LA TEOLOGÍA DE JONATHAN EDWARDS

Por Roberto Quiñones

Reforma Siglo XXI, Vol. 11, No. 1

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Ef. 4:11-12

El pasaje ante nuestra consideración nos habla acerca de Jesucristo y lo que él hace para su iglesia. Cristo da dones a su iglesia. Y en el contexto inmediato, Cristo ha dado a la iglesia el ministerio de la palabra. Porque son ministros de la palabra lo que Pablo enumera aquí. «Y él [Cristo] constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros». Los ministros de la palabra son dones de Dios para su iglesia. Y son ellos los encargados primariamente de la exposición y enseñanza en la iglesia de Cristo. Y el propósito de dar tales dones es la perfección de los santos. Para que ellos puedan cumplir con el ministerio al cual Dios ha llamado a cada creyente, y así edificar el cuerpo de Cristo. Fíjese que los ministros de la palabra son dados a los santos. En otras palabras, son dados a la iglesia visible universal. Aunque cada ministro es instalado en una iglesia en particular y responde por esa iglesia en particular, aún así cada ministro de la palabra es dado como ministro a todo santo. El ministerio de la palabra y los ministros de la palabra son dados para la perfección de los santos de todo lugar y tiempo.

Es por eso que podemos aprender de las enseñanzas de todo fiel ministro de Dios, sea éste de otra denominación o de otro tiempo, porque él es dado a la iglesia de Cristo para todo lugar y época.

Es un gran hombre de Dios, un fiel ministro y maestro de la palabra, que ocupa nuestra atención aquí. Nos toca considerar la teología de Jonathan Edwards.

Jonathan Edwards nació el cinco de octubre de 1703. Pero, ¿Por qué es importante este ministro de Dios? Porque él fue y es un gran don de Dios para su iglesia. Jonathan Edwards es considerado como tal vez el más grande filósofo que ha dado la nación americana. Y sobre todo como uno de los más grande teólogos y maestros dado por Dios a toda la iglesia cristiana por espacio de dos mil años. Tristemente, para nuestra desgracia y pobreza espiritual este hombre de Dios permanece desconocido por la mayoría de los protestantes, no sólo en Latinoamérica, sino por todo el mundo. Menospreciar los dones de Dios a su iglesia es rechazar la sabiduría de Dios y menospreciar su bondad.

Por eso nos servirá este pequeño repaso de la teología de este erudito teólogo y ministro de Dios. 

La Armonía entre la razón y la revelación 

Jonathan Edwards estaría de acuerdo con Gordón Clark en traducir Jn. 1:1 de la siguiente manera: «En el principio fue la Lógica, y la Lógica fue con Dios, y la Lógica era Dios». No que la lógica es antes que Dios sino que la lógica es esencial al ser de Dios. Cualquier traducción de este versículo que elimine el aspecto racional e intelectual de la palabra Verbo [logos] es una falsa traducción. El estudio de la lógica es fundamental al cristianismo.

¡Cuánto hoy día la iglesia necesita de esta enseñanza bíblica! El cristianismo del siglo 21 ha abrazado la mentalidad de la irracionalidad. Dicen por ahí: «No me hables de doctrina; háblame del amor. No soporto un sermón expositivo; quiero danzas, drama, pantomimas, algo nuevo y divertido para venir a la iglesia. No hables de lógica, porque la lógica no tiene nada que ver con Cristo. ¡Ah, siempre predicando de doctrina, doctrina, doctrina, parece que no tienen otra cosa que decir!»

De Jonathan Edwards podemos aprender que hay una perfecta armonía entre la razón y la revelación. La Biblia y su verdad no contradice los principios de la lógica. Todo lo contrario. La Biblia afirma esta verdad.

¿Por qué? Porque Dios es un ser de absoluta racionalidad. ¡Dios piensa! Y a menos que pensemos que Dios no piensa coherentemente debemos postular que Dios piensa lógicamente.

De aquí que toda su revelación es coherente y lógica. No hay ninguna doctrina que sea contraria a la razón, aunque hay doctrinas que son sobre la razón.

Reconocemos la insuficiencia de la razón como sustituto para la revelación. La razón, aunque no es contraria a la revelación, tiene sus límites. No tiene la capacidad de entender exhaustivamente a Dios, ni de descubrir aquellas verdades esenciales para la salvación como: la Trinidad, la encarnación, etc. Aunque para Edwards, la Trinidad es una verdad visible a la desnuda razón.

Edwards rechazó la teología de la paradoja. Para la Neoortodoxia, la contradicción es la marca del cristianismo. Para Edwards es la marca de lo absurdo y de la impiedad. Son los hombres impíos y no los sabios los que son inconsistentes: «Los impíos son inconsistentes consigo mismo». Edwards rechazó, como debemos nosotros rechazar, la idea que toda doctrina de la Biblia termina en paradoja. Pero ¿qué es una paradoja? Según el diccionario de la Real Academia la paradoja es una «Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción». Son frases y expresiones que envuelven contradicción. Decir que toda doctrina termina en paradoja es decir que toda doctrina termina en expresiones contradictorias. Si ese es el caso, es evidencia, no de que la Biblia es inspirada, sino de que no lo es. Esa no es la enseñanza de la Biblia. Hay una perfecta armonía entre la razón y la revelación. 

El cristianismo no es irracional. Los principios de la lógica no son contra el cristianismo. El principio de la no contradicción, de la antítesis, de la ley de identidad y la ley del intermedio excluido, etc. son principios de lógica reconocidos en la Biblia. Cada palabra de la biblia justifica y prueba los principios básicos de la lógica humana. Cuando leemos en la biblia que David fue rey de Israel ¿qué entendemos por ello, sino que David fue rey de Israel y no el primer ministro de Inglaterra, ni el gobernador de Puerto Rico? Cada palabra tiene su significado y definición y no otro. He ahí un principio básico de lógica; que cada palabra significa lo que es.

Hay integración entre la razón y la Biblia 

Tristemente el cristianismo moderno y los cristianos han abrazado la irracionalidad. No les gusta leer. Un cristiano que no le guste leer es una contradicción. Porque Cristo mismo les ha llamado a escudriñar las Escrituras. Y para cumplir el mandato de Cristo es necesario que la iglesia sepa los principios básicos de interpretación. Los cristianos deben utilizar los diccionarios bíblicos, conocer la geografía de la biblia, la historia de la biblia, usar los principios mismos de la lógica y ser un constante lector en dependencia del Espíritu Santo. De lo contrario mutilaremos el mensaje de la palabra de Dios.

La Necesidad de un Cristianismo Apologético

Para ser luz y sal debemos ser teólogos y apologistas. El método evangelístico moderno por parte de los evangélicos es uno simplista. Se olvida que nos enfrentamos con un hombre moderno. Con un hombre que piensa bien distinto al hombre de hace cien años atrás. 

Hace cien años atrás, el hombre, aunque no cristiano, pensaba que hay verdades absolutas. Que a través del uso del lenguaje podemos comunicar verdad. 

Pero el hombre moderno del siglo 21 no piensa así. Piensa que todo es relativo. Nada es seguro. Que no podemos conocer la verdad. Es más, no hay verdad alguna sino distintos puntos de vista. No podemos llegar a la verdad porque no existe. 

Si esto es así es importante que la iglesia entienda que en su evangelismo no sólo es llamado por los tiempos a defender el cristianismo de las religiones falsas y las doctrinas falsas, sino que es llamada a justificar y probar que el verdadero conocimiento es posible. Que a través del lenguaje podemos arribar a un conocimiento verdadero. Que la verdad es alcanzable. Y esto debe ser expuesto antes de presentar el corazón del evangelio. 

Nuestra tarea evangelística será estorbada si no hacemos un pre-evangelismo. Tenemos que probar que el hombre puede conocer la verdad y que podemos conocer la verdad porque la Verdad misma nos ha creado a su imagen y semejanza. 

Es necesario además que entendamos que el hombre moderno está doblemente perdido. Está perdido por el pecado. Pero además está perdido existencialmente. A él se le ha enseñado que el ser humano es meramente un animal. Con el mismo valor que un mismo animal. La vida y su vida es de poco valor. Tenemos que enseñarles que todo ser humano por ser ser humano es de un valor incalculable. La vida humana sobrepasa en valor y dignidad a la vida animal. Aunque caído y totalmente depravado es aún un ser creado a la imagen de Dios.

La iglesia es llamada a probar la existencia de Dios y no meramente a asumir que Dios existe. ¿Cómo podemos presentar a Jesús como el único salvador del pecado si no hemos probado que el hombre es pecador? ¿Cómo podemos probar que el hombre es pecador si no hemos probado que esa es la enseñanza bíblica? Y ¿Cómo podemos probar que la verdad contenida en la Biblia es la verdad a menos que hayamos probado que es el producto divino? Y ¿Cómo podemos probar que ella es divina si no hemos probado que Dios existe? Debemos presentar evidencias por el cristianismo y no meramente asumir el cristianismo. Jonathan Edwards no era presuposicionalista. Edwards creía en la necesidad de probar la existencia de Dios como un prerequisito para evangelizar efectivamente. A eso está llamada la iglesia del siglo 21 a hacer.

Los 5 puntos del calvinismo como medio de evangelismo

Edwards fue un predicador sólido. Él predicó sobre todo tema, tópico y doctrina de las Escrituras. Porque este es el llamado de Dios de predicar todo el consejo de Dios. 

Predicó exponiendo las Escrituras del Antiguo Testamento y extrajo doctrina y fe del Antiguo Testamento.

Pero él predicó los cinco puntos del calvinismo como mensaje evangelístico.

Predestinación y reprobación fueron predicadas desde el púlpito. En su sermón sobre Ro. 9:18 Edwards dijo: «Dios puede, otorgar salvación sobre alguno de los hijos de los hombres o rechazar otorgarla sin perjuicio alguno a la gloria de sus atributos».

Sus sermones evangelísticos fueron sermones extremadamente doctrinales. Él predicó las doctrinas distintivas del calvinismo. Edwards pensó que esencial a todo verdadero avivamiento era predicar no sólo los principios esenciales evangélicos sino las doctrinas particularistas del calvinismo. Porque el calvinismo no es otra cosa que el evangelio bíblico.

Durante el Gran Avivamiento del siglo 18, Edwards predicó sermones tales como: «La Doctrina de la justificación por la fe», «Pecadores en las manos de un Dios airado», « Las marcas distin- tivas de una obra del Espíritu de Dios», «Dios es soberano en la obra de conversión», «Cuando estos que buscan a Cristo celosamente le encuentran, tienen razón para regocijarse con un gozo excesivamente grande», entre otros.

Edwards señaló que fueron sus sermones en los cuales se enfatizó la soberanía de Dios los cuales Dios bendijo con mayor conversiones.

Porque, ¿qué es predicar los cinco puntos del calvinismo sino decirle al mundo que son pecadores y herederos del infierno e incapaces de salvarse por sí mismos; que la salvación es de Jehová y no del hombre; que la obra de salvación de Cristo es perfecta y cumple el fin por el cual la efectuó: salvar a su pueblo de todos sus pecados; que necesitamos el poder omnipotente del Espíritu Santo para conversión porque vemos que somos impotentes para la misma; y por último que Dios se propone y logra que todos sus hijos lleguen a casa sanos y salvos porque la salvación es de Jehová? Debemos predicar y aprender los cinco puntos del calvinismo porque en la medida que los conozcamos con profundidad entenderemos el corazón del evangelio. 

El lugar de los afectos en la vida cristiana. 

Edwards escribió: «La verdadera religión, en gran parte, consiste en santas afecciones, santos deseos e inclinaciones. La verdadera religión no consiste en un débil, frío y opaco deseo por Dios. No consiste en deseos sin vida que se elevan un poco sobre el nivel de la mera indiferencia. Sino que el cristianismo consiste, en gran medida, en vigorosos y vivos actos de la inclinación y voluntad del alma, o fervientes ejercicios del corazón». 

Dios requiere de nosotros que le sirvamos con pasión y no con un corazón frío. Y él ha declarado que los tibios él los vomitará de su boca. Esto deja mucho que decir del cristianismo moderno, un cristianismo con débiles deseos y anhelos por el Señor. Donde faltar a la iglesia por ir a la playa, pasar los días sin orar o leer la biblia, donde el no enseñarle el catecismo a los hijos o a mí mismo es algo común en muchos profesantes cristianos. ¡Con cuánta frialdad se adora a Dios aún en las iglesias donde sea hace mucho ruido! Olvidando que la verdadera religión no consiste en el ruido que se hace sino en la consagración del corazón y la diligencia y sinceridad con que se sirve a Dios y al prójimo. 

En Ro. 12:11, Dios demanda que seamos fervientes en espíritu. Y en Dt. 10:12 que le sirvamos con todo el corazón, y con toda nuestra alma. Dios no puede demandar menos que esto. Si nosotros no somos fervientes en nuestra religión, y nuestras voluntades e inclinaciones no son fuertemente ejercidas, no somos nada, dijo Edwards. 

En 2 Ti. 3:5, la verdadera religión es llamada el «poder de la piedad» distinguida ésta de la mera «forma de la piedad». Fíjate en el término de vigor usado por Pablo. Es llamado poder. El Espíritu de Dios es un Espíritu de santas afecciones o deseos y por tanto en 2 Ti. 1:7 es dado a todo creyente como un espíritu de poder, de amor y de dominio propio. Los creyentes son bautizados con el Espíritu Santo y fuego, en señal del poder y fervor y pureza de sus afectos por Dios. 

¿Con cuánto fervor le sirves al Señor? ¿Cuán frío o tibio le adoras? Si esa es tu condición quiero que sepas que no andas bien con el Señor. Arrepiéntete y busca su rostro en Cristo Jesús. 

La Relación entre la justificación y la santificación

Jonathan Edwards creía firmemente en la necesidad de las buenas obras para la salvación. Es más, él creía en la necesidad de las buenas obras para la justificación.

La condición del nuevo pacto para la justificación es la misma que la del pacto de obras: obediencia perfecta. El nuevo pacto tiene su fundamento en el pacto de obras que Cristo vino a cumplir en el lugar de su pueblo.

¿Qué queremos decir con esto? Edwards creía firmemente que nuestra salvación reside única y exclusivamente en Jesucristo. Ni siquiera es la fe la condición de justificación, en un sentido, sino la justicia de Cristo; los méritos de su obediencia y muerte sacrificial. Es porque Jesús cumplió todas las exigencias del pacto de gracia por nosotros, sus elegidos, que nuestra salvación reside, no en la fe, sino en la persona y obra de Jesucristo. 

No son nuestras buenas obras la base y fundamento del perdón de nuestros pecados. Dios no perdona los pecados de un pecador por sus obras de justicia, por su piedad o cualquier virtud evangélica hecha por sus vidas. Ni siquiera por obras de justicia hechas por nosotros para la gloria de Dios y hechas en el poder del Espíritu Santo. Esas obras no pueden comprar la salvación, ni merecer la salvación. Porque por las obras de la ley ninguna carne será justificada. 

Toda la santidad que puedas tener y las buenas obras que puedas realizar nada de eso logrará merecer el perdón de pecados y la adquisición de un título a la vida eterna. Necesitas la justicia de Cristo. Necesitas que se acredite a tu cuenta la obediencia activa y pasiva de Cristo; su justicia. Necesitas poseer a Cristo. Sin poseer a Cristo y su justicia jamás heredarás el reino de los cielos, aunque hayas vivido una vida ejemplar en medio de la iglesia de Cristo. Sólo Cristo nos salva. Sólo su sangre nos limpia de pecados. Y sólo son salvos los que poseen a Jesús. Los que están unidos a Jesús. 

Pero Edwards enfatizó que a la luz de la Biblia uno posee a Cristo y se hace uno con él para la justificación de su alma a través de una fe viva. Una fe que obra. Una fe que inmediatamente obra. Creemos en la justificación por la fe solamente y no por las obras de la ley. Pero creemos que sólo una fe viva es la fe que nos une a aquel que nos salva. No toda fe en Cristo une a una persona a Jesús para salvación. La fe histórica no une a Cristo para salvación. La fe milagrosa no une un alma a Cristo y lo hace un planta con él para justificación. Ni la fe temporera, de aquellos que creen por un tiempo y nada más, les salva. Sólo una fe viva que obra, es la fe que nos une a Cristo para salvación. Es por eso que decimos que las buenas obras son necesarias para la salvación porque aunque no somos salvos por las obras nadie es salvo sin obras, ordinariamente hablando. 

No debemos separar la justificación de la santificación. Hoy día esto es lo que se hace. Hoy se separa la justificación de la santificación. Debemos distinguirlas pero no separarlas. Porque cuando se enseña que nuestras buenas obras son dejadas a la libertad del creyente, y que son una opción del creyente, o como dicen los dispensacionalistas que éstas se manifestarán eventualmente en el creyente, entonces hemos falsificado el evangelio. No podemos hablar de justificación sin hablar de santificación. Nadie debe esperar heredar el reino de los cielos si no hay santificación en sus vidas evidenciada por las buenas obras. Que esta es la enseñanza bíblica lo vemos en varios pasajes: 

1. Mt.7:22eselquehacelavoluntaddelPadrequienessalvo. Acaso dice Cristo que somos salvos por las obras. No, jamás. Pero jamás conocemos la fe salvadora sino por sus frutos de justicia.

2. Mt. 19:16-22 ¿Qué haré para heredar la vida eterna? Los mandamientos sabes. Acaso enseña que somos salvos por las obras. Jamás. Pero nadie debe esperar salvación si no obra por amor a Dios, porque ellas son la evidencia de ser ya salvos. Esa es la enseñanza bíblica. Y esa es la enseñanza de la teología reformada. Veamos: 

5. Witsius: «Ninguna fe justifica sino la que es viva y fructífera en buenas obras». 

6. A.A. Hodge: «¿En qué sentido son las buenas obras necesarias para la salvación? Como los frutos necesarios e invariables, tanto del cambio de relación cumplido en la justificación y el cambio de naturaleza cumplido en regeneración, aunque nunca como la base meritoria o condiciones de nuestra salvación». 

7. Turretin:«¿Sonlasbuenasobrasnecesariaparalasalvación? Nosotros, los reformados, lo afirmamos… Aunque podemos decir que las obras no contribuyen en nada para la adquisición de la salvación, todavía deben ser considerada necesarias para el alcanzar de ésta, así que ninguno puede ser salvo sin éstas [en el sentido ordinario]». 

8. Heppe: Petrus Van Mastricht «Los reformados, niegan la necesidad de buenas obras para obtener el derecho a la vida eterna. Ciertamente si hechas [las buenas obras] con esta intención [de obtener el derecho a la vida eterna] decimos que en consecuencia éstas son actualmente malas y perniciosas. Pero declaran [los reformados] que ellas [las buenas obras] son necesarias por prescripción divina para el recibir la posesión de la vida, como condiciones sin las cuales Dios rechaza otorgar salvación sobre nosotros». 

9. CFW:«[Las]buenas obras,son los frutos y evidencias de una fe viva y verdadera»; «La fe, que así recibe y descansa en Cristo y en su justicia, es el único instrumento de justificación; aunque no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada por todas las otras gracias salvadoras, y no es fe muerta, sino que obra por el amor». 

¡Cuánto necesitamos entender esta gran verdad! Cuando la iglesia ha sido pobre en buenas obras producto de una distorsión de la doctrina bíblica de la justificación por la fe. Se nos acusó desde el principio que nuestra doctrina de «sola fide» promovería la inmoralidad y la ausencia de buenas obras. La doctrina correctamente entendida jamás promueve tal cosa. Nadie debe esperar heredar el reino de los cielos sino aquellos quienes Dios ha perdonado sus pecados por la fe y lo han probado con una vida de santidad. 

Conclusión 

Pero todo esto nos debe llevar a Jesucristo. Sólo él ha muerto por nuestros pecados. Jonathan Edwards no murió por mí. No somos salvos por Edwards, sino por Cristo. Y lo grande de Edwards no era él, sino las marcas de Cristo en su vida. 

Sólo los que aman al Señor Jesucristo verán la gloria eterna. No importa cuanto conoces de teología reformada si no conoces a Jesús y el poder de su resurrección nada de lo que sabes te servirá para algo. Para nosotros Cristo lo es todo y el mundo y los hombre son nada. Pueden quitarme el mundo y aún mi dignidad pero no me quiten a mi glorioso Salvador. Él lo es todo en nuestras vidas y sin él la vida no es nada. Dame a Cristo aunque me quites todo. 

Y el evangelio que debemos predicar y en el que debemos vivir es el evangelio del Hijo de Dios quien siendo igual a Dios se hizo hombre y murió por nuestros pecados comprando eterna redención para todo aquel que en él cree. A Dios sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por siempre. Amén.

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