UN TORBELLINO AZOTÓ A NUESTRA FAMILIA

Reforma Siglo XXI, Vol. 9, No. 1

Cuando nacieron nuestros hijos nosotros ya estábamos en el evangelio.  Desde pequeños asistieron a la escuela dominical y en su momento se bautizaron, y siempre participaron en las actividades juveniles de la iglesia. Una de nuestras hijas a la que llamaremos Anita, se graduó en la Universidad de Costa Rica en una carrera del área de la salud y trabaja en un hospital capitalino. Siempre recibimos mucha enseñanza sobre bendiciones de Dios para sus hijos en obediencia. Así sin darnos cuenta, nuestros hijos creyeron que no había día malo.  Pero ese día existe, aunque la iglesia de hoy insista en enseñar un evangelio de ofertas y prosperidad (la ‘súper fe’).  

Un día mi esposo fue diagnosticado con un tumor en la carótida derecha, y los médicos nos dijeron que su vida estaba en gran peligro. Anita, sorprendida, alegaba que Dios no había cumplido sus promesas, o que los pastores nos habían engañado.  Fue una época mala, mi esposo llegaba al final de su vida y mi hija destrozada espiritualmente. Ahora, mientras redacto estas líneas, decido preguntarle a ella qué ocurrió en su mente, qué la hizo enojarse con Dios y con la iglesia cristiana.  Copio textualmente su respuesta: «Mami, ellos me engañaron.  Desde muy pequeña aprendí que si diezmábamos, si no teníamos vicios, si no había adulterio en el hogar y nos congregábamos siempre, Dios nos guardaría de todo mal.  Era como una sombra que nos seguiría a pesar de que las demás familias tuvieran enfermedades, pobrezas extremas y conflictos familiares.  Diferentes maestros por varios años me enseñaron lo mismo y yo les creí., jamás creí que uno de nosotros podría enfermar tanto; ahora ya los perdoné, aunque no puedo congregarme, pues sé que mienten y muchas veces dicen lo que la gente quiere oír y no lo que dice la palabra de Dios. Tienen otros intereses ligados a lo financiero y  ser famosos como estrellas de cine».

Tanto mi esposo como yo  aceptamos desde un principio la voluntad del Creador, pues sabíamos que pasara lo que pasara, el plan de Dios para nosotros era bueno (ROMANOS 8:28). El Señor sanó a mi esposo, y un año después volvió a hablar. Anita no entendía razones, seguía enojada con Dios a pesar que Dios había perdonado la vida de su padre. No conocía el evangelio en su totalidad.  Parecía que no conocía el capitulo 6:13 en el libro de Efesios donde se nos enseña que hay un día malo, ni tampoco conocía lo que la Biblia enseña en cuanto a que habrá aflicción  (Juan 16:33), y que Jesús venció al mundo. Hoy Anita  se ha reconciliado con su Creador. Le ha pedido perdón y lleva una vida en oración y comparte a Dios con sus pacientes, pero no se congrega en iglesias y desconfía de los pastores. Nosotros confiamos que ella sanará  totalmente y se congregará muy pronto. Dios tiene provisión para su pueblo en Jesús. Que nuestro compromiso con Dios sea llevar las buenas nuevas de salvación sin omisión y sin ayudarle a Dios modificando el mensaje; pues Dios es suficiente para convencer de pecado y usarnos a  nosotros sus vasos, sin agregar o quitar, para no estorbarle a El en su revelación a la humanidad.

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