RENOVANDO PACTO CON DIOS – CELEBRANDO LA GRACIA DE DIOS EN EL SERVICIO DE ADORACIÓN UN ENSAYO SOBRE LA LITURGIA CRISTIANA

Por Guillermo Green

Reforma Siglo XXI, Vol. 6, No. 2

El estudio de la Palabra de Dios me ha llevado paulatinamente a apreciar más y más el tema de pacto. Encuentro que muchos de mis estudios, sermones y cursos de una forma u otra deben incluir facetas del pacto que Dios estableció con su pueblo. Lo encuentro en toda parte – a veces es muy obvio, a veces aparece en formas más sutiles. Pero un sólo hilo atraviesa todas las escrituras – el pacto de gracia. 

También yo venía pensando en las implicaciones del pacto en cuanto a la vida práctica de la Iglesia, especialmente en el área de culto. Leía en muchas partes cómo Dios convocaba a su pueblo en ocasiones para renovar pacto con él, o cómo los reyes o profetas en Israel renovaban pacto con Dios en presencia de todo el pueblo. En el Nuevo Testamento yo encontraba los mismos motivos – el libro de Hebreos es el más claro, pero también se ven salpicados en otras partes. Todo esto lo he venido apreciando poco a poco, pero sin poder relacionarlo todo en un marco coherente.

Cuando leí el libro por Jeffrey Meyers, The Lord’s Service: The Grace of Covenant Renewal Worship, (Moscow, ID: Canon Press, 2003) sentí que él estaba aclarando cosas que yo ya sabía. No estoy de acuerdo con todos los detalles de su argumento, pero en cuanto a su tesis principal – que el servicio de adoración debe ser considerado como un momento de renovación de pacto con Dios – estoy totalmente de acuerdo. Y estoy de acuerdo también en que debemos encontrar en la Palabra de Dios las formas que agradan a Dios en esta renovación de pacto. A lo largo de todas las Escrituras, Dios ha dejado un testimonio consistente con respecto a la forma en que el hombre debe y puede acercarse a él. Por tanto, estoy endeudado a Meyers por explicar en una forma clara y bíblica estos importantes aspectos de nuestro culto a Dios.

Mucho de lo que sigue es resumen de Meyers, especialmente los primeros seis capítulos de su libro. Pongo notas de pie en algunas partes para dirigir al lector a las citas respectivas. Recomiendo la lectura de su libro como lectura necesaria en el debate sobre la liturgia hoy.

Introducción

Las librerías están repletas de libros sobre cómo renovar nuestras iglesias, incluyendo el tiempo de culto. Las revistas para pastores tocan a menudo este importante tema. Las conversaciones entre líderes y laicos incluyen con frecuencia comentarios sobre “lo aburrido” o “lo emocionante” de tal culto, tal iglesia, o tal campaña. Y en muchos países la constante travesía que hacen muchos de iglesia en iglesia es prueba de que algo falta. ¿Dónde está el vacío? ¿Cuál es el verdadero problema? 

¿Por qué ir a culto?

Si pudiéramos mirar la tierra desde un satélite cualquier domingo por la mañana, veríamos un glorioso panorama de miles de cristianos saliendo de sus casa para ir a culto, Biblias en mano, pasos apresurados. ¿A qué van? A pesar de que todos participen de una actividad común, no existe un consenso sobre el propósito del servicio dominical. Ha ocurrido una especie de amnesia en la iglesia, dejando una noción vaga del propósito principal de la adoración a Dios. ¿Cuáles son algunos de los conceptos comunes sobre el tiempo de culto?

Primer criterio: El culto es evangelismo

Muchas iglesias consideran el servicio dominical como una actividad evangelística, y que la evangelización define la naturaleza del servicio. Arreglan las actividades del culto alrededor de los posibles visitantes, y la música y el mensaje son dirigidos principalmente al inconverso o al no-miembro. El mensaje no profundiza mucho en el pasaje bíblico de manera exegética para no dejar afuera a los no-cristianos, y frecuentemente concluye con un llamado a pasar adelante a ‘recibir al Señor’. Grandes esfuerzos se hacen para ‘atraer’ a las personas al culto, para así poder evangelizarlos. En algunas iglesias se toma mucho cuidado para examinar cada faceta del culto, desechando todo lo que pudiera alienar una persona nueva. Claro, esto a veces crea conflictos serios con la naturaleza de la iglesia. Una vez visité una iglesia que tenía poco tiempo de haberse iniciado. Su filosofía era usar el culto para atraer a nuevos miembros. La señora escogida ese domingo para recolectar la ofrenda repitió la fórmula debida, que había sido cuidadosamente elaborada para no ofender a nadie: «Ahora vamos a recoger una ofrenda, sin embargo, esto es una recolecta voluntaria y ninguno debe sentirse obligado a participar si no tiene el deseo…» Al finalizar su parte, se quedó pensando un momento, y después añadió sus propias palabras; «Pero hermanos yo creo que si amamos a Dios ¡debemos sentir un compromiso con él y su obra para ofrendar!» Rompiendo las reglas sin saberlo, esta hermana mostró la inconsistencia de convertir toda faceta del culto en evangelismo.

Pero, el culto no es evangelismo. Esto se prueba por el mismo término que usamos: ‘servicio de adoración.’ Solamente los hijos de Dios pueden adorar a Dios. Un no-cristiano no quiere y no puede adorar a Dios. No puede por la naturaleza de su propio corazón, y no puede porque Dios no acepta la adoración del hipócrita ni del injusto. Además, el evangelismo por definición es ir a buscar a los no-creyentes, y traerlos al banquete del Señor, al redil del Señor (Mat. 14:23; 28:16-20; Hechos 1:8). Pero es a sus hijos que Dios convoca para adorarle. El apóstol Pedro dice que la iglesia es un «sacerdocio santo que ofrece sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Pedro 2:5). Las primeras reuniones de los cristianos incluían ‘el partimiento de pan’ (Hechos 2: 42) que sólo los creyentes pueden disfrutar, «discerniendo el cuerpo» so pena del juico de Dios (1 Cor. 11:29). Si bien hay un ‘evangelismo’ que sucede en el culto, el culto no se define por una reunión evangelística.

Segundo criterio: El culto como técnica para crecer

Cuando el servicio dominical se define como evangelismo, es fácil tomar el siguiente paso y convertir cada actividad del culto en una técnica para atraer a los no-miembros. Esto sucede principalmente en el campo de la música y el mensaje. En algunas iglesias, los otros elementos tradicionales – como por ejemplo la confesión de los pecados, la oración congregacional, el confesar en voz alta la Palabra de Dios – se han olvidado por completo. En cambio se provee un atractivo ‘programa’ con la esperanza de que cualquier visitante vuelva. Las ‘técnicas’ más conocidas son sospechosamente muy parecidas a lo que usa el mundo para atraer a los consumidores. Cuando una tienda quiere anunciar ofertas y promociones, alquilan un gran equipo de sonido y ponen música atractiva a toda volumen. En sus instancias más crasas, algunas iglesias han convertido sus cultos en ‘ofertas’, completos con ‘buena’ música, acción, y movimiento (eufemísticamente llamado ‘danza hebrea’ o algo por el estilo). Tristemente esto sólo ilustra hasta qué punto han convertido el evangelio en un ‘producto’ para ser consumido.

No sólo la música, sino el mensaje se convierte en técnica para los consumidores religiosos. Desechando la exposición cuidadosa de la Biblia, los mensajes se vuelven también ‘técnicas’ para que la gente siga volviendo. Por tanto hay que entregar un mensaje que es atractivo y ‘práctico’ – lo cual quiere decir un mensaje que no requiere pensar mucho. De aquí provienen los mensajes que se parecen más a sesiones de consejería psicológica o se reducen a ‘10 pasos fáciles para tener éxito en su negocio’. 

Pero, el servicio de adoración no puede reducirse a una técnica. La adoración de Dios no es un medio para atraer a los incrédulos, sino un fin – glorificar a Dios en ser el momento de comunión entre Dios el Salvador y Señor, y su pueblo. Por haber perdido vista de esta gran verdad, tantas personas nunca disfrutan del verdadero significado del culto, y deben conformarse con algo mucho más inferior. 

El culto bíblico es evangelístico, pero de otra manera en que comúnmente se piensa. Cuando un incrédulo contempla a una congregación confesando sus pecados, escuchando y recibiendo el perdón de Dios, oye porciones de la Biblia leídas y explicadas con cuidado, oye la congregación confesar su fe juntos a toda voz – esto sí produciría un impacto verdadero.

Tercer criterio: El ‘estilo’ de culto es determinante para el evangelismo 

Cuando una iglesia utiliza su culto para ‘atraer’ a los miembros, entonces debe poner todo su enfoque en la forma o el ‘estilo’ de sus actividades, ya que debe ser ejecutadas con el fin de producir ciertos resultados. El culto se puede volver más como un concierto (donde la banda y los cantantes son el enfoque), o como un cine (completo con una pantalla grande y buenas cameras) o como un teatro (con excelente ‘actor’ que hace reír o llorar a la gente como quiere). Lo interesante de todo esto son los paralelos que tiene con las técnicas de ‘marketing’ norteamericanos, que han convertido en ciencia las formas de promoción con el fin de vender un producto. Como señala Meyers, en este tipo de iglesia la congregación se vuelve un ‘público’, no un pueblo de adoradores. Son consumidores de un producto que se les ofrece, no son adoradores participantes. Por supuesto creen que son participantes, ya que se les invita a aplaudir, repetir frases, bailar y hasta silbar. Pero fácilmente se puede ver que son simplemente una masa manipulada por los que dirigen el evento.

Pero, el ‘estilo’ debe ser bíblico: Algunos alegan que el estilo de culto es neutral, pero esto es falso. Tanto las actividades que se realicen como la forma en que se hagan son condicionadas – o por la cultura alrededor o son informadas por una perspectiva bíblica. No se puede separar la forma del contenido – el uno influye al otro. Para la mayoría de nosotros orar con la cabeza inclinada, o de rodillas, no es igual que orar recostado en posición de dormir. La forma de orar acompaña muy estrechamente el contenido. Es parte de un todo. De manera igual, la forma en que la iglesia ora, predica, y confiesa es importante para que nuestro culto glorifique a Dios y sirva para renovar a la congregación. No podrá haber una renovación en nuestras iglesias si no podemos identificar elementos extraños al verdadero evangelio. Creo que todo estudiante de teología y todo líder en la iglesia debe prestar mucho atención a este asunto de estilo. Lo que hacemos afecta lo que creemos. Muchas veces los cambios de doctrinas sucedieron años después que se había cambiado el estilo. Un día la iglesia simplemente se daba cuenta que ya no creía tal cosa, porque durante años habían gradualmente practicado otra cosa. Sólo los que caminan con los ojos vendados experimentan primero la caída, y luego lo creen. Dios nos ha dejado dos ojos para mirar primero hacia donde vamos, y nos ha dado su Palabra para dirigir nuestras creencias y nuestras prácticas – ¡ambas!

Cuarto criterio: el culto es enseñanza

Hay otro sector en la iglesia que cree que la principal meta del culto es impartir enseñanzas bíblicas. Estos convierten la iglesia en un instituto bíblico, hasta con pizarras o retroproyectores. Los otros elementos en el culto son meramente preludio para la ‘conferencia bíblica’. 

Pero, el culto es más que enseñanza: Si bien la explicación de la Palabra de Dios es de suma importancia, no es el único elemento importante. Es las escrituras encontramos una rica variedad de prácticas que rodean la lectura de la Palabra:

Alabanza, reverencia, humillarse: (Salmo 95:1-2,6) Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos… Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. 

Confesión, disponer nuestros corazones: (Salmo 95:7-8) Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto.

Oración (no ‘instituto bíblico’): Jesús dijo, (Mateo 21:13) les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada;

Cuando Juan nos da un vistazo del culto celestial, vemos que los adoradores se arrodillan ante Él que está sentado en el trono, y cantan un nuevo canto al Cordero juntos, confesando ‘a gran voz’ (Apoc. 5:12) sus atributos. Si este culto en alguna forma debe informar nuestros cultos hoy, ciertamente deben ser incorporadas las actividades de humillarnos ante Dios (¿de rodillas?), cantarle sus glorias y confesar juntos lo que Cristo ha hecho por nosotros. 

Quinto criterio: El culto es una ‘experiencia’

Es común oír hoy el comentario «tal iglesia me llena» o «tal culto no me llenó». Estos comentarios frecuentes son prueba de que muchas iglesias han promovido el concepto que el culto debe ser una experiencia que conmueve mi corazón para sentirme mejor, para sentir más la presencia de Dios, para sentirme más feliz – en fin, que sea una experiencia placentera. La teología de esta religión se expresa en los rotulitos: «Jesús te ama tal como eres», lo cual vuelca pata arriba la teología bíblica. Dios nos dice que nos ama a pesar de lo que somos, y se compromete en Cristo y el Espíritu Santo a recibirnos y moldearnos de nuevo a la imagen de su Hijo. Muchos han caído en un sentimentalismo de tal magnitud, que el ‘éxito’ del culto se mide si produjo algún éxtasis en el participante.

Pero, la Biblia no enfoca en nuestra experiencia. Sería muy difícil probar de las escrituras que la meta del culto es producir alguna emoción en el adorador. En la Biblia encontramos que el creyente se acerca para hacer ciertas actividades: «ofrendamos» (Salmo 4:5), «nos postramos» (Isa. 49:7), «confesamos» (Salmo 32:5), «nos arrodillamos» (Salmo 95:6), «cantamos» (Salmo 95:1), «traemos ofrendas» (Ex. 34:20). Sobre todo, Dios evalúa nuestros cultos no por el efecto que haya tenido en nuestras vidas, sino ¡si fue «aceptable» para él! (Ver Gen 4:3-7; Ex 32; Isa. 1; Rom. 12:1,2; 14:17,18; Heb. 12:28-29, 13:16). 

Conclusión

En cada una de las perspectivas mencionadas aquí hay un grano de verdad. Pero todos sufren de un reduccionismo – es decir, reducen la esencia primordial de nuestra adoración a Dios a una de estas cosas, y se ignora su verdadera esencia. ¿Cuál es la esencia verdadera de nuestro culto a Dios? Este es nuestro próximo tema.

Parte 1

Pacto y culto

Salmo 25:14 La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto.

En la sección anterior dijimos que el servicio de adoración no puede ser reducido meramente a evangelismo, instrucción o experiencias. ¿Qué es el culto cristiano entonces? El concepto de ‘pacto’ comunica la esencia de lo que sucede cuando el pueblo de Dios se reúne. En la Biblia Dios establece su pacto con su pueblo, y establece actividades para la renovación del pacto. Es esa renovación de pacto lo que define mejor el culto cristiano. En la renovación de pacto, hay un progreso desde la limpieza del pecado hasta la comunión con Dios expresada en sentarse a comer juntos.

Los más escépticos dirán aquí: «¿Dónde hay un texto que afirma que nuestro culto es una renovación de pacto?» Lo cierto es que no existe un sólo versículo que señale esto. Sin embargo, cuando estudiamos las escrituras encontramos que la forma en que Dios se relaciona con su pueblo siempre es a través de un pacto, y los pactos siempre siguen un patrón. La fuerza de este argumento se basa en el peso cumulativo de todo el testimonio bíblico.

Dios y pacto

La Biblia es un libro acerca de pactos. De hecho, nuestra Biblia en gran medida es el «libro del pacto». El término se usa explícitamente más de trescientas veces. 

* Dios establece su pacto, recuerda su pacto, y lo renueva con su pueblo (Gen. 6:18; Deut. 5:3; Ezeq. 16:60; Luc. 1:72; 22:20; Heb. 8:10) 

* Por su parte, el pueblo de Dios debe guardar el pacto, y renovarlo cuando haya fallado (1 Cron. 16:15; Salmo 103:18; Oseas 6:7) 

* Existe ritos para hacer pactos (Gen 15:1021; 21:27; Ex 24:7-8; 34:27; Jer. 34:18) 

* Documentos de pacto (Ex. 34:27-28; los 10 mandamientos, Deut 31«, 26; el libro de Deuteronomio, Heb 9:4) 

* Leyes de pacto (Ex. 21-23; Esdras 10:3) 

* Señales de pacto (Gen. 9:12; 17:9-14) 

* Comidas de pacto (Luc. 22:20; 1 Cor. 12:25) 

* Mediadores de pacto (Heb 12:24) 

* Sacrificios de pacto (Ex. 24:8; Heb 9:18-20; 10:29) 

* Recordatorios de pacto (Gen. 9:15-16; Ex. 20:24; Josué 4:7; 1 Cor. 11:25) 

* Promesas de pacto (Salmo 105:9-11; Heb. 8:6) 

* Maldiciones de pacto (Deut. 29:21; 30:1; Josué 8:34) 

* Testigos de pacto (Deut. 31:26; Mal. 2:17) 

Es extraño que los cristianos modernos hayan perdido la noción de pacto, cuando toda nuestra Biblia está empapada de este concepto. Parte del problema es el divorcio entre Antiguo Testamento y Nuevo Testamento que hace algunas teologías. El problema no es que no haya ‘pacto’ en el Nuevo Testamento, sino que sin el conocimiento adecuado del AT, pasa desapercibido. El término ‘pacto’ ocurre 32 veces en el Nuevo Testamento, y los conceptos relacionados con él, muchas veces más.

Una debilidad de nuestro tiempo es querer reducirlo todo a un pequeño lema o ‘slogan’ breve – «Dios te ama» o «Dios quiere bendecirte» o «esta unción es para ti». El concepto de pacto es más complejo, implica relaciones, leyes, rituales, documentos. Los que buscan un mensaje rápido, superficial, que «funcione» no parecerían encontrar en el concepto de pacto lo que necesitan. El problema con ese enfoque, como ya mencionamos, es que convierte el ‘evangelio’ en algo que nosotros hacemos, una técnica. Si Dios es Autor y Consumador de la salvación, y si Dios ha escogido relacionarnos por medio de un pacto, la decisión no es nuestra. O nos relacionamos con Dios como él dispone, o no nos relacionamos del todo. Dios no nos está dando opciones en esta materia.

Pacto implica ‘pueblo’

Un grave problema de nuestros días es el deseo de una religión personal. Muchos hablan de «su relación personal con Jesús». Debemos tener cuidado con definir la religión bíblica en estos términos. Es cierto que Dios se relaciona con nosotros de manera muy personal – pero nunca de manera individual – y esta diferencia es clave. Siempre los términos de salvación son corporativos. Jesús nos enseña a orar: «Padre nuestro…». Pablo nos recuerdo que «Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5:25), y Jesús mismo había dicho «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas» (Juan 10:11). En el Antiguo Testamento el término por un creyente en Dios es «pueblo», y el Nuevo Testamento sigue al Antiguo, empleando muchos términos corporativos – «pueblo, familia, casa, cuerpo, nación santa, sacerdocio real, congregación, llamados, elegidos».

El problema con definir nuestra relación con Dios como ‘una relación personal’ es lo subjetivo de lo mismo. Hoy mi relación puede estar bien, y mañana puede cambiar. De hecho, muchos se relacionan con Dios de esta manera. Hace algún tiempo una señorita que asiste a una iglesia ‘evangélica’ grande me dijo que estaba enojada con Dios porque ella ha estado sirviéndole, pero Dios aún no le ha dado un novio. Me manifestó que se había apartado de la iglesia por un tiempo porque estaba enojada con Dios. 

Muchos creen que el evangelismo requiere presentar a Cristo como ‘Salvador personal’, porque las personas necesitan alguien en quien pueden confiar. Pero dado lo subjetivo de nuestras relaciones personales, ¿ofrece este modelo mucha esperanza? Y más importante, ¿es este el modelo que Dios usa en la Biblia?

Existe diferencias significativas entre nuestra relación con otro ser humano, y con Dios. La última reunión que Jesús tuvo con sus discípulos en el aposento alto era una preparación para su ausencia. Desde que Cristo ascendió al cielo, no podemos tocar, ver, ni oír a Jesús aparte de medios que Dios ha establecido – por ejemplo la predicación de la Biblia, y la administración de los sacramentos. Jesús dejó el Consolador para recordarle a los doce todas sus palabras y para que ellos dieran testimonio de Cristo (Juan 15:26,27). El contexto de Juan 13 al 17 está muy relacionado con preparar a los discípulos para ser apóstoles del Señor. Jesús afirma que aunque ellos no entendieran en ese momento todo lo que hacía y decía, lo entenderían después con la ayuda del Espíritu Santo (Juan 13:7; 16:13). Una vez que los apóstoles habían dejado ‘el depósito’ del testimonio de Cristo, la orden es: «Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros» (2 Tim. 1:14). La idea de que Dios ‘habla directamente conmigo’ es característica de todas las sectas, y el primer fundamento del desvío doctrinal. En el pacto, Dios deja su palabra de forma objetiva – los documentos de pacto siempre han estado al alcance de todo el pueblo como testimonio. Pedro afirma «…entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1:20-21). La revelación de Dios siempre ha sido pública, para todo el pueblo. Todo el movimiento de ‘revelaciones privadas’ se deriva de un concepto anti-pactal, y por tanto socavan la forma en que Dios se relaciona con nosotros. En el pacto, Dios se comunica con su pueblo y lo bendice no de manera ‘individualista’ sino de manera corporativa y pública. Esta es una diferencia importante entre nuestra relación con otro ser humano y con Dios.

Entendiendo el pacto

Para que entendiéramos mejor la idea de pacto, Dios nos dejó una historia. A veces las personas se frustran con tantas historias en la Biblia, y preguntan sobre la necesidad de conocerlas. Pero cuando entendemos que la historia bíblica es la historia de una relación de pacto entre Dios y su pueblo, todo el relato cobra nueva vida. Podemos entender que el relato bíblica es el relato de una relación formal entre Dios y su pueblo, con base en promesas, y podemos entender que este relato también es mi historia, si yo soy parte del pueblo de Dios. Esta relación de pacto constituye una rica y compleja estructura, incluyendo documentos oficiales, hechos formativos, ritos y ceremonias de iniciación, declaraciones y juramentos.

Lo primero que debemos decir es que el modelo para los pactos es el mismo Dios trino. La relación íntima de fidelidad y amor que existe entre las tres personas de la trinidad forma la base para el pacto de Dios con su pueblo. Esto es parte de nuestro problema en definir la relación de pacto, porque goza de la complejidad y riqueza de las relaciones interpersonales del Dios trino. A la vez, entre más comprendemos la auto-revelación de Dios en las escrituras, más podemos llegar a celebrar la relación pactal entre él y su pueblo. Una teología verdaderamente trinitaria, debe ser pactal, y vice versa. 

Ahora volvemos nuestra atención al testimonio bíblico sobre los pactos en la Biblia. Como lo ha señalado Meyers, estos cinco pasos son: 1) Dios toma; 2) Dios separa y crea algo nuevo; 3) Dios habla; 4) Dios establece señales o sellos para celebrar el pacto; 5) Dios provee para el futuro. Veamos estos pasos con la creación de Adán.

Primero Dios toma la tierra (Gen. 2:4). Dios había creado todo el universo como Dios soberano, pero ahora toma tierra, barro, en las manos.

Segundo, Dios separa del barro una nueva criatura. Esto es clave en todos los demás pactos, porque todos involucran después la separación de lo viejo y lo nuevo. Al separar de la tierra un poco de barro, Dios hace algo nuevo, sopla el aliento de vida en sus narices. Lo que Dios separa, lo recrea en algo nuevo.

Tercero, Dios habla. Dios le da a Adán su nombre – ‘Adán’ – y le da sus órdenes de cuidar y labrar el huerto (Gen. 2:15). Con frecuencia en los pactos bíblicos, después de la caída en el pecado, Dios da nuevos nombres a sus hijos. La actividad de dar un nombre manifiesta las lineas de autoridad. Dios es el Soberano – Adán es su mayordomo y su siervo. Existen lineas de autoridad, existe una relación formal entre Dios y su siervo – y es a través de su palabra que Dios establece todo esto. Es por medio de su palabra que Dios inaugura, afirma y sostiene su pacto.

Cuarto, los pactos incluían señales visibles. En el Edén, Dios escoge los dos árboles especiales como señales, como sacramentos (y con frecuencia las señales del pacto se relacionan con comidas). Las señales del pacto confirman públicamente las bendiciones otorgadas por la obediencia, y las maldiciones que vendrían por la desobediencia. La fidelidad a Dios se manifestaba y se celebraba al mantener fidelidad a estas señales o sacramentos. Hoy existe un gran vacío en cuanto a la comprensión de los sacramentos. Si reducimos el sacramento a meramente un recordatorio nuestro, perdemos la esencia profunda de lo que Dios está comunicando en él. En los dos árboles del Edén, Dios comunicaba ritualmente su bendición o su maldición sobre la conducta del hombre. En los pactos posteriores esta presencia ritual de los sacramentos queda intacto, y Dios públicamente y realmente comunica su bendición o su advertencia de castigo por medio de los sacramentos. Una de las posibles razones que tantas iglesias protestantes celebran la Santa Cena con tan poca frecuencia podría ser que han olvidado su verdadera esencia como señal de pacto.

Quinto, Dios provee para la continuación del pacto. En este caso, Dios provee una mujer para Adán, para que juntos levanten a otros que podrían participar de las bendiciones de Dios. Generalmente el último punto de la formación de los pactos es proveer para su expansión o su continuación.

¡Ya tenemos un pacto! Lo que era meramente barro, tierra, fue tomado por Dios, separado y nombrado. Adán recibe órdenes de su Soberano, Dios lo invita a celebrar la intimidad de su relación por medio de comer del árbol de la vida, y finalmente Adán recibe el maravilloso regalo de una esposa para que el pacto de Dios se expanda en la tierra.

A pesar de que la caída del hombre en el pecado altera muchas cosas, encontraremos estos elementos básicos en los futuros pactos entre Dios y el hombre. Repasemos brevemente algunos de los pactos para que veamos estos paralelos. Comencemos con el pacto con Noé.

1) Dios toma a Noé: «Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (Gen. 6:8).

2) Dios separa a Noé y su familia del viejo mundo, muerto en su pecado y que está bajo su juicio. Esta separación es una muerte (encerrado en el arca) y una resurrección (salen al final del diluvio para habitar un mundo nuevo). 

3) Dios le habla a Noé, y le da nuevas promesas y nuevas leyes. Por ejemplo, antes del diluvio no existía la pena de muerte, más en cambio después Dios instituye este castigo para refrenar la maldad del hombre (Gen. 9:5,6).

4) Dios inaugura nuevos señales de su pacto – ahora existen animales limpios para sacrificio, y animales inmundos. Dios también provee el arco iris como recordatorio de su pacto.

5) Dios provee para el futuro de su pacto con su promesa de nunca enviar otro diluvio (Gen. 8:21,22).

Ahora echemos un vistazo al pacto con Abraham:

1) Abraham es tomado por Dios para un propósito nuevo (Gen. 12:1).

2) Dios lo separa por su gracia a Abram y su familia de su vieja familia de idólatras. Abram debe ‘morir’ a esta vieja vida para ser unido a una nueva tierra (Canaan). Para señalar esto Dios le da un nuevo nombre – ‘Abraham’.

3) Dios le habla a Abraham, confirma su pacto y sus promesas por medio de su palabra, prometiéndole un hijo. Una de las formas en que Abraham debe ser fiel a Dios es creer la palabra de Dios y esperar con paciencia su cumplimiento.

4) Hay una nueva señal para este pacto, la circuncisión (Gen. 17). Hay maldiciones y bendiciones relacionadas con este sacramento.

5) Y hay provisión para el futuro del pacto en el heredero prometido. Hacia este fin Dios ha escogido a Abraham para que él levante hijos fieles a Dios: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él» (Génesis 18:19).

Después de Abraham sigue el pacto con Israel por medio de Moisés.

1) Dios recuerda su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, oye el clamor de su pueblo, y los toma en gracia.

2) Dios los separa de su vieja vida de esclavitud y muerte, los hace pasar por el Mar Rojo – símbolo de muerte – y los conduce al otro lado a una nueva vida, un nuevo nombre: ‘Israelitas’, y Dios se revela con un nuevo nombre – ‘Yahweh’. Dios establece nuevas lineas de autoridad – Moisés, los sacerdotes, los levitas, los ancianos del pueblo. La vieja vida pasó, ahora Dios forma un nuevo pueblo.

3) Dios habla con su pueblo, proveyendo su ley de sabiduría resumida en los Diez Mandamientos. Estos mandamientos son llamados ‘la ley del pacto’ (Ex. 20 – 23). El pueblo de Israel oye y toma votos de lealtad ante la palabra de Dios.

4) Dios no sólo les da su palabra, sino les provee nuevas señales y sellos de su salvación: el tabernáculo, el sacerdocio, y los sacrificios. De nuevo existen maldiciones para aquellos que desprecian su gracia otorgada por medio de estas señales, y bendiciones para aquellos que los guardan con fe.

5) Dios provee para la continuación del pacto al proveer un nuevo líder – Josué. Todo el libro de Deuteronomio es una renovación del pacto antes de entrar a la tierra de Canaan. No es de sorprenderse que en este libro encontramos el fuerte énfasis en la enseñanza de los futuros hijos en cuanto a la ley de Dios (Deut. 6).

En el Nuevo Pacto encontramos los mismos motivos:

1) Dios ‘toma’ su creación para hacer una nueva creación. Jesús toma nuestra carne para cumplir fielmente las condiciones del pacto.

2) En Cristo se cumplen todas las figuras del AT de muerte/resurrección. El pueblo de Dios es unido a Cristo, y mueren al viejo mundo y la vieja vida. La iglesia como ‘novia’ del Señor es apartada para él. Somo ‘nuevas criaturas’ en Cristo. Se les da un nuevo nombre – ‘cristianos’. Hay una nueva organización y nuevas lineas de autoridad – Cristo ahora gobierna con pastores, ancianos y diáconos (Ef 4).

3) Dios habla ‘una vez por todas’ en su Hijo (Heb 1:1-3). Hay un ‘nuevo pacto’ y un ‘nuevo mandamiento’ – el amor. Todo esto en un ‘nuevo documento de pacto’ – el ‘Nuevo Testamento’. 

4) Tenemos nuevas señales y sellos del pacto. Ya no existen los sacrificios sangrientos, sino sacramentos sin sangre – el bautismo y la Santa Cena.

5) Jesucristo provee para la continuación del pacto al mandar que se haga discípulos a las naciones, y al constituir pastores y maestros para ‘la obra del ministerio.’

Los ritos que acompañan la Santa Cena (que Jesús llama ‘La copa del nuevo pacto en su sangre’) y el Bautismo manifiestan los mismos elementos. 

1) Jesús toma el pan y da gracias, lo mismo con la copa.

2) Partió el pan y derramó la copa (haciendo separación), dándoles nuevos nombres (‘mi cuerpo y mi sangre’), y los distribuyó a sus discípulos.

3) Les habló, les enseñó mientras comían acerca de su muerte y resurrección (Juan 14-17).

4) Jesús les dijo que ‘hicieran’ lo que él hacía, así recordando su vida, muerte y resurrección en esta comida ritual.

5) Después de comer y beber, los discípulos están fortalecidos para su misión. Cantan un salmo y salen.

El bautismo, como rito de iniciación en el pacto, también muestra estos elementos:

1) El niño o adulto es llamado por Dios.

2) Es separado de su vieja vida. Dios lo aparta del viejo mundo y lo coloca dentro de su Iglesia. Unido a Cristo y su cuerpo, se le da un nuevo nombre – ‘cristiano’ – y lo coloca bajo nuevas autoridades – los pastores y ancianos.

3) Como discípulo de Cristo, la persona aprende a escuchar a Dios y su Palabra.

4) Es admitido a la cena pactal que señala su compromiso de vivir fielmente bajo Dios, y le sella las bendiciones del pacto.

5) Finalmente llega a aprender la importancia de la continuación del pacto al participar en el evangelismo, el matrimonio y criando hijos bajo la enseñanza de la Palabra.

Como Meyers comenta, hay muchas facetas más en cuanto a los pactos, como por ejemplo la forma en que los nuevos pactos desarrollan y modifican pactos anteriores. Somos llevados de ‘gloria en gloria.’Otra faceta es el carácter social de los pactos – nunca son hechos con sólo un individuo – siempre abarcan familias o comunidades de personas. Así la renovación de nuestro pacto con Dios (por ejemplo en el culto dominical) no es un acto de varios individuos, sino un pueblo que Dios toma para sí.

La liturgia y el pacto

Al recorrer el testimonio bíblico, hemos notado una consistencia en la forma que Dios se relaciona con su pueblo. Dios siempre se relaciona en pacto, y se relaciona con un pueblo. Por tanto, cuando Dios convoca a su pueblo en reunión santa de adoración, lo más natural es ver este momento como renovación de pacto entre Dios y su pueblo. Y después de milenios en que Dios se relaciona por medio de los elementos principales de pacto, lo más natural es guardar esta misma secuencia. Y esto es lo que encontramos en las liturgias históricas de la Iglesia.

1) El llamado a la adoración: Dios se acerca, toma a su pueblo y nos acerca a él.

2) La confesión y el perdón: Dios nos recuerda que nos ha separado de nuestro pecado en Cristo. Nosotros confesamos nuestros pecados, y Dios nos promete el perdón. Dios nos recuerda que llevamos un nuevo nombre, su nombre, el nombre de Cristo.

3) Lectura bíblica y el sermón: Dios nos habla por medio de su Palabra. Su pueblo afirma su fe y su obediencia al ofrecerse a sí mismo, su ofrendas y sus alabanzas.

4) La Santa Cena: Dios nos invita a celebrar, conmemorar y recordar su pacto, recibiendo la provisión de su gracia en el sacramento.

5) Bendición y despedida: Dios nos bendice y nos comisiona para extender el pacto, haciendo discípulos de todas las naciones. ¡Salimos renovados y equipados para la tarea!

Es interesante notar que Juan Calvino quería celebrar la Santa Cena cada domingo, pero los otros de la ciudad de Ginebra no querían – quizás en reacción contra la misa Católica. Sin embargo, Calvino sentía que la Cena del Señor debía acompañar la Palabra predicada. Meyers afirma que el clímax del culto – siguiendo el patrón del rito de los sacrificios en el Antiguo Testamento – es una comida de comunión en presencia de Dios.

Podríamos preguntar ¿cómo los cristianos a través de la historia llegaron prácticamente al mismo orden de culto que aquí se señala como renovación de pacto, si no había tanta consciencia del pacto. Realmente poco se encuentra sobre el culto como renovación de pacto. Seguramente, a pesar de la falta de una mayor consciencia sobre el culto, se reconocía los elementos básicos en los rituales bíblicos que no se puede obviar. Sin recurrir a categorías de ‘pacto’, se puede apreciar la forma en que Dios se relaciona con su pueblo. Además, la iglesia ha definido su culto en términos de sacrificio, y los ritos de renovación de pacto por medio de los sacrificios seguían estos patrones. Donde hay pacto, hay sacrificio. La iglesia ha ‘sentido’ que el orden natural de su culto debía presentarse en la manera que Dios establecía en la Palabra.

Tal vez la falta de apreciar la relación pactal entre Dios y la Iglesia ha contribuido a que muchas iglesias evangélicas hoy se creen con la libertad de inventar sus propias liturgias. El caos litúrgico de hoy es indicativo de lo lejos que nos hemos ido del marco bíblico. Una renovación en la iglesia hoy debe comenzar por reformar su liturgia con base en un encuentro con Dios en renovación de pacto.

Parte 2

Renovando el pacto: el culto y sacrificio

Dios se relaciona con su pueblo por medio de pacto. Para muchos hoy en día, esta verdad se ha olvidado. Muchos creen que su ‘relación’ con Jesús es una relación individual, personal, que se reduce (en los peores casos) a que Jesús los va a llevar al cielo cuando mueran porque levantaron la mano en una campaña evangelística o pasaron adelante a ‘recibir al Señor.’ En la Biblia, encontramos que Dios se relaciona con su pueblo a través de una manera formal – que se llama ‘un pacto.’ Este pacto es confirmado con un grupo, un ‘pueblo.’ En este capítulo, vemos que Dios siempre confirma su pacto por medio de un sacrificio (Gen. 8:20-9:17; Gen 15:8-18; Ex. 24:4-11; 34:15; Lev. 2:13; 24:1-8; Num. 8:19; 1 Reyes 3:15; Salmos 50:5; Lucas 22:20; Heb. 9:15, 18; 9:20; 12:24; 13:20).

La salvación consiste en que Dios nos toma en Cristo, y por medio del Espíritu Santo nos acerca y nos recibe como sacrificios vivos por medio del sacrificio perfecto de Jesucristo (Ef. 2:18, Rom. 12:1,2; Heb. 10:19-25). El pasaje en Hebreos 10:19-25 es de especial importancia con respecto a esto. Los capítulos 9 y 10 de Hebreos están mostrando cómo el sacrificio de Cristo es el sacrificio perfecto, real, final – que lava verdaderamente todos nuestros pecados. La meta de este sacrificio de Cristo, es que «nos acerquemos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura…» (Heb. 10:22). En la ley, Dios había mandado que los que se acercaran para presentar sacrificios fueran purificados y lavados con agua (Ex. 29:4; 30:18-20; 40:32). Pero no sólo los que ofrecían (los sacerdotes), sino el sacrificio también debía lavarse con agua (Ex. 29:17; Lev. 1:13; ) y aún las vasijas que se usaban en los ritos (Lev. 6:28). Ya que este pasaje en Hebreos 10 está hablando directamente acerca del servicio de adoración (el culto – Heb. 10:25), tenemos un claro ejemplo de cómo la iglesia del Nuevo Testamento entendía nuestra adoración a Dios. Era un momento de renovación de pacto por medio de sacrificios. Entramos por medio del sacrificio de Cristo, y nos presentamos a nosotros mismo como sacrificio, como ofrenda a Dios. Todo lo que representaba el sacrificio del Antiguo Testamento es cumplido en nuestra adoración hoy por medio de Cristo.

Encontramos los cinco pasos de renovación de pacto en el pasaje de Levítico 1:1-9:

1) Llamado a la adoración: Dios llama al adorador a que acerque. El adorador responde trayendo el animal apropiado (Lev. 1:1,2)

2) Confesión y perdón: El adorador pone la mano en la cabeza del animal, ‘traspasando’ su culpa. El pecador se identifica con el animal para ser sacrificado. Luego el animal es sacrificado, y su sangre separada y salpicada en todo el altar, como una presentación pública a Dios que el animal/adorador ha sido muerto (Lev. 1:3-5).

3) Consagración: Dios ordena que los sacerdotes corten el animal para prepararlo para ser colocado en el altar de Dios, para ascender a la presencia del Dios de gloria y fuego. No sólo debe morir el adorador/animal, sino debe ser preparado para entrar a la presencia de Dios (Lev. 1:6,7).

4) Comunión: El adorador, representado por el animal, asciende en fuego y humo a la presencia del Dios de gloria y fuego (recordando la nube de fuego y gloria). La ofrenda es ‘olor grato’ para Dios, su comida de comunión, se vuelve humo y fuego y es incorporado en la gloria de Dios, representado por el fuego encima del altar. Es una comida de comunión.

5) El envío: Una vez terminado el sacrificio, Dios envía el adorador con la bendición de su nombre, ahora capacitado para servirle (Nu. 6:22-27).

Dios nos acerca a sí mismo para ser purificados por ‘espada y fuego’ (Gen. 3:24; Heb. 4:12). Nuestro ‘culto racional’ ahora es presentarnos a nosotros como sacrificios vivos (Rom. 12:1,2).

Sacrificios y el culto hoy

Meyers hace una afirmación interesante con respecto al lugar del sacrificio en nuestro culto de hoy: «…debo aclarar un malentendido común entre las iglesias evangélicas de hoy. En el resto de este capítulo presentaré un argumento por la continua relevancia de los ritos sacrificiales del A.T. El camino de sacrificio no ha sido abrogado; son los sacrificios de animales que han sido abrogados» Meyers nota que en el Nuevo Testamento el lenguaje de sacrificio no se limita a la obra de Cristo en la cruz (ver Ef. 5:2;Heb. 9:26; 10:12). Mucho de lenguaje para describir la Iglesia y la vida cristiana se deriva de los rituales del tabernáculo, el templo y el sistema de sacrificios.

Es común hoy en día buscar en el culto de la sinagoga las raíces para el culto cristiano. Sin embargo, en el Nuevo Testamento hay muy poca información sobre los cultos de las sinagogas. Lo que sí encontramos es una rica dependencia de los símbolos y ritos del tabernáculo y templo del Antiguo Testamento. La adoración de la Iglesia de Cristo fue pre-figurada y simbolizada en los ritos que Dios dio a su pueblo de Israel.

En la ley Dios disponía que su pueblo adorara no sólo en Jerusalén, sino que cada Día de descanso fuera una ‘santa convocación’, una ‘fiesta’ santa (Lev. 23:1-3). Y esta ‘santa convocación’ debía ser ‘en dondequiera que habitéis’ – o sea, Dios disponía un día en Israel en que toda la nación adorara a Dios de manera decentralizada. En cada aldea y pueblo se adoraba a Dios el día sábado. Seguramente los orígenes de las sinagogas están en este mandamiento. Y al no encontrar detalles en la ley sobre lo que se debía hacer, podemos suponer que los israelitas modelaban su servicio en el rito del templo. Existe buena evidencia que para el tiempo de Philo y Josefo el culto de la sinagoga era descrito en términos del rito de templo (las oraciones eran denominadas ‘sacrificios’ y el lugar de la sinagoga era llamado ‘lugar santo’).

A pesar de que la reuniones locales y las sinagogas modelaban sus cultos en el rito del templo, no podían duplicarlo porque faltaba la fiesta y la comida sacrificial en presencia de Yahweh. El sello y el clímax de la renovación de pacto con Dios era la comida de comunión. Sin embargo, después de la muerte y resurrección de Cristo ¡la Iglesia es el templo de Dios! Y celebra en la Santa Cena ‘la fiesta’ con Yahweh (1 Cor. 5:8).Para el judío del primer siglo, el poder comer en comunión con Dios cada semana debe haber sido algo impactante. La Iglesia del Nuevo Testamento estaba maravillada de que Dios los re-creara para ser un Templo para él. Lo mencionan los apóstoles una y otra vez (1 Cor. 3:16,17; 2 Cor. 6:16; Ef. 2-22; Heb. 8:1,2; 1 Pedro 2:5; Apoc. 21:3). Cuando se reunían los primeros cristianos, comían juntos – ‘partían pan’ (Hechos 2:42, 46; 20:7, 11; 1 Cor. 5:8; 10:16-17; 11:17-34; Apoc. 3:20). La Iglesia entendió que ella era el cumplimiento de lo que era simbolizado en el los ritos del Antiguo Testamento. Los sacrificios y las fiestas de comunión ahora se cumplían en el culto cristiano. Dice Meyer,

Piedras vivas y Sacrificio: Considere el nacimiento de la Iglesia bajo el nuevo pacto el día de Pentecostés como es relatado por Hechos capítulo 2. En la vieja época, cuando la nube de gloria descendía sobre el tabernáculo o el templo, el fuego de Dios encendía la madera que estaba encima del altar para el propósito del sacrificio. Ahora en la inauguración de la nueva creación en Cristo, la nube de gloria desciende sobre el nuevo templo de Dios en Hechos 2, y el fuego de Dios es encendido por encima de las cabezas de los apóstoles, el nuevo templo humano de Dios, así capacitándolos para poder ofrecer sus vidas como sacrificios vivos (Ef. 2:1; 1 Pedro 2:5). Los animales del viejo pacto simbolizaban los seres humanos. Una vez que Jesús se ofrece a si mismo como el sacrificio humano que cumple todos los sacrificios de animales en el orden antiguo, los rituales tipológicos de animales cesan. Desde la muerte y resurrección de Cristo lo que queda es la realidad de lo que señalaban los sacrificios de animales – que los seres humanos se ofrecen a Dios. La Iglesia de Jesucristo es el Nuevo Templo, y como tal su adoración y sus ministerios son en un sentido profundo «el servicio del templo».

Este punto es reforzado si nos preguntamos sobre lo que era el propósito de los animales, los muebles, las lámparas, las varas, las cortinas, las mesas y los altares en el Antiguo Pacto? Dios realmente no estaba interesado en animales y objetos santos, ¿verdad? ¿Se complacía realmente en la grosura de bueyes y carneros quemados? ¡Por supuesto que no! Todos estos ritos señalaban algo con respecto al pueblo de Dios. El templo verdadero de Dios se compone de seres humanos (Juan 2:19; 1 Cor. 3:16; 2 Cor. 6:19; Apoc. 3:12). Las cosas no se acercan a Dios en adoración, son los seres humanos que lo hacen. ¿No es este precisamente el punto de la crítica de los profetas en relación a la apostasía de Israel? Los israelitas no aplicaban el verdadero significado de los ritos y sacrificios de los animales en su propias comunidades (Salmo 40:6; 51:16; 54:6; 66:15; Isa. 1:11; Jer. 6:20; Oseas 3:4: 4:13; 6:6; 8:13; 12:1; 13:2; Amos 4:5; 5:22).

Lo que acontece con el animal sacrificado es simbólico de lo que pasa ‘espiritualmente’ a la persona cuando Dios la acerca a sí mismo para que le adore. Sólo así podemos entender la queja de Dios en contra de que los israelitas ofrecieran meramente los sacrificios de animales. El pueblo de Israel no estaba entendiendo la verdadera relación. Ellos debieran haberse ofrecido en sacrificios vivos por medio de ofrecer los sacrificios de animales. Citando Salmo 40:6, el autor de Hebreos escribe: Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo (Hebreos 10:5). Jesús llenaba en su persona los requisitos de Dios descritos en el sistema de sacrificios. El era el verdadero y fiel Israelita quien se ofreció a sí mismo tal como era requerido. Sus hechos de obediencia, oración, y auto-sacrificio cumplían la verdadera intención de los sacrificios de animales. 

Aún antes de que viniera Jesús, algunos como David entendieron el verdadero significado de los sacrificios cuando se acercaban a Dios por medio de los sacrificios: «Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Salmo 51:16-17). Hay muchos pasajes en el Antiguo Testamento que utilizan el lenguaje de sacrificio por otras actividades que los sacrificios de animales. La conexión simbólica entre el animal/sacrificio y el adorador/humano tenía que haber sido muy conocido para el Israelita (por ejemplo, el carnero sustituía y representaba a Isaac en el altar (Gen. 22:13). Todo sacrificio de animal simbolizaba el sacrificio humano. Por ejemplo, el profeta Miqueas exhorta una forma de devoción que todo Israelita debiera haber podido discernir por medio del simbolismo de la liturgia del sacrificio de animales: «¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:6-8).

Dios no se complacía en última instancia en los animales sacrificados, cortados y quemados. Dios se complace en el sacrificio de su pueblo. Es por esto que decimos que el sacrificio fundamental de Cristo no sólo puso fin a todos los sacrificios y ofrendas, sino que ha manifestado su verdadero significado. Jesús nos muestra el camino de sacrificio – el verdadero sacrificio humano – en su vida y su muerte voluntaria en la cruz… la muerte de Cristo no sólo cumple el significado del rito sacrificial, en que sufre la ira de Dios por nuestro pecado, sino que la misma muerte junto con su resurrección y ascensión, tiene un significado sacrificial que va más allá que la satisfacción penal por los pecados. En su muerte Jesús nos muestra la forma de vivir en imitación de su auto-negación y la forma en que se dio a si mismo por los otros. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23). En unión con Cristo, su pueblo comparte su vida de sacrificio, y esto es lo que encontramos al estudiar el Nuevo Testamento.

Meyers luego señala que el lenguaje de sacrificio en el Nuevo Testamento es común. Jesucristo fue sacrificado no sólo por nosotros, sino que su sacrificio ahora se realiza en nosotros. «Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (1 Pedro 2:5 ). Este es el mismo lenguaje que el apóstol Pablo usa para describir la obra de los filipenses, cuando Pablo llama su trabajo: «el sacrificio y servicio sacerdotal [leitourgia – leitourgia] de vuestra fe» (Filipenses 2:17). La vida cristiana es descrita por Pablo en Romanos 12:1,2 en términos de sacrificio. Cuando Pablo habla aquí de ‘sacrificios vivos’, debemos entender que los sacrificios tenían un aspecto positivo, y no sólo sustitutivo, expiatorio. Una vida generosa de servicio es un ‘sacrificio’ para Dios. El autor de Hebreos le exhorta a la iglesia: «Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios» (Hebreos 13:16). En Efesios 5:2 Pablo exhorta a los cristianos a andar en amor, tal como Cristo nos amó y se ofreció a Dios como «ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante» (Ephesians 5:2). El sacrificio a Dios de parte de Cristo ahora se realiza en los cristianos cuando su amor es expresado por medio de nosotros. El sacrificio de Cristo se cumple en nosotros.

Los autores del Nuevo Testamento pensaban tanto en términos de los sacrificios del Antiguo Testamento, que Pablo aún utiliza la analogía del olor de los holocaustos. Dice en 2 Corintios 2:15,16 que ‘olemos’ bien a Dios, pero a muerte para los incrédulos. Pablo toma esto de los sacrificios, que ‘agradaban’ a Dios como ‘olor grato’ (Gen. 8:21; Ex 29:18; Lev. 1:9,13). Pablo enfatiza que somos olor grato a Dios. Pero no somos olor grato a todos, sino que somos olor a muerte para algunos. Aquí Pablo está pensando en otro olor que salía de los sacrificios, el olor espantoso de piel, pelo y sangre quemados. Unos olores eran de muerte y juicio, otros de carne cocido para saborear en comunión con Dios. El cristiano cumple los dos en este mundo.

En Hebreos 4:12 leemos que la Palabra de Dios es como espada de doble filo, y divide tuétanos y coyunturas, espíritu y alma. La imagen es del cuchillo del sacerdote que partía los pedazos del sacrificio para presentarlo a Dios. La Palabra de Dios nos prepara, separando aquellos pecados que creíamos inseparables, para presentarnos a Dios en sacrificio vivos, agradables para él.

El servicio ejemplar de los apóstoles es denominado ‘servicio sacerdotal’ (Rom. 15:16, ver Filipenses 2:17; Col. 1:24-25). La meta del ministerio de Pablo era presentar a los gentiles a Dios como ofrenda aceptable a Dios: «...para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo» (Romanos 15:16).

Los dineros ofrendados para la obra de Dios son descritos en términos de sacrificios: «Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios» (Filipenses 4:18).

Y finalmente, la adoración de la Iglesia es considerada explícitamente un sacrificio a Dios (Salmo 50:8, 14, 23; Hebreos 13:15: «Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre»). Pablo describe las oraciones en términos del humo que ascendía del altar (Apoc. 8:1-5). Y Pablo habla de la Santa Cena en términos de la Pascua (1 Cor. 5:8). Meyers señala que las imágenes y el lenguaje de la Cena toman la forma de la ofrenda de paz («Haced esto en memoria de mi»)También es de notarse que el pan y el vino son separados en la Cena, al igual que en el Antiguo Testamento, así siguiendo el patrón de los sacrificios de pacto. Cuando la Iglesia hoy participa de la Cena, encuentra que el sacrificio ya ha sido dividido, porque Cristo ya fue ofrecido. La bendición que Dios nos ofrece hoy es participar en los beneficios de su sacrificio, hecho ‘una vez por siempre’, para llegar a ser transformados en sacrificios vivos en unión con él.

Al contrario de lo que enseñan muchos evangélicos, el Nuevo Testamento no abroga los sacrificios. El sacrificio con sangre es cumplido en Cristo y por tanto ‘abrogado’. Como afirma Meyers,

«Jesucristo cumple y establece el verdadero significado y práctica de sacrificio y ofrenda. Las imágenes y ritos de ‘sacrificio’ son parte del meollo de la revelación bíblica concerniente la relación entre Dios y el hombre… En el mundo antes que viniera Cristo, la obra del Mesías y la obra de su pueblo era presentada en las estructuras simbólicas de ritos, sacrificios y lo demás – altares, utensilios, cuchillos y otros objetos. En el Nuevo Testamento los viejos símbolos de sacrificios son cumplidos por Cristo y por el creyente que es unido a Cristo por la fe. En unión con Jesús – quien se ofreció a si mismo como El Sacrificio – no sólo encontramos la expiación por nuestra culpa, sino somos formados en sacrificios aceptables a Dios mediante la fe. La promesa es que si por la fe nos ofrecemos al Padre por medio de Cristo y el Espíritu, llegaremos a ser lo que Dios tiene destinado para nosotros – hombres y mujeres re-creados a la imagen de Dios».

Parte 3

La liturgia sacrificial de renovación de pacto

La palabra ‘liturgia’ para muchos les recuerda del ritualismo Católico con elementos inventados por hombres. Las iglesias que promueven ‘la libertad del Espíritu’ se han reaccionado violentamente en contra de tal ritualismo. Como dijo un pastor: «Nunca sé lo que va a pasar en nuestros cultos. Llegamos a la expectativa de lo que va a hacer el Santo Espíritu de Dios. ¡Siempre es una sorpresa!» Estas ideas militan poderosamente en contra de un patrón consistente para culto. 

El término ‘liturgia’ viene de la palabra griega ‘leitourgia’, que se traduce ‘culto, ministerio o servicio público’. Por ejemplo, en Hechos 13:2 encontramos (Reina Valera): «Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado…» El término traducido ‘ministrando’ es del verbo ‘leitourgeo’ – ‘sirviendo, rindiendo culto al Señor’. La ‘liturgia’- es el tiempo de culto cuando la Iglesia sirve al Señor y Dios derrama su gracia. 

Otro término clave es ‘latreia’, traducido ‘servicio, culto’ y señala el servicio sacrificial que un adorador presenta a Dios (Filip. 3:3; Heb. 9:9; 10:2; 12:28). Este sacrificio es su ‘liturgia’. Por ejemplo, en Romanos 12:1 Pablo llama a los cristianos a presentar sus cuerpos en sacrificios vivos, porque este es nuestra ‘liturgia racional’ (latreia). Nuestra adoración, nuestro culto a Dios en su forma más básica es ofrecernos a nosotros mismos en sacrificio vivo. En Hebreos 9:6 el servicio que rendían los sacerdotes en el tabernáculo se llama su ‘latreia’. Se señala el elemento de sacrificio que es incluido en la ‘liturgia’ bíblica. Ahora el pueblo de Dios entero es un sacerdocio real que ofrece su ‘liturgia’ en una presentación sacrificial de sus vidas. Lo hacemos cuando «no dejamos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…» (Hebreos 10:25) sino que presentamos ante Dios nuestra ‘latreia’ como el nuevo Israel en Cristo.

Cuando los autores del Nuevo Testamento adoptan estos términos, nos están señalando que la forma en que hoy nos acercamos a Dios es la misma forma que siempre se la ha acercado su pueblo – por medio de sacrificio y de una forma prescrita por Dios. En el Antiguo Testamento no se podía variar en lo más mínimo la forma de acercarse a Dios. ¿Por que hoy creemos que de pronto el carácter de Dios ha cambiado, y que su forma de actuar en pacto ha cambiado? El Nuevo Testamento más bien nos lleva a la conclusión que al igual que en el Antiguo Testamento cuando Dios acercaba en gracia a los animales para ser sacrificados, hoy este mismo Dios nos acerca por medio de Cristo a su santa presencia. En el A.T., por medio de un animal sin defecto y con la ayuda de un mediador (sacerdote) Dios acercaba al adorador a su presencia. Hoy bajo el nuevo pacto Dios nos acerca por medio del Hijo con la ayuda del Espíritu Santo. Este es el mismo camino de sacrificio. ‘Sacrificio’ responde a la pregunta «¿Cómo podemos acercarnos a Dios?» El verbo hebreo ‘sacrificar’ u ‘ofrendar’ (qrb) se relaciona con la idea ‘acercar a algo o alguien’. Dios proveía el medio por el cual el pecador arrepentido podía acercarse a él. En la Biblia, el sacrificio no es una técnica para procurar algo de Dios, o ganar su favor – como en las religiones paganas. Dios ha dado el sacrificio en última instancia, al proveer a Cristo. Pero el camino a la presencia de Dios siempre ha sido, y es todavía hoy, el camino de sacrificio.

El camino establecido por Dios para entrar a su presencia es el camino de sacrificio. Este fue el camino de Jesucristo que por medio de su vida, muerte y resurrección llevó nuestra humanidad a participar de la vida trinitaria de Dios. Jesús se ofreció a sí mismo por el Espíritu Santo al Padre una vez por todas por su pueblo. Ahora nosotros, unidos a Jesús, seguimos el mismo camino. Por el Espíritu Santo somos llevados a la presencia del Padre unidos a Jesucristo. Esto es lo que sucede cada Día del Señor en nuestra ‘liturgia’ – nuestro ‘servicio de sacrificio’. No sólo somos unidos unos con otros en Cristo y en el Espíritu, sino que somos acercados al Padre por el Espíritu en el Hijo, al ser lavados y consagrados a Dios.

La ‘liturgia’ de la Iglesia Cristiana es por el camino de sacrificio – aún hoy. Somos acercados a la presencia de Dios por medio del Cordero perfecto de Dios. El cuchillo filoso de la Palabra de Dios, y el fuego consumidor del Espíritu Santo nos preparan para ser ofrendas aceptables a Dios. En la liturgia del pacto Dios se acerca a su pueblo en gracia, y nosotros nos sometemos voluntariamente a Dios. Esta renovación pactal sucede a través de los actos litúrgicos de confesar el pecado, dar gracias a Dios, alabar su nombre, oír su Palabra y ofrecer oraciones. Y culmina en la Cena de comunión, la Cena pactal, en la cual Dios afirma su presencia y su gracia para con nosotros. Así ha sido siempre – desde Levítico hasta hoy.

¿Realmente no sabemos lo que va a pasar en un culto? No puedo pensar en algo más desmotivador para un domingo. Seguramente con base en estas ideas es que muchos salen de culto ‘no llenos’ – porque ese día ninguna novedad sucedió. Las buenas noticias son: ¡Podemos saber con seguridad lo que va a pasar en TODOS los cultos! – porque Dios ha prometido bendecir a su pueblo que se acerca a él en la forma que él dispone. Podemos tener la absoluta seguridad de recibir la gracia y el perdón de Dios, podemos tener la absoluta seguridad de recibir en forma especial la comunión de Dios, podemos estar seguros que vamos a experimentar el gozo que proviene de ser un pueblo reconciliado con Dios – y sobre todo, podemos tener la certeza que DIOS se agrada con nuestro ‘servicio’, Dios se glorifica, Dios es exaltado. Siendo el propósito principal de nuestra existencia el de glorificar a Dios y gozar de él, nuestra ‘llenura’ en cada culto es garantizada por medio de la promesa pactal de Dios confirmada cada domingo: «Seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo».

Con base en lo visto hasta ahora, entonces, podemos entender que Dios sí nos da una liturgia para culto. El Dios de pacto se ha relacionado con su pueblo de manera consistente, y su gracia y salvación se aprecia de forma más profunda dentro de este marco. Sobre todo, la Iglesia puede estar segura que está ofreciendo sacrificios verdaderamente aceptables, cuando adora a Dios por la forma que él establece. Quizás la esterilidad y superficialidad que se encuentra en muchos grupos evangélicos tiene su origen en haberse apartado de un culto bíblico. Es común hoy en día separar la doctrina de la práctica en asuntos de culto. Se dice a menudo que la forma de adorar a Dios es algo culturalmente determinado, es algo secundario. Lógicamente la cultura tiene algo que ver – se realiza culto en cierto idioma, en lugares culturalmente apropiados, vestidos de manera culturalmente apropiada, etc. Sin embargo, dados los elementos culturales, lo que hacemos en culto y la forma de hacerlo no son cosas neutrales. Como hemos visto, Dios ha dado mucha enseñanza sobre las formas en que debemos acercarnos a él en adoración. En la relación de pacto, Dios nos ha indicado las formas apropiadas de entrar a su presencia, porque son las formas que él dispone para recibirnos, bendecirnos y capacitarnos para servicio. En este ensayo se ha sugerido que los ritos de renovación de pacto deben formar la base para nuestro acercamiento a Dios en adoración. Enseguida, ofrecemos un posible modelo para un culto basado en estos principios. 

Culto de renovación de pacto

(La bienvenida, anuncios, etc)

Entrada a la presencia de Dios – Dios acerca a su pueblo

El llamado a la adoración Salmo 100:4-5

Respuesta del pueblo – Canto en salmo, himno, y/u oración

Invocación con lecturas antifonales

Pastor: Nuestro socorro está en el nombre de Jehová

Congregación: Que hizo el cielo y la tierra

Salmo 124:8

Los ojos de todos esperan en ti

Y tú les das su comida a su tiempo

Abres tu mano

Y colmas de bendición a todo ser viviente

Salmo 145:15,16

Pastor: «Oremos»

Dios Padre Todopoderoso, tú que todo lo ves, quien conoces todo corazón, ante quien no hay cosa secreta – limpia nuestros pensamientos y corazones por tu Santo Espíritu, para perfeccionar tu amor en nosotros, y para que podamos exaltarte perfectamente por medio de Jesucristo, Amén.

La ofrenda por los pecados

El llamado a la confesión: «Amados, acerquémonos al Señor con corazón contrito, y confesemos nuestras ofensas a Dios, implorando su perdón en el santo nombre de Jesucristo».

Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, 

Y en cuyo espíritu no hay engaño. Salmo 32:2

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. 

Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú

perdonaste la maldad de mi pecado Salmo 32:5

Lectura de los 10 mandamientos (u otro pasaje que declara la voluntad de Dios)

(Oración) Dios Todopoderoso, tú quien eres rico en misericordia para con todos lo que invocan tu nombre, escucha mi clamor, que vengo en humildad, confesando mi pecado e implorando tu perdón y tu misericordia. He violado tu ley santa en mis hechos, y con los deseos pecaminosos de mi corazón. Confieso mi desobediencia, mi falta de gratitud, mi orgullo, y todas mis fallas ante ti, ante mi familia, y mis amigos. Ten misericordia de mi, Padre de misericordia, y por tu bondad permite que te pueda servir para siempre, agradándote con mi vida. Te pido esto únicamente por medio de Jesucristo, mi Salvador y Señor.

(Pastor): Ahora escuchen las buenas nuevas del Señor. Dios, nuestro Padre celestial, manifiesta su misericordia para con nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. En el nombre del Señor le declaro el perdón completo de Dios por medio de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo.

Y todo el pueblo de Dios dice: ¡Amén!

La ofrenda de ascenso

Pastor: ¡Levanten sus corazones!

Los levantamos al Señor

Demos gracias al Señor nuestro Dios

Bueno es alabar a Dios

(Oración) Bueno es alabarte, o Dios, y bendecir tu nombre en todo tiempo y todo lugar, Padre eterno y Rey fuerte. Con los ángeles del cielo, y con tu Iglesia en toda la tierra, te alabamos y exaltamos tu glorioso nombre, cantando alabanzas:

(Canto)

Lectura del Antiguo Testamento

Lectura del Nuevo Testamento

Lectura antifonal de un Salmo

Credo apostólico o Niceno 

Sermón

La ofrenda de tributo

Canto

Ofrendas

Oraciones 

Pastor: Oremos por toda la iglesia, que Dios la defienda contra todo asalto y tentación del adversario y que la guarde siempre fiel a Cristo

Congregación: Salva y defiende tu Iglesia universal, redimida con la preciosa sangre de Cristo. Danos pastores y líderes conforme a tu Espíritu Santo, fortalece tu Iglesia por tu Palabra y los sacramentos. Establece tu pueblo en la fe y las buenas obras. Santifica y unifica a los tuyos en todo el mundo para ser una sola Iglesia santa, dando testimonio de ti. Amen.

Pastor: Oremos por nuestros misioneros

Envía tu luz y tu salvación a los fines de la tierra, o Dios. Levanta siervos fieles de Cristo para tu obra en nuestro país y tierras lejanas. Otorga fuerzas y perseverancia para nuestros misioneros y evangelistas. Que puedan regocijarse en una cosecha abundante para tu nombre. Derrama tu Espíritu sobre toda carne, y apresura la venida de tu reino. En Cristo Jesús, Amén.

Pastor: Oremos por todos lo que están en posiciones de autoridad, para que podamos vivir quieta y reposadamente, en paz y honestidad.

Nuestro gran Dios de misericordia, tú que tienes en tu mano todo el poder, tú que has ordenado que los gobernantes castiguen la maldad y recompensen el bien, pedimos que dirijas al presidente de nuestro país, y a todos los que gobiernan en sus respectivos oficios, para que obren rectitud y justicia. En el nombre de Jesucristo, Amén.

Pastor: Oremos por todos los que estén afligidos o enfermos en cuerpo o en alma:

Dios de misericordia, oramos que tú consueles con tu gracia y Espíritu Santo a todo aquél que esté triste, que tenga necesidad, que esté enfermo o padezca adversidad. Recuerda a los que padecen persecución por tu nombre. Recuerda a los de nuestra congregación (nombres específicos). Consuela al anciano en su vejez. Y a todo tu pueblo comunica tu amor y gracia por Jesucristo, en cuyo nombre oramos, Amén.

Pastor: Finalmente, ofrezcamos la oración que nos enseño nuestro Señor Jesucristo:

Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos, Amén.

La ofrenda de paz

Oración de gratitud por el sacramento – La Santa Cena

Palabras de la institución del pan y vino

Distribución y comunión de la Cena del Señor

Pastor: Que Dios le fortalezca y le preserve por estos signos y sellos de nuestra salvación, para que ande en fe y obediencia. En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo,

Congregación: Amén

Canto de gratitud

Bendición (Por ejemplo, Números 6:24-26)

Doxología

Salida y saludos mutuos

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