempo, estaría pobremente agradecido por ella, pero cuando sé que aquellos a los que Dios salva El los salva con justicia eterna, cuando sé que Él los establece en un fundamento perdurable, de perdurable amor, y que Él los llevará a su reino eterno, oh, entonces me maravillo, y estoy perplejo de que tal bendición me haya sido dada!

“Detente, alma mía, adora, y maravíllate!

Pregunta, ‘Oh, ¿por qué tanto amor hacia mí?’

La Gracia me ha puesto en el número

De los de las familia del Salvador:

Aleluya!

Gracias, Gracias Eternas a Ti.

Hay algunas personas cuyas mentes se inclinan naturalmente hacia la doctrina de la “libre-voluntad”. Solo puedo decir que la mía se inclina de igual forma tan naturalmente hacia las doctrinas de la gracia soberana. No puedo entender la razón por la cual soy salvado, excepto sobre la base de que Dios lo había determinado así. No puedo, si busco con honestidad, descubrir ninguna razón en mí mismo por la cual debiera ser participante de la gracia Divina. Si en este momento no estoy sin Cristo, es solamente porque Cristo Jesús tiene su voluntad conmigo, y esa voluntad era que yo estuviera con Él donde Él está, y compartir Su gloria. Yo no puedo poner la corona en ninguna otra parte excepto en la cabeza de Aquel cuya gracia poderosa me ha salvado de ir al abismo. 

Mirando atrás en mi vida pasada, puedo ver que este amanecer era todo obra de Dios; efectivamente de Dios. No tomé ninguna antorcha con la cual encender el sol, más bien el sol me alumbró a mí. Yo no fui el que empezó mi vida espiritual, no, en vez de eso yo pateaba, y peleaba contra las cosas del Espíritu cuando Él me atrajo, porque en un tiempo no corría tras Él: había una aversión natural en mí hacia todo lo santo y lo bueno. Ayes eran perdidos sobre mí, las advertencias se las llevaba el viento, los truenos fueron rechazados; y con respecto a los susurros de Su amor, fueron rechazados siendo menos que nada y vanidad. Pero, seguro sí estoy, puedo decirlo ahora, hablando en mi favor, “Solo Él es mi Salvación”. Fue Él quien volvió mi corazón, y me trajo de rodillas ante Él. Puedo ciertamente, decir con Doddridge y Toplady-

“La Gracia enseñó mi alma a orar,

E hizo a mis ojos llenarse.”

Y viniendo a este momento, puedo añadir:

“La gracia me ha mantenido hasta este día,

Y no me dejará.”

Bien puedo recordar la forma en la cual aprendí las doctrinas de la gracia en un solo instante. Nacido, como todos nosotros por naturaleza, bajo doctrina Arminiana, aún creía las viejas cosas que había escuchado continuamente del púlpito, y no veía la Gracia de Dios. Cuando venía a Cristo, pensaba que lo hacía por mí mismo, y pensaba que estaba buscando al Señor con honestidad. No tenía idea de que el Señor me estaba buscando a mí. No creo que el nuevo converso se de cuenta de esto en un principio. Puedo recordar el día preciso y la hora cuando por primera vez recibí esas verdades en mi propia alma – aunque estaban, como dice John Bunyan, grabadas en mi corazón como con un hierro caliente, y ahora puedo analizar cómo sentí que había crecido de pronto de ser un bebé a un hombre- que había progresado en el conocimiento de las Escrituras, al haber encontrado, de una vez por todas, la clave de la verdad de Dios. Una noche, cuando estaba sentado en la casa de Dios, no estaba pensando mucho en el sermón del predicador, porque no lo creía. El pensamiento me impactó, 

-¿Cómo viniste a ser Cristiano? 

-Busqué al Señor. 

-Pero ¿cómo fue que buscaste al Señor? 

La verdad resplandeció en mi mente un momento: Yo no lo habría buscado a Él a menos que hubiese existido una influencia en mi mente que me hiciera buscarlo. 

Yo oraba, – pensé yo, pero entonces me preguntaba a mí mismo, ¿Cómo fue que empecé a orar? – Fui inducido a orar por la lectura de las Escrituras. ¿Y cómo fue que comencé a leer las Escrituras? – De hecho las leía – pero, ¿qué me impulsó a hacerlo? Entonces, en un momento, vi que Dios estaba en el fondo de todo esto, y que Él era el Autor de mi fe, y así toda la doctrina de la gracia se abrió para mí, y de esa doctrina no me he apartado hasta este día, y deseo hacer esta mi confesión constante, “Debo mi cambio completamente a Dios”.

Una vez fui a un servicio donde el texto parecía ser, “El escogerá nuestra herencia por nosotros”; y el buen hombre al comenzar, dijo, “Este pasaje se refiere a nuestra herencia temporal, no tiene nada que ver con nuestro destino eterno, porque”- dijo, “no queremos que Cristo escoja por nosotros en cuestiones de Cielo o infierno. Es tan fácil y simple, que todo hombre con un gramo de sentido común escogerá el Cielo, y cualquier persona haría algo mejor que escoger el infierno. No necesitamos de ninguna inteligencia superior, o Ser más grande, que escoja el Cielo o el infierno por nosotros. Es dejado a nuestra propia voluntad libre, y tenemos suficiente sabiduría, suficientes métodos correctos para juzgar por nosotros mismos”, y entonces, como él infería lógicamente, no había necesidad de Jesucristo, o de nadie, para tomar la decisión por nosotros. Podíamos escoger la herencia por nosotros mismos sin asistencia alguna. “Ah!” pensé, “pero, mi buen hermano, puede ser muy cierto que podríamos, pero creo que necesitamos algo más que sentido común antes de que debamos escoger lo correcto.”

Primero, permítanme preguntar, ¿no tenemos todos que admitir una Providencia que sobre gobierna, y la intervención de la mano de Jehová, en lo que respecta a nuestra venida a este mundo? Aquellos hombres que piensan que, después de todo, se nos ha dejado a nuestro propio libre albedrío para escoger una u otra dirección para dirigir nuestros pasos, tienen que admitir que nuestra entrada en el mundo no fue por voluntad propia, sino que Dios ha escogido por nosotros. ¿Cuáles circunstancias fueron esas en nuestro poder que nos llevaron a elegir nuestros padres? ¿Tuvimos que ver algo con eso? ¿No fue Dios mismo el que eligió a nuestros padres, lugar de nacimiento y amigos? 

John Newton (autor del himno “Sublime Gracia”) solía contar una historia, y reírse de ella, también, acerca de una buena mujer quien dijo, para probar la doctrina de la elección, “¡Ah!, El Señor debió haberme amado desde antes de que yo naciera, de otro modo nunca hubiera encontrado razón alguna para hacerlo.” Estoy seguro de que es cierto en mi caso; creo en la doctrina de la elección, porque estoy seguro de que, si Dios no me hubiese escogido a mí, yo nunca lo habría escogido a El; y estoy seguro de que El me escogió antes de que naciera porque de otro modo nunca lo hubiera hecho; y El tiene que haberme escogido por razones desconocidas para mí, porque nunca podré encontrar una razón en mí mismo por la cual El debiera haberme mirado con un amor especial. Así estoy forzado a aceptar esa grandiosa doctrina Bíblica. 

En el mismo principio, cuando este gran universo estaba en la mente de Dios, como un bosque no nacido; antes de que las montañas surgieran; y antes de que la luz alumbrara en el cielo, Dios amó a sus criaturas escogidas. Antes de que existiera un ser creado cuando el éter no había sido movido por las alas de un ángel, cuando el espacio mismo no había sido traído a existencia, cuando no existía nada más que solo Dios, aún entonces, en la soledad de la Deidad, y en esa quietud profunda, Sus entrañas se movían con amor por Sus escogidos. Sus nombres estaban escritos en Su corazón, y eran los amados de Su alma. Jesús amó a Su pueblo antes de la fundación del mundo, desde la eternidad! Y cuando Él me llamó por Su gracia, Él me dijo, “Con amor eterno te he amado…”

Entonces, en el cumplimiento del tiempo, Él me compró con Su sangre; Él desbordó su corazón en una llaga profunda antes de que yo lo lo amara a Él. Sí, cuando Él vino inicialmente a mí, ¿no lo rechacé yo? Cuando El tocó a la puerta, y pidió entrar, ¿no le despedí, y esto a pesar de Su gracia? Ah, puedo recordar que así lo hice hasta que al fin, por el poder de Su gracia efectiva, El dijo “Debo entrar, Voy a entrar;” y entonces volvió mi corazón, y me hizo amarlo. Y aún hasta hubiera seguido resistiéndole, si no fuera por Su gracia. Bueno, entonces como Él me compró cuando estaba muerto en pecados, ¿no se infiere, como una consecuencia necesaria y lógica, que El me amó primero? ¿Murió por mí el Salvador porque yo creí en Él? No; yo no existía aún; no tenía el ser. ¿Podría el Salvador, entonces, haber muerto porque yo tuve fe, cuando aún no había nacido? ¿Podría ser esto posible? ¿Podría ser este el origen del amor del Salvador por mí? Oh, no; mi Salvador murió por mí mucho antes de que yo creyera. “Pero”, dirá alguno, “Él vió que tú tendrías fe; y por eso, Él te amó”. oftline ¿Qué vió Él acerca de mi fe? ¿Vió Él que yo tendría fe por mi mismo, y que yo creería en Él por mí mismo? No; Cristo no pudo ver eso, porque ningún cristiano diría jamás que la fe vino por sí misma sin el don y sin la labor del Espíritu Santo. Me he reunido con muchos creyentes, y he hablado acerca de esto; pero nunca conocí uno solo que pudiera poner la mano en su corazón, y decir, “Yo creí en Jesús sin la asistencia del Espíritu Santo.”

Estoy atado a la doctrina de la depravación del corazón humano, porque yo mismo me encuentro depravado en el corazón, y tengo pruebas diarias de que en mi carne no mora el bien. Si el hombre no hubiera caído y Dios hubiera entrado en una alianza con él, el hombre es una criatura tan pequeña que hubiera sido un acto de condescendencia de parte de Dios, pero el caso es que Dios hace un pacto con el hombre pecador, siendo el ser humano una criatura tan ofensiva, y esto tiene que ser entonces, de parte de Dios, un acto de pura, rica y soberana gracia. Cuando el Señor entró en alianza conmigo, estoy seguro de lo hizo por pura gracia, nada más que gracia. Cuando recuerdo la clase de habitación de bestias y aves inmundas que era mi corazón, y cuán fuerte era mi rebelión, cuán obstinado en contra de la regla de soberanía Divina, es cuando me siento más inclinado a tomar la más baja de las habitaciones en la casa de mi Padre, y cuando entre en el Cielo, será para estar entre los menos santos, y a la cabeza de los pecadores.

El recientemente dolido Mr. Denham ha puesto, en el pie de su lápida, un texto admirable, “La Salvación es del Señor.” Eso es exactamente una epítome del Calvinismo; es la suma y substancia de él. Si alguno me pregunta qué es un Calvinista, respondería, “Es aquel que dice, la Salvación es del Señor.” No puedo encontrar en las Escrituras otra doctrina. Es la escencia de la Biblia. “Solo El es mi roca y mi salvación.” Decidme algo contrario a esta verdad, y será una herejía; decidme una herejía, y encontraré su esencia aquí, que se ha apartado de esta verdad de roca fundamental, “Dios es mi roca y mi salvación.” ¿Cuál es la herejía de Roma, sino el haber añadido algo a los méritos perfectos de Cristo Jesús en las obras de la carne, para asistir en nuestra justificación? Y ¿Cuál es la herejía del Arminianismo sino el agregar algo a la obra del Redentor? Cada herejía, traída a análisis, se descubrirá aquí. Tengo mi propia opinión de que no hay cosa tal como predicar a Cristo y a Este crucificado, a menos que prediquemos lo que ahora llaman “Calvinismo”. Es un sobrenombre llamarlo Calvinismo; Calvinismo es el evangelio, y nada más. No creo que podamos predicar el evangelio, si no predicamos la justificación por fe, sin obras; a menos que prediquemos la soberanía de Dios en su dispensación de gracia; a menos que exaltemos el inmutable, eterno y elector amor de Jehová; ni creo que podamos predicar el evangelio, a menos que lo basemos en la especial y particular redención de Su pueblo elegido y escogido que Cristo cargó sobre la cruz, ni puedo abrazar un evangelio que deje a los santos caer después de ser llamados, y que permite a los hijos de Dios quemarse en el fuego de la condenación después de haber creído en Jesús. Tal evangelio rechazo.

“Si alguna vez llegara a suceder

Que las ovejas de Cristo perecieran,

Mi pobre y débil alma

Caería mil veces al día”

Si un amado santo de Dios ha perecido alguna vez, todos podrían haberlo hecho; si uno de los unidos al pacto se perdió, todos podrían haberlo hecho; y entonces no hay una promesa verdadera en el evangelio, sino que la Biblia es una mentira, y no hay nada en ella digna de mi aceptación. Sería yo un infiel de una vez si creyera que uno solo de los santos de Dios puede caer de forma definitiva. Si Dios me amó una vez, entonces me amará por siempre. Dios tiene una mente maestra; Él acomodó todo en Su gigante intelecto antes de realizarlo; y una vez que lo hizo, Nunca lo altera, “Esto será hecho”, dijo Él, y la mano de hierro del destino lo marca, y viene a suceder. “Este es mi propósito”, y así se sostiene, sin que el cielo o la tierra puedan alterarlo. “Este es mi decreto”, dijo Él, “promuldadlo vosotros santos ángeles, desde la puerta de los Cielos, vosotros demonios, si podéis; pero no podréis alterar el decreto, permanecerá por siempre.” Dios no altera sus planes; ¿por qué habría de hacerlo? Él es Todopoderoso, y por lo tanto puede realizar lo que le place. Él es completamente sabio, y por eso no puede haber planeado erróneamente. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué habría de cambiar? Vosotros átomos viles de la tierra, efímeros de un día, vosotros insectos que se arrastran sobre este valle de la existencia, vosotros podéis cambiar vuestros planes, pero Él nunca cambiará los Suyos. ¿Me ha dicho Él que Su plan es salvarme? Si es así, seré salvo por siempre.

“Mi nombre de la palma de su mano

La Eternidad no borrará;

Impreso en Su corazón permanece,

En marcas de gracia indeleble.”

Yo no sé cómo algunas personas, que creen que un cristiano puede caer de la gracia, se las arreglan para ser felices. Debe ser algo difícil en ellos pasar un día sin desaliento. Si no creyera la doctrina de la perseverancia final de los santos, creo que sería el más miserable de los hombres, porque no tendría ninguna base de consuelo. No podría decir, sin importar el estado de ánimo de mi corazón, que sería como una fuente de agua de vida, que no se acaba; tendría que tomar como comparación una fuente intermitente, que podría parar de pronto, o una reserva, que no tendría razón para creer que siempre estará llena. Creo que los cristianos más felices y los más verdaderos son aquellos que no se atreven a dudar de Dios, sino que toman Su Palabra tan simple como es, y la creen, sin hacer preguntas, sintiendose seguros de que si Dios lo dijo, así será. Doy mi testimonio de que no tengo una razón, ni siquiera la sombra de una razón, para dudar de mi Señor, y reto al Cielo, y la tierra, y al infierno, para darme una prueba de que Dios no es verdadero. Hay muchas cosas que pueden o no pueden suceder, pero esto sé que sucederá

“El presentará mi alma,

Sin culpa y completa,

Delante de la gloria de Su rostro,

Con alegrías divinamente grandiosas”

Todos los propósitos del hombre han fallado, pero no los propósitos de Dios. Las promesas de los hombres pueden romperse – muchas de ellas se hacen para romperse – pero las promesas de Dios se cumplirán todas. Él es un hacedor de promesas, pero nunca un rompedor de promesas, Él es un Dios que mantiene sus promesas, y cada uno en Su pueblo lo probará así. Esta es mi grandiosa, confianza personal, “El Señor perfeccionará aquello que me concierne” – indigno yo, perdido y arruinado. Aún así Él me salvó, y –

“Yo, en medio de la multitud de los lavados en sangre,

Ondearé la palma, y llevaré la corona,

Y clamaré alta victoria”

Yo voy a una tierra en la cual la hoz terrenal nunca ha escarbado, que es más verde que los mejores pastizales terrenos, y más ricos que la cosecha más abundante que se haya visto. Voy a un edificio de más hermosa arquitectura que lo que jamás haya construido el hombre; no es de diseño mortal; es “un edificio de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los Cielos.” Todo lo que sabré y disfrutaré en el Cielo, me será dado por el Señor, y diré, cuando al final aparezca frente a Él –

“La Gracia coronará todo el trabajo

Por días eternos;

Yace en el Cielo la piedra más alta,

Y bien merece la gloria”

Sé que hay algunos que consideran necesario para su sistema teológico limitar el mérito de la sangre de Jesús: si mi sistema teológico necesitara tal limitación, lo lanzaría a los vientos. No puedo, no puedo permitirme ese pensamiento en mi mente, me parece tan cercano a la blasfemia. Debe haber suficiente eficacia en la sangre de Cristo, si Dios hubiese querido, salvar no solamente a todos en este mundo, sino a todos en diez mil mundos, que hayan transgredido la ley de su Hacedor. Admita una vez la cuestión del infinito, y el límite está fuera de cuestionamiento. Al tener una Persona Divina por ofrenda, no es consistente concebir un valor limitado; límites y medidas son términos inaplicables al sacrificio Divino. La intención del propósito Divino fija la aplicación de la ofrenda infinita, pero no lo cambia en una obra finita. Bendito sea Dios, Sus elegidos en esta tierra han de contarse por millones, creo yo, y vendrán días, más brillantes que estos, cuando multitudes serán traídas a conocer al Salvador, y se regocijarán en El.

Algunas personas aman la doctrina de la propiciación universal porque dicen, “Es tan bella, la idea de que Cristo haya muerto por todos y cada uno de los hombres”. Admito que es cierto, pero la belleza puede a veces asociarse con la falsedad. Hay mucho que admirar en la teoría de la redención universal, pero debo mostrar lo que esta suposición involucra. Si Cristo en Su cruz intentaba salvar a cada ser humano, entonces los que vayan al infierno, como dice la Escritura acerca del lago de fuego y azufre, serán condenados a pesar de que Cristo los compró con su sangre. Esto haría un gran conflicto en la justicia Divina al castigar a un Substituto y además condenar a los pecadores por los cuales El murió. No permita Dios que pensemos cosa tal de Jehová, el Dios justo y sabio y bueno! 

No hay alma viviente que se apegue más firmemente a las doctrinas de la Gracia de Dios que yo, y si alguien me pregunta si me avergüenzo de ser llamado Calvinista, le respondo – Yo no deseo otra cosa que ser llamado Cristiano simplemente, pero si me pregunta que si mantengo los puntos de vista doctrinales que en este aspecto mantuvo Juan Calvino, responderé, Lo hago en la mayor parte de ellos, y me regocijo en aceptarlo. Pero lejos esté de mí imaginar que Sion esté compuesta solamente de Cristianos Calvinistas dentro de sus murallas, o que no sean salvos aquellos que no están de acuerdo con nuestros puntos de vista. Las más atroces cosas se han dicho acerca del carácter y la condición espiritual de John Wesley, el moderno príncipe de los Arminianos. Solo puedo decir respecto de él, que a pesar de que detesto muchas de las doctrinas que el predicó, por él como hombre mismo tengo una reverencia que no tengo por ningún otro de sus seguidores; y si se necesitaran dos apóstoles para ser añadidos a los doce, no creo que puedan encontrarse dos hombres más idóneos para esto que George Whitefield y John Wesley. El carácter de John Wesley está más allá de toda imputación de auto-sacrificio, celo, santidad, y comunión con Dios; el vivió en un nivel más allá de los Cristianos comunes, y fue uno de aquellos “de los cuales el mundo no es digno”. Creo que hay multitud de hombres que no pueden ver estas verdades, o, al menos, no pueden verlas de la forma en que nosotros las ponemos, pero que de todas formas han recibido a Cristo como su Salvador, y son tan queridas en el corazón del Dios de Gracia como el Calvinista más apegado dentro o fuera del Cielo.

No pienso que difiero de mis hermanos Hiper-Calvinistas en lo que creo, pero difiero con ellos en lo que ellos no creen. No sostengo nada menos de los que ellos sostienen, pero sostengo algo más, y, pienso que un poco más de verdad me ha sido revelada en las Escrituras. No solamente hay unas cuantas doctrinas cardinales, por las cuales podamos llevar nuestra nave al Norte, Sur, Este u Oeste, sino que conforme estudiamos la Palabra, empezamos a aprender un poco más con respecto al Nor-Oeste y el Nor-Este, y todo lo demás que hay entre los puntos cardinales. El sistema de verdad revelado en las Escrituras no es simplemente un línea recta, sino dos; y ningún hombre podrá tener una visión correcta del evangelio hasta que sepa cómo mirar ambas líneas a la vez. Por ejemplo, leo en un libro de la Biblia, “El Espíritu y la esposa dicen, Ven. Y el que oye diga, Ven. Y el que tiene sed venga. Y el que quiera, tome del agua de vida gratuitamente”. Aunque también soy enseñado, en otra parte de la misma Palabra inspirada, que “no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. En una parte veo, la providencia de Dios dirigiendo todo, y en la otra veo y no puede dejar de ver, que el hombre actúa como le place, y que Dios ha dejado sus acciones, en gran medida, a su propia voluntad. Ahora, si declarara que el hombre es tan libre para actuar que no hay control de parte de Dios sobre sus acciones, estaría muy cerca del ateismo; y, por otro lado, si declarara que Dios sobre-gobierna todas las cosas de modo que el hombre no es suficientemente libre para poder ser responsable, sería llevado de una vez al Antinomianismo o al fatalismo. Que Dios predestina, y que el hombre es responsable, son dos hechos que pocos pueden ver con claridad. Se piensa que son inconsistentes y contradictorios entre sí. Pero, si encuentro en una parte de la Biblia que todas las cosas han sido ordenadas de antemano, eso es la verdad; y si encuentro en otra parte, que el hombre es responsable por todos sus actos, eso también es la verdad; y es solamente mi incapacidad de entendimiento la que me lleva a creer que estas dos verdades se contradicen. No creo que puedan fundirse en este ámbito terrenal, pero de cierto serán uno en la eternidad. Son dos líneas paralelas que la mente humana que las analiza no puede descubrir que convergen, pero en realidad convergen, y lo harán en algún punto de la eternidad, cerca del trono de Dios, de donde fluye toda la verdad.

Se dice que las doctrinas que creemos tienen una tendencia a llevarnos a pecar. No sé quien tenga la facultad de hacer tal aseveración, considerando que los hombres que consideramos más santos las han creído. ¿Qué piensan del carácter de Agustín, o Calvino, o Whitefield?, quienes en épocas diferentes han sido grandes exponentes del sistema de gracia; o ¿qué dirán de los Puritanos, cuyas obras están llenas de ellas? Lo contrario hubiera sido herejía en aquellos tiempos, pero ahora nosotros somos los herejes y los Arminianos los ortodoxos. Nosotros hemos vuelto a la vieja escuela; podemos trazar nuestra descendencia desde los apóstoles. Es esa vena de gracia-gratuita, que corre en los sermones Bautistas, que nos ha salvado como denominación. Si no fuera por eso, no estaríamos donde estamos hoy. Podemos correr una línea dorada hasta Jesucristo mismo, por medio de una sucesión santa de padres, todos los cuales mantuvieron estas gloriosas verdades; y podemos decir con respecto a ellos, “¿Dónde podríamos encontrar hombres mejores y más santos en el mundo?” Ninguna doctrina está calculada para preservar al hombre del pecado como la gracia de Dios. Aquellos que la han llamado una “doctrina licenciosa” no la conocen en realidad. Si conocieran la gracia de Dios en verdad, verían que no hay algo que nos preserve más de caer que el saber que somos elegidos de Dios desde la fundación del mundo, es un sentimiento de profunda gratitud lo que nos motiva. De todos los hombres, aquellos que tienen la piedad más desinteresada, la reverencia más sublime, la devoción más ardiente, son aquellos que creen que han sido salvados por gracia, sin obras, por medio de la fe, y no por medio sí mismos, es un regalo de Dios. Los Cristianos deberían tomar esto en cuenta, y ver que siempre ha sido así, para que de ningún modo Cristo sea crucificado de nuevo y expuesto a vituperio.

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