LA ÉTICA ECONÓMICA DE LOS PURITANOS Y LA TEOLOGÍA O EVANGELIO DE “PROSPERIDAD” DE HOY – SEGUNDA PARTE

Por Mario Cely Q.

Reforma Siglo XXI, Vol. 14, No. 2

1. LOS PELIGROS DE LA RIQUEZA SEGÚN LOS PURITANOS: UN CONTRASTE SERIO CON LA “TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD” DEL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Contrario  a las tesis de quienes promueven la Teología o “evangelio de prosperidad” los puritanos no consideraban el éxito material o económico como un signo absoluto de aprobación de Dios, o algo similar como si se tratara de un logro de la propia virtud del hombre; los puritanos estuvieron más propensos a considerar la prosperidad como una “tentación peligrosa” en el fondo. Una nota al margen de Génesis 13:1 en la Biblia de Ginebra dice mucho: “las grandes riquezas que Abraham consiguió en Egipto lo obstaculizaron para no seguir su vocación”, lo que implica que las riquezas de Abraham fácilmente pudieron haberse convertido en una tentación para él”. Otra opinión nos conduce a valorar el presente tópico: “Tanto la pobreza y la riqueza”, escribió John Robinson, “tienen sus tentaciones… Y de estos dos estados, las tentaciones de las riquezas es lo más peligroso”. Y por su lado, Thomas Lever afirmó: “El que quiere ser rico… caerá en diversas tentaciones y trampas del diablo”.

Es igualmente sorpresivo el hecho de que los puritanos notaron una inversa relación entre la riqueza y la piedad. Pese a todo lo que hablaron y escribieron sobre las riquezas y las bendiciones que pueden producirse por el trabajo honrado y justo por otro lado, mantenían un equilibrio respecto al peligro que pueden engendrar las riquezas para la fe o la fidelidad a Dios. En esto, no cabe duda que hablaban con buen juicio y razonamiento bíblico. Otro claro ejemplo al respecto es la fuerte amonestación de Richard Baxter en contra de los ricos descreídos y que a continuación leemos:

Van a perder todos sus deleites sensuales. Aquello que han tenido por su mayor bien, su cielo, su dios, van a perderlo, lo mismo que perderán a Dios. ¡Qué caída será la del hombre orgulloso, ambicioso, desde la altura de sus honores! El polvo y huesos   de su cadáver no se podrán distinguir del polvo y huesos de un mendigo, ni su alma recibirá más honores que las del mendigo.

¡Qué cantidad de gente grande, noble e ilustrada va a ser excluida de la presencia de Dios!

Entre tanto, Samuel Willard afirmaba también que “constituye algo bien raro ver a los hombres que gozan de grandes y visibles ventajas económicas que al mismo tiempo sean celosos por Dios”. Por  su lado, Richard Sibbes decía que “cuando  el mundo ha logrado poseer nuestro corazón, este nos hace falsos para Dios y falsos para el hombre, este nos hace infieles a nuestro llamamiento y falsos para la propia religión”.3 Y esto es ¡una buena lección para cualquier cristiano!

Unos trazos más finos al elaborar el cuadro del peligro  de la riqueza los hallamos en los escritos de los puritanos al ofrecernos otras razones del porqué el amor al dinero es bien peligroso. Para ellos, un corazón entregado al poder y fascinación que puede producir el dinero tiene que ver con la tendencia del hombre a reemplazar a Dios por el dinero como el objeto de la última devoción. Los bienes terrenales “son velos que se colocan entre Dios y nosotros y se adhieren a nuestra vista de tal modo que no podemos penetrar hasta Dios”. Y Thomas Watson también sentenció: “Cuán fácil es para el hombre que su felicidad termine en lo externo”. John Robinson dijo lo mismo: “Si un hombre es rico, y está en plenitud, está en peligro de negar a Dios, y decir con orgullo y contender, ¿quién es el Señor?”. Entre tanto, Richard Rogers notó que en relación con la riqueza de los obispos y clérigos de la Iglesia Anglicana… “que a ellos nunca les pareció grave vivir alejados de Dios con tal de que crecieran sus riquezas y ascensos”.

Otra razón del por qué las riquezas son peligrosas es que ellas instilan una confianza en el yo en lugar de Dios. Richard

Baxter fue de la opinión de que “cuando los hombres prosperan en el mundo, sus mentes se elevan hacia sus bienes, y después les es difícil creer que están tan mal, mientras que ellos mismos sienten que están bien” (ibid.)

Los puritanos comprendieron igualmente que el dinero es peligroso cuando se tiene en el corazón antes que a Dios, porque este genera un apetito que nunca puede ser satisfecho. El dinero nunca cumple sus promesas, –afirmaban. Y el gran Cotton Mather estuvo alarmado por el curso que tomaba el materialismo en la sociedad de Nueva Inglaterra. En un sermón declaró: “La religión engendró la prosperidad así como la hija devora a la madre”.

En todo lo que llevamos escrito, podría pensarse que existen rasgos contradictorios en la teología ética de los puritanos. Aquí cabe una pregunta: si el dinero se ve como algo peligroso, ¿no debería toda persona simplemente evitarlo? Debemos aclarar aquí que esta persuasión es solo aparente en el pensamiento de algunos puritanos. Porque en el fondo, no creían que el dinero era algo malo en sí mismo al grado tal que debíamos deshacernos de él y vivir una vida al estilo de los cuákeros. Por el contrario, en palabras de otro puritano, Thomas Adam, en uno de sus sermones decía: “Les he enseñado a que no se deshagan

de la bolsa, sino de la avaricia y la codicia”. Y esto guarda relación armoniosa con lo que declara el apóstol Pablo: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron tras- pasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:10).

1.1 ¿Qué es lo correcto entonces? El ideal puritano de la moderación

El criterio ético de los puritanos no estaba reglamentado por la cantidad de dinero que una persona pudiera obtener, sino por la cantidad de dinero que un hombre gastaba en él mismo. El ideal que los puritanos procuraron vivir fue conocido como la moderación o temperancia, catalogado por algunos como una especie de “regla de oro”. John Downame escribió que “el medio, o estar en la mitad de los bienes es preferible antes que lo más grande de la prosperidad… La mediana condición nos libra de olvidar a Dios, nos libra de la irreligiosidad y de la profanidad”.8 Pero si la moderación es la meta, se requiere igual que estemos libres de los opuestos. Uno de estos es la avaricia por las riquezas la cual está entremezclada con la codicia. Desde esta perspectiva William Perkins, en un sermón basado en Mateo 6:19-20, señala a su parecer lo que Cristo nuestro Señor prohíbe: “Las formas como se practica la codicia tienen que ver primero con la búsqueda de las riquezas mundanas, cuando los hombres no se guardan con medida y moderación”. De ahí que el puritano consecuente miraba de reojo todo tipo de lujo y extravagancia; no importaba la forma que tomara ya fuera una casa, la ropa, la recreación o aún la propia comida.

En otro análisis Richard Baxter también denunció las extravagancias que con frecuencia generan las riquezas. Los vicios de las riquezas es un tratamiento ético que exhibe en gran parte de sus obras y sermones. Sus valiosas direcciones o consejos se produjeron de forma magistral en su voluminosa obra conocida como Christian Directory. Allí señala la sensualidad, la gula, los abusos en el deporte y la recreación; el derroche, el no cuidarse de comidas o bebidas costosas al grado tal de volverse un barrigón; o hacer costosos e innecesarios viajes o diversiones y construir edificios o casas innecesaria- mente lujosas, para Baxter estas cosas no van con la moral ética del reino de Dios.10 Sin embargo, no saquemos la equivocada conclusión de que si los puritanos eran opuestos al lujo y a las extravagancias, entonces fueron ascetas. De ningún modo. Ya hemos visto su recomendación: la vía media es lo sabio. Si hay algún poder económico la enseñanza usual estaba sustentada en el consejo del apóstol Pablo a los Filipenses, quien luego de citar varias virtudes les dijo: “si hay algo digno de alabanza, en esto pensad” (4:8).

1.2 Entonces, ¿para qué sirve el dinero?

Los puritanos tuvieron la firme convicción de que ante todo, el dinero debe ser visto como un bien social y no una posesión privada. Esto en general nos falta aprender a los cristianos de hoy. Y a juicio de aquellos, el principal objetivo del dinero es el bienestar de todos en la sociedad, no el placer personal del

1.3 Entonces, ¿para qué sirve el dinero?

Los puritanos tuvieron la firme convicción de que ante todo, el dinero debe ser visto como un bien social y no una posesión privada. Esto en general nos falta aprender a los cristianos de hoy. Y a juicio de aquellos, el principal objetivo del dinero es el bienestar de todos en la sociedad, no el placer personal del ausencia. Lo que describimos aquí no es una práctica que nos distingue como cristianos que decimos tener el mejor enfoque doctrinal y teológico o en cualquier otro segmento de la iglesia evangélica en general. Y tampoco hay que esperar a tener mucho dinero para el desarrollo de dichas acciones. Si somos pobres o ricos, no debemos olvidar aquí que, lo que somos y tenemos proviene de Dios, bienes o dones por los cuales no debe haber jactancia alguna (1 Cor. 4:7). Recordemos igual que… “Por la gracia de Dios soy lo que soy…” (1 Cor. 15:10). El genio de los puritanos consistió en tener una vista bien aguda para los asuntos relacionados con el dinero. No fueron estériles en cuanto a esta práctica, ya que procuraban que fuese un estilo de vida. La generosidad fue conocida entre ellos en una época en que al igual que hoy, una persona valía —y vale hoy— por la cantidad de dinero que poseía. Luego, el dinero (como Mammón, dios de la mitología griega del dinero y las riquezas) también recibía adoración y el amor de los hombres al ser considerado por la sociedad como el “valor” más importante en la vida. Esto es apreciable hoy en medio de la actual sociedad consumista y del propio “materialismo cristiano”; nada ha cambiado. Y es particularmente cierto en la vida del norteamericano promedio cuya cultura anglosajona ha hecho que los valores materiales sean vistos como supremos en la vida social.

Sin embargo, para los puritanos una ética correctamente bíblica en cuanto al “papel moneda” dependía de la forma cómo una persona hacía uso de su dinero. Sobre este asunto Richard Baxter de nuevo nos dice: “La cuestión es cómo los hombres emplean el dinero que obtienen por su duro trabajo y cuánto lo ahorran para su economía. Si lo usan para Dios o para usos caritativos. No hay hombre que pueda hacer mejor que esto”.

Otras lecturas que sobre este tema podemos hacer en las obras de los puritanos nos muestran una especial preocupación: ¿Cuáles son los fines o propósitos del dinero? Siguiendo aquí el esquema principal trazado por L. Ryken diremos que los puritanos, como escuela teológica y ética moldeada en parte por los reformadores continentales, decían: “Las riquezas pueden capacitarnos para aliviar las necesidades de nuestros hermanos, para promover buenas obras para la iglesia y para el Estado”. “El dinero existe para la Gloria de Dios y para el bienestar de otros”. “La más grande diligencia que podemos seguir en nuestros distintos llamamientos y para la cual Dios nos capacita, es extender nuestra caridad a los que están en pobreza y turbación”. “Los hijos de Dios hacen uso de estas cosas de forma espiritual y no un uso mundano y carnal”.

Es de suma importancia observar que en ninguna de las anteriores citas, y al pensar en el propósito de ganar dinero, en ninguna parte se da la impresión de que el ingreso monetario es el derecho que tiene la gente a gastar el dinero en ellos mismos y de cualquier forma por el hecho de haberlo ganado. Frente a esto, William Perkins nos provee de una importante aclaración acerca del uso del dinero:

“Debemos así usar el dinero y poseer los bienes que tenemos; que el uso y la posesión del dinero sirva para la gloria de Dios  y la salvación de nuestras almas… Nuestras riquezas deben ser empleadas para usos necesarios. En primer lugar, para sostener nuestra propia condición y bienes. En segundo lugar, para el bien de otros, especialmente aquellos que pertenecen a nuestra propia familia… Tercero, en auxiliar al pobre… Cuarto, el mantenimiento de la iglesia del Señor y la verdadera religión… En quinto lugar, el mantenimiento del Estado”.

Debido a que este es un mundo entenebrecido por el “amor al dinero” y no por “el dinero del amor”, bien haríamos en imitar en todo esto el estilo de vida de estos primitivos puritanos. Hay una razón primordial: se trata de enseñanzas que pertenecen al caudal revelado por Dios en su Sagrada Palabra. Esto sería revolucionario para esta época en que tantos hombres matan y asesinan a otros congéneres de su propia especie para obtener cantidades del “preciado” papel moneda. Del mismo modo, incontables veces en la propia iglesia los cristianos o los hermanos se “dividen”, se “separan” o se “traicionan” por cuestiones de dinero o intereses materiales diversos cuya meta muchas veces es la vanagloria. En la iglesia —aunque con seguridad hay excepciones— sin importar el hecho de afirmar creer en la autoridad absoluta de la Biblia, un creyente de cualquier confesión cristiana por lo general no está dispuesto a compartir lo que tiene con otros “hermanos en la fe” a sabiendas de que están en privaciones económicas. El hecho es que también nosotros decimos: “cada uno sálvese como pueda”; u “oraré por usted hermano”. Frente a tales anti- testimonios, es apropiado y oportuno que volvamos a escuchar la epístola de Santiago:

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: id en paz, calentaos y saciados, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (2:14:17).

La idea y visión de los primeros puritanos fue de tal envergadura que las generaciones cristianas de entonces pudieron darse cuenta de que ellos pretendían vivir una vida práctica según el sistema económico revelado por Dios en las Escrituras, particularmente en el Pentateuco (véase Lev. 19:9,10: 23:22; 25:2,7, 35; Dt. 15:7-11; 24:19-22, etc.). De ahí que entonces, para el puritanismo, al considerar que el dinero es un bien social, condujo a apreciar una realidad socio-económica bien diferente en aquellos tiempos. Y esto no desdice el hecho   de los abusos que cometieron los colonizadores protestantes europeos en Asia y África en su momento. Dentro del periodo de colonización sabemos que hubo errores históricos graves de parte de ingleses y holandeses. Estos últimos fueron los forjadores del penoso Apartheid, institución infame y cruel que terminara en 1994 con el triunfo presidencial de Nelson Mandela. Tal instrumento de muerte y tortura fue orquestado y aplicado por la iglesia reformada o calvinista de Holanda. Y por supuesto, no todos allí estuvieron de acuerdo. Hubo detractores y verdaderos cristianos que hasta el día de hoy están bajo arrepentimiento y penitencia.

Dejando atrás estos anti-testimonios, el modelo intentado por los puritanos que pretendía ser bíblico, de haberse seguido por parte de aquellas sociedades europeas, es probable que los mencionados abusos no habrían sido registrados por la historia y ocasionado tanta vergüenza al nombre de Cristo.

1.4 Los puritanos y el préstamo con interés

El haber creído que el dinero es un bien social también fue la llave de los primeros puritanos para el préstamo con interés. Como se recordará, los primeros creyentes que durante la Reforma con mayor libertad comenzaron a leer las Escrituras llegaron a comprender mejor este asunto. Pero esto no era algo extraño; durante toda la Edad Media la gente había comprendido bien este tema. En realidad, el mundo occidental sabía que prestar dinero a interés era considerado “usura”, y ningún “usurero” entraba al cielo. En la Biblia la usura generalmente se entendía como el interés que se podría cobrar por un préstamo de dinero o de trigo o de cualquier otro bien o comodidad. Sin embargo, la ley de Dios lo prohibía de forma rigurosa. A los hebreos el Señor les dijo: “Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura” (Éxodo 22:25; cf. Lev. 25:36,37; Dt. 23:10). Otros pasajes del Antiguo Testamento nos revelan lo importante que era para un judío no transgredir esta ley (véase Neh. 5:5-10; Sal. 15:5; Prov. 28:8; Is. 24:2; Jer. 15:10). Sin embargo, al principio los puritanos se oponían a dicha práctica por cuanto prestar a interés era visto como un pecado de codicia y avaricia.

No obstante, es menester que entendamos que la sociedad y la vida cultural de aquellos tiempos estaban cambiando. Menos agraria y más industrial, la sociedad se perfilaba hacia un nuevo paradigma; estaban ocurriendo cambios insospechados los cuales, a la postre, trajeron lo que conocemos como la modernidad y ahora la postmodernidad. A renglón seguido, por el auge de los cambios que ocurrían en el Viejo Continente, muy pronto en Inglaterra los puritanos fueron cambiando su forma de pensar ante el influjo de las nuevas enseñanzas bíblicas y éticas de sus compañeros los reformadores continentales. Pues los puritanos de forma semejante hicieron distinción entre el préstamo para consumo y el préstamo para producción, lo cual, a éste último, sí se le cobraba un interés el cual procuraba ser justo. Aparentemente pareciera que aquí hay una flagrante contradicción en la psique del puritanismo en relación con todo lo que hemos venido estudiando; pero es sólo una probabilidad, porque en el fondo los puritanos seguían fieles a sus ideales de fustigar duro a todo aquel que en lugar de hacer productivo el dinero para ayuda de los necesitados, la promoción y desarrollo de la vida social o colectiva, más bien lo atesoraba como medio de explotación del prójimo. En esta nueva sociedad se comenzó a prestar dinero con un moderado promedio de interés. Y a decir verdad, casi todo estaba cambiando. De ahí que las siguientes palabras de Richard Baxter sean en verdad revolucionarias: “Hay una usura en la cual no es ni injusta ni falta de amor”.

Desde luego, con el término “usura” Baxter quería decir “interés”, es decir, lo que también hoy se emplea en el mundo de los negocios bancarios y comerciales. En su monumental obra el Directorio Cristiano este cuestionado puritano describe con detalles dignos de atención para cualquier pastor y creyentes en general algunas condiciones de lo que era caritativo.

Llegados a este punto, considero que nos viene una pregunta lógica: ¿Por qué los puritanos consideraron el dinero como “un bien social” cuando en nuestros tiempos se opina que “el dinero es una posesión inalienable de quien lo posee?”. Una contundente respuesta de parte de los puritanos es que, a tono con la Biblia, el hombre es sólo un mayordomo o administrador del dinero y de los bienes de Dios (Sal. 24:1). En otros términos, el dinero es de Dios no nuestro; el dinero que tenemos o poseemos es lo que Dios mismo nos ha prestado.17

2. LA CRÍTICA DE LOS PURITANOS A LA FILOSOFÍA ÉTICA DEL ÉXITO EN NUESTRO MUNDO CONTEMPORÁNEO

No podemos negar que abrumadoramente la cultura occidental está basada en la ética del éxito monetario o económico. Hemos llegado a creer que la prosperidad material y monetaria es el valor definitivo; de ahí que medimos la vida de una persona por sus estándares materiales y sociales. Sin embargo, un análisis del pensamiento de los primeros puritanos nos muestra que ellos trataban de sobrepasar este escollo cultural producto del pecado y la vida entregada a este tipo de idolatría. Thomas Watson tenía un concepto bien distinto al que hoy sostiene la humanidad y la propia iglesia evangélica. En cierta ocasión afirmó que “la bendición… no depende de la adquisición de cosas de este mundo. La felicidad como un arte de química no se puede extraer de allí”.18 Esto guarda relación con las palabras de Cristo en los evangelios: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

Otro ejemplo de lo anterior puede ser la famosa oración del puritano Samuel Hieron, quien oró a Dios de la siguiente forma:

“Oh, no dejes que mis ojos sean deslumbrados, ni que mi corazón sea hechizado con la gloria y la dulzura de los placeres terrenales… Dirige mi afecto al amor de aquellas perdurables riquezas y a aquel fruto de la sabiduría celestial la cual es mejor que el oro y que todos los beneficios que puede prodigar la plata. Te pido que mi principal cuidado sea tener un alma enriquecida y alimentada con tu gracia”.19

2.1 La crítica puritana al enfoque de la persona que se levanta por sus propios esfuerzos (autorrealización monetaria personal)

Aparentemente esto podría ser contradictorio y antibíblico. Alguien lógicamente podría pensar en lo que la propia Biblia declara: “la mano negligente empobrece; más la mano diligente enriquece” (Prov. 10:4). No obstante, este texto bíblico no desmiente lo anterior, porque tampoco favorece el individualismo protestante, tan caro a una gran sección de la iglesia en los Estados Unidos de América con gran repercusión en las iglesias históricas Suramericanas. Una mirada a la teología ética del puritanismo inicial nos hace reflexionar de forma vívida a fin de que nosotros mismos nos hagamos una auto- crítica: Nosotros los mismos cristianos también hemos caído en el materialismo ya sea de un modo o del otro. La iglesia de cualquier tradición por medio de sus predicaciones enfatiza una “teología del bienestar individualizado”. Esto particular- mente puede ser visto en las corrientes neopentecostales y carismáticas; pero por el lado de las misiones históricas que dieron origen a bautistas y presbiterianos y aún las reformadas, el énfasis está puesto en la “autorrealización material del ministerio” producto de un orgullo intelectualvanaglorioso basado en una tradición teológica que casi para nada afecta el actual status quo de la sociedad y cultura en general. Sea de un modo o de otro, muy poco honor recibe el Señor al no hacer tampoco nosotros obras prácticas para con otros hermanos u otros colegas de la misma fe, lo cual implicaría sacrificio económico y pérdida de nuestras propias comodidades materiales.

Para nadie es un secreto que la cultura occidental persigue la imagen del hombre que se hace a sí mismo en el terreno económico y social. En los Estados Unidos particularmente, se puede apreciar la forma como el pueblo se ha enamorado de la imagen que proyecta aquella persona que se vuelve rica y famosa por sus propios medios y esfuerzos. Allí, los más admirados y envidiados son los artistas de Hollywood como Angelina Jolie, deportistas como Tiger Wood y tecnócratas como Bill Gates o Steve Jobs, etc., pero también los llamados súper pastores o magnates de la fe los cuales, tanto a los unos como a los otros los medios masivos de comunicación los convierten en íconos relevantes para el grueso de la sociedad nacional y mundial especialmente para la juventud. Del mismo modo, tales súper pastores fungen como el “modelo más conspicuo de pastor” para estos tiempos. Pero, aquí cabe preguntar:

¿Es este el modelo o imagen del pastor que vemos en el Nuevo Testamento? Es decir, son hechos ambiciosos que de cualquier forma el modelo neoliberal y postmoderno con su bandera del libre mercado —un hecho que ha influenciado innegablemente la liturgia con énfasis en música y espectáculos en muchas iglesias— no duda en recomendar como los únicos modelos que garantizan la total felicidad del hombre en esta época globalizada.

La idea de poseer estatus social y monetario que hoy día para muchos constituye una especie de “don” que se le ha entregado a todo afortunado, no era una forma de pensar que gustara a los puritanos. De hecho, negaron que pudiera haber un asunto como “la persona que se hace a sí misma”. Y no hay duda que desde el punto de vista bíblico esto es inexacto. El error de esta postura que está bien introducida en nuestra forma de pensar —y no es exclusiva del pueblo norteamericano sino de toda la cultura occidental incluyendo a los latinoamericanos—, consiste en olvidar que es Dios quien nos da las fuerzas y la salud para hacer las riquezas u obtener la prosperidad (vea Dt. 8:11-20).

Por ende, quien cree que se ha hecho a sí mismo ya sea en el terreno social, político o religioso-ministerial sin tomar honesta y seriamente a Dios, de hecho también ha caído en la idolatría. Respecto a este tópico, los puritanos iniciales tuvieron razón al basarse en la ética de la gracia, pues sus escritos están llenos de la idea de que la prosperidad es solamente un don de Dios, hecho por el cual nadie debería gloriarse ni recibir la alabanza del mundo, ni siquiera entre los hermanos de la iglesia. Con base en esta postura, aquí hay una lección práctica que podemos aprender. Si los ricos del pasado —y los del presente— hubieran vivido en gratitud para con Dios, hubiesen producido verdaderos sistemas políticosociales y económicos los cuales hubieran evitado el siglo de sangre que fue el siglo XX. Y de igual modo, los ricos del presente, al no estimar esta verdad bíblica que tiene que ver con la justicia social y económica unido al santo temor de Dios, con seguridad que el capitalismo que hoy dirigen terminará por empobrecer mucho peor a esta y a la próxima generación hasta conducirlas a la total marginalidad y al sin sentido personal. Y mucho peor cuando la moderna teoría del Estado gira en torno a la claudicación definitiva como institución divina, como poder que fue instaurado por Dios para garantizar las libertades individuales, sociales y económicas; prácticamente, lo que hoy vemos es que ya casi ningún Estado puede imponer una ley o reglas que frenen el poder explotador e inmisericorde de las grandes multinacionales.

Relativo a este tema Gregorio Iriarte sentencia que, “La copa de Champagne es una especie de parábola de la injusticia que actualmente se vive en nuestro mundo donde un quinto de la humanidad se apropia de la mayor parte de los bienes, expoliando los derechos de las cuatro quintas partes del planeta”.20 Otros datos de importancia son aportados por Xavier Gorostiaga que en cuanto a este mismo punto declara: “Los países ricos tienen el 25% de la población mundial (1.000 millones de habitantes), pero consumen el 70% de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos. Al lado de este mundo opulento, tenemos 1.300 millones de personas que no tienen acceso al agua potable, 2.500 millones que no tienen servicios sanitarios y 55 millones de niños que mueren anualmente por desnutrición. El tipo de capitalismo desarrollado hasta el día de hoy ha vivido de espaldas a Dios. Y lo peor de todo, es que en  su momento, en Inglaterra, en plena época de la revolución industrial entre los siglos XVIII y XIX, la iglesia europea de aquellas generaciones guardó un “cómplice silencio” que hoy todo el mundo condena. En nuestra generación actual está ocurriendo lo mismo. La iglesia, los cristianos, hacemos caso omiso de los grandes abusos de los poderes establecidos contra el hombre porque creemos que tratar con dichos temas no son asuntos espirituales o no le compete a la iglesia, es algo que pertenece al “mundo”, y “nosotros no somos del mundo”, vivimos en la iglesia interesados sólo en la salvación individual de los hombres. El cielo es lo realmente importante, —decimos—. Pero precisamente, este tipo de dualismo platónico introducido en la iglesia cristiana desde los albores del cristianismo es lo que en realidad más daño ha hecho a la causa de Cristo en la tierra; porque el verdadero testimonio del poder del Reino de Dios ha quedado eclipsado por aquella interpretación escapista (premilenialista y dispensacionalista- amilenialista) y teología mística (neo-calvinista).

No olvidemos que la afrenta del pobre es una práctica pecaminosa que Dios censura fuertemente en su Palabra: “Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samaria, que oprimís a los pobres y quebrantáis a los menesterosos, que decís a vuestros señores; traed y beberemos” (Amós 4:1; cf. 2:6; Isaías 1:16,17; 10:1; Miqueas 6:8,12; en el NT Sgo. 5:1-6).

Además, recordemos de la misma forma que el propósito por el cual Dios concede que alguien progrese en los bienes materiales de este mundo es para procurar el desarrollo y bien- estar de quienes están a su alrededor, pensando formalmente en sus propios trabajadores, quienes son los que a la postre, le ayudan a hacer las riquezas. En este sentido el puritano John Preston escribió tocante al tema de las riquezas: “Es Dios quien nos las da, Él es quien las dispensa, es Él quien nos da la recompensa… El cuidado en el trabajo solo pertenece a nosotros”.22 De esto debieran aprender muchos “empresarios cristianos” que al pretender seguir la supuesta legalidad propuesta por un Estado, por ejemplo, la regulación salarial al estilo neo-liberal tal como hoy se da en Colombia, lo que hacen más bien es apoyar un status quo que empobrece y margina a sus propios hermanos en la fe. Y lo más triste es que este mismo modelo se practica por lo general en casi toda iglesia llamada cristiana. Tales “hermanos ricos” –ya sean empresarios o pastores, en el fondo pertenecen a una “burguesía mediática” que han hecho del evangelio una ideología religiosa de clase media para la defensa de sus propios intereses económico-socio-religiosos. Muchos empresarios cristianos son “pillos en el negocio y santos en la iglesia”. O en el caso contrario, muchos pastores son “‘santos’ en la iglesia y pillos en los negocios” por la forma de administrar y servirse de la iglesia. No hay nada santo en esto. Sea de un modo u otro, los unos coadyuvan a la instauración de regímenes político-económicos opresivos y explotadores, y los otros, coadyuvan a la evaporación de la auténtica fe cristiana y a la pérdida de confianza de la gente en la obra de fe del evangelio de Cristo. Hacemos bien en volver a escuchar las palabras de Cristo que todavía resuenan con el antiguo eco de grave advertencia: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 5:21-23).

2.2 Conclusión

Diferentes historiadores que se han encargado de investigar el movimiento puritano coinciden en afirmar que los puritanos fueron hombres que no aceptaron su obra como algo terminado; es decir, eran conscientes de su imperfección. Qué bueno que tuviésemos o adoptásemos tal espíritu. Realmente ellos quisieron hacer de la iglesia un instrumento perfecto hasta donde fuera posible con el fin de extender la verdadera espiritualidad del evangelio de Jesucristo no solo en la vida de la iglesia local, sino social, en el ámbito político, en el área de la economía y cultura en general. Vemos que ellos no se sustrajeron a estas realidades terrenas mientras llegaba la hora de partir al cielo y estar con Cristo, “lo cual es muchísimo mejor” según palabras de san Pablo.

Y aunque su lucha inicial fue contra los errores y supersticiones de la Iglesia Católica, no obstante, su batalla era la instauración del señorío de Cristo en todos los órdenes de la vida junto con la eterna verdad del evangelio y sumado a la práctica del mandato cultural. ¿Seremos capaces de entender este mensaje? ¡Espero que sí!

Carrito de compras
Scroll to Top