PRINCIPIOS PARA UNA EVANGELIZACIÓN BÍBLICA: UN ESTUDIO DE CASO DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Por Maynor Agüero Obregón

Reforma Siglo XXI, Vol. 15, No. 2

1. INTRODUCCIÓN

La evangelización ha sido uno de los temas que la Iglesia de Cristo ha tratado durante el tiempo que tiene de existencia. En los últimos cincuenta años, se han realizado tres congresos para la evangelización mundial, dirigidos por el Movimiento de Lausana, que los celebró en 1974, 1989 y 2010. En nuestra América Latina, los CLADE (Congresos Latinoamericano de Evangelización), que se han celebrado cinco (1969, 1979, 1992, 2000 y 2012) han sido otro gran esfuerzo por reflexionar, motivar, desafiar y movilizar a la Iglesia a la evangelización de su contexto. De todo esto, hay una gran cantidad de material, libros y estudios desde el que se puede seguir reflexionando para actuar en el tema de la evangelización.

Y a manera de introducción al tema, aquí está uno de los puntos del Pacto de Lausana de 1974, documento base para encontrar criterios claros para una evangelización bíblica, comprometida, integral y contextual, que es a lo que apuntamos en este artículo.

Afirmamos que Cristo envía a los redimidos al mundo así como el Padre lo envió a Él, y que ello exige una similar penetración profunda y costosa en el mundo. Necesitamos salir de nuestros guetos eclesiásticos y penetrar en la sociedad no cristiana. En la misión de la Iglesia, que es misión de servicio sacrificial, la evangelización ocupa el primer lugar. La evangelización mundial requiere que toda la Iglesia lleve todo el Evangelio a todo el mundo. La Iglesia está en el corazón mismo del propósito cósmico de Dios y es el instrumento que Él ha designado para la difusión del Evangelio. Pero una Iglesia que predica la cruz debe estar ella misma marcada por la cruz. Se convierte en una piedra de tropiezo para la evangelización cuando traiciona al Evangelio o carece de una fe viva en Dios, un genuino amor a los hombres, o una escrupulosa honradez en todas las cosas, incluyendo la promoción y las finanzas. La Iglesia es la comunidad del Pueblo de Dios, más bien que una institución, y no debe identificarse con una cultura, sistema social o político, o ideología humana particular.

El siguiente estudio, es un esfuerzo por extraer los principios fundamentales que la Iglesia contemporánea debe considerar, para garantizar que su discurso evangelizador sea estrictamente conforme parámetros bíblicos. Tomaremos como base un estudio del libro de los Hechos, desde donde exploraremos la forma en que los primeros creyentes evangelizaron en su contexto. No es un esfuerzo por imitar los métodos que usaron, sino un estudio para comprender los principios que rigieron su estilo de vida y forma de evangelización.

Iniciamos con la clave hermenéutica que nos ayudará a comprender cómo interpretar el resto del libro de los Hechos, y hacer las respectivas aplicaciones. Seguido, explicaremos los tres aspectos de los principios fundamentales de la evangelización que la Iglesia del libro de los Hechos realizó, como comunidad. Estos aspectos de la vida comunitaria de la Iglesia novatestamentaria son:

  1. Como Iglesia fueron testigos de Cristo al ser la comunidad de testigos.
  2. Como Iglesia fueron testigos de Cristo, al demostrar  el poder del Espíritu Santo al atender las necesidades del pueblo.
  3. Como Iglesia fueron testigos de Cristo al proclamar el Evangelio de salvación.

Cada uno de estos aspectos, ser, hacer y decir, señalan principios fundamentales que toda comunidad cristiana debe seguir si desea ser fiel a los principios de la evangelización bíblica.

2. CLAVE HERMENÉUTICA

Lo primero que afirmaremos es cómo se entiende y practica la evangelización, según el escrito de los Hechos. En Hechos 1:8 está la clave hermenéutica para comprender el resto del libro:

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Las dos palabras claves, que debemos comprender bien son: poder y testigos. El resto del libro de Hechos es el relato de cómo reciben el poder del Espíritu Santo y son testigos de Cristo en el mundo. Esto nos indica que la evangelización es la consecuencia de ser llenos del Espíritu de Dios; sin Él no hay una verdadera evangelización. La efectividad de la evangelización está relacionada con el nivel de dependencia de Dios y desarrollo de nuestra espiritualidad, tanto a nivel personal como congregacional.

2.1 Recibiréis poder

El término poder (δύναμις)1 se asocia a una intervención divina sobre los discípulos para que cumplan la misión que se les encomienda. “Los apóstoles habían de recibir poder de arriba, mediante el Espíritu Santo, para predicar el Evangelio y confirmarlo con milagros”;2 así, que para que realizaran la encomienda dada, requerirían de la dotación sobrenatural del Espíritu Santo. “Es el poder de la propia presencia de Cristo por el Espíritu, una dotación especial de poder…, que conduce a curaciones así como a predicar con poder”.3 Sin esta dotación del Espíritu, no podrían ser testigos.

De ahí la importancia en la evangelización de la dependencia del Señor para ser fortalecidos para actuar. “Este fortalecimiento asume la forma de apoyo, y por lo tanto se comprende no en función de una fuerza mágica, sino en función de una relación personal entre Cristo y su siervo”.4

La meta sigue siendo una comunidad de testigos, funda- mentada sobre el poder salvador de Dios, que sirve a un mundo sumergido en la desesperanza y la debilidad, en caos y pecado, un mundo necesitado de la gracia y el poder de Dios. Ahí es donde la Iglesia necesita el poder de Dios para ser testigo.

2.2 Seréis testigos

Ahora, veamos la palabra testigo. Jesús les dice a sus discípulos que deben ser testigos (μάρτυς)5, y el resto del libro de Hechos es el relato de cómo ellos fueron testigos de Jesús, desde Jerusalén hasta lo último de la tierra.

Comienza en Jerusalén y termina en Roma; desde el corazón de la fe de Israel (el templo) hasta el corazón del mundo de las naciones. Eses es el gran arco que constituye el avance geográfico y la dinámica teológica del informe de Lucas de las cosas que se han cumplido entre nosotros.6

Estos discípulos comprendieron que la evangelización consistía en ser testigo de Jesús. El Diccionario de Kittel nos ayuda a comprender la forma como era utilizado el término en el libro de los Hechos.

El uso que le da Lucas abarca el testimonio de hechos referentes a Jesús que se conocen directamente. Pero este testimonio sólo puede darse si se aprecia el significado de los hechos de modo que el testimonio asume la forma del creer, la confesión evangelística. Puesto que el Evangelio es una revelación histórica, el testimonio de los hechos y el testimonio de la verdad son lo mismo. Lo que está en juego son hechos, no ideas ni mitos. Los que dan testimonio de estos hechos los han vivido. También, los han comprendido.7

Cabe destacar, que de las 34 veces que se utiliza el vocablo testigo (μάρτυς) en todo el Nuevo Testamento, 13 veces aparece en el libro de los Hechos, lo que hace pensar en la importancia del cumplimiento de la misión que Jesús le asigna a sus discípulos: ser testigos. Para el escritor, los discípulos fueron llamados a proclamar y a ser testigos. Esto último está expresado directamente en segunda persona: “Y vosotros sois testigos de estas cosas” (Lucas 24:48),8 señalando el propósito del Evangelio predicado por los apóstoles, el cual es kerigmático y misionero;9 es kerigmático porque hay una proclamación o anuncio del Reino de Dios, y es misionero, porque los discípulos fueron testigos de la manifestación del Reino de Dios, y lo llevaron a todas partes adonde ellos iban.

Ahora, que tenemos claro ambos términos y su implicación teológica; pasemos a contestar la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los principios fundamentales que caracterizaron la evangelización de la Iglesia del libro de los Hechos, enmarcada por la clave hermenéutica de Hechos 1:8? Ya se ha considerado que la evangelización que los apóstoles y los primeros discípulos hicieron fue una evangelización de ser testigos. Ahora, describamos los tres aspectos y los principios que practicaron estos cristianos para realizar una labor evangelizadora impactante en el Imperio Romano.

3. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES AL SER LA COMUNIDAD DE TESTIGOS

Lo primero que veremos, es la formación de la comunidad de testigos. Obsérvese que la promesa del Espíritu Santo es para ser testigos (Hechos 1:8), y al cumplirse, lo hace formando la comunidad de testigos (Hechos 2): la Iglesia. Así como un cuerpo sin aliento es un cadáver, la Iglesia sin el Espíritu está muerta.10 El descenso del Espíritu de Dios, sobre las 120 personas es el nacimiento de la Iglesia de Cristo, es el inicio de la era del Espíritu, donde dicha comunidad llevaría el mensaje del Evangelio a todo el mundo.

La vivencia de la Iglesia primitiva (Hechos 1:14; 2:1, 43-47; 4:24, 32-37; 5:12-13; 13:2-3), descrita por el evan- gelista, Lucas, nos ayudará a comprender algunos de los principios fundamentales que practicaron, mostrándose como una comunidad de testigos, evangelizando a todo el mundo antiguo. Los principios que mostraron como comunidad son cuatro y los veremos a continuación:

3.1 Unidad

“Todos éstos perseveraban unánimes” (Hechos 1.14)

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2.1).

“Y perseverando unánimes cada día en el templo” (Hechos 2:46).

“Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios” (Hechos 4:24).

“Y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón” (Hechos 5:13).

El término unánimes, del griego jomothumadon,11 significa común acuerdo o a una, señalando que la comunidad de creyentes era unidad. Tenían un mutuo acuerdo para orar al Señor y hacer las cosas que se necesitaban para la sana vivencia de ellos, como grupo. El expositor bíblico inglés, John Stott, hace el siguiente comentario de la palabra unánimes: Puede significar que los discípulos se reunían en el mismo lugar, o que estaban haciendo lo mismo, es decir orando. Pero más adelante describe tanto la oración unidad (Hechos 4:24), como una decisión unánime (de común acuerdo, Hechos 15:25), de manera que la unanimidad a la que se alude parecería ir más allá de meras asambleas y actividades, a un acuerdo acerca de aquello por lo cual oraban. Oraban con un mismo sentir o propósito o impulso.12

La unidad es básica para todo lo demás; sin ella, no se puede demostrar el amor de Dios ni mucho menos proclamarlo. Aquí vemos un cumplimiento de la oración de Jesús: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” ( Juan 17:20-21). Es en la unidad de la comunidad de testigos, que podemos dar más gloria a Dios y testimonio al mundo, de que Jesús fue enviado por el Padre, a cumplir la obra redentora.

La primera comunidad de creyentes evangelizaron siendo uno, como discípulos de Cristo Jesús. En Hechos se describe cómo lo hicieron; así lo escribe el comentarista puritano Matthew Henry: “Esta nota de comunión unánime se percibe a lo largo de todo el libro”.13 La unidad caracterizó la evangelización de la Iglesia de Hechos.

La unidad de la comunidad de fe es fundamental para ser testigos de la obra de Cristo y así, lograr evangelizar el mundo.

3.2 Crecimiento espiritual

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles” Hechos 2:41-42).

“Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5:42).

“Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7).

“Y se congregaron allí todo un año con la Iglesia, y enseñaron a mucha gente” (Hechos 11:26).

En estos pasajes, observamos cómo la comunidad de discípulos creció en la enseñanza de los apóstoles y la Palabra   de Dios. Esto provocó el aumento del número de nuevos discípulos. Este aumento de discípulos, era el resultado del evangelismo y el discipulado, centrado en las Escrituras, que los apóstoles enseñaron a la comunidad de testigos. Así, lo explica el profesor Horton, en su  comentario del  libro de Hechos:

Nos muestra que el discipulado incluye esta especie de deseo ferviente por aprender más sobre Jesús y sobre la Palabra de Dios. Había comunión en la enseñanza. No era simplemente el hecho de reunirse. Era compartir los propósitos de la Iglesia, su mensaje y su obra. Como en 1 Juan 1:3; la Palabra, tal como había sido testificada por la enseñanza de los apóstoles, creó esta comunión, una comunión que no solo era con los apóstoles, sino también con el Padre y con el Hijo.14

La comunidad de discípulos fueron fieles a las Escrituras del Antiguo Testamento, comprometidos con las palabras de Jesús y enseñanzas de los apóstoles; y así, dieron testimonio del poder transformador del Evangelio del Reino de Dios.

El crecimiento espiritual es vital para toda comunidad de testigos que desee evangelizar al mundo, con el poder transformador del Evangelio de Cristo.

3.3 Amor

“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas” (Hechos 2:44)

“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32)

“Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea” (Hechos 11:29)

Por estos pasajes, es notorio que la comunidad de creyentes, caracterizada por la unidad y el crecimiento, forjaron relaciones de amor los unos por los otros. Eso lo vemos en declaraciones como que “eran de un corazón y un alma”, donde las necesidades de unos eran atendidas por la misma comunidad, “tenían en común todas las cosas”, “ninguno decía ser suyo propio nada”. Ellos llevaron a acciones concretas el amor que se tenían los unos a los otros; como el mismo Jesús lo había dicho: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” ( Juan 13:35).

¿Cómo debemos comprender esta expresión de amor mutuo, de estos discípulos? ¿Debemos, literalmente, seguir su ejemplo, despojándonos de nuestras propiedades para expresar el amor a otros hermanos? El comentarista bíblico, John Stott, nos explica “que incluso en Jerusalén la idea de compartir propiedades y posesiones fue voluntario”,15 porque todavía había discípulos que tenían sus casas, ya que compartían el pan de casa en casa (Hechos 2:46). Así que era voluntario, para expresar amor y generosidad con las necesidades que se tenían en la misma comunidad. El Dr. Stott, concluye su comentario:

También vale la pena notar que el tiempo de ambos verbos en el versículo 45 es el imperfecto, lo cual indica que las ventas y las entregas eran ocasionales, como respuestas a necesidades concretas, no de una vez y para siempre… al mismo tiempo, si bien las ventas y la participación eran y son voluntarias, y todo cristiano tiene que adoptar decisiones a conciencia ante Dios en este tema, todos somos llamados a la generosidad, especialmente hacia los pobres y necesitados… Es parte de la responsabilidad de los creyentes llenos del Espíritu aliviar la necesidad y abolir la indigencia en la nueva comunidad de Jesús.16

El amor es el pegamento de la comunidad de testigos, que desee evidenciar el amor de Dios al mundo, porque deben amarse los unos a los otros.

3.4 Adoraban

“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego” (Hechos 1:14)… “Y perseveraban…en el partimiento del pan y en las oraciones”

“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración” (Hechos 3.1)…

“Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6:4)…

“pero la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5).

La comunión de testigos, no solo expresaban el amor los unos hacia los otros; también, expresaban amor hacia Dios, en la adoración corporativos que tenían. Ya sea en el templo o en las casas, cuando la comunidad de creyentes se reunía, era para adorar en espíritu y verdad. Ellos fueron los primeros en cumplir las palabras de nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” ( Juan 4:23-24).

La adoración es una de las características de una comunidad que evangeliza, porque no se puede evangelizar ni orar en común, sino con los que tienen una misma fe y un mismo amor.17 Así, la comunidad de discípulos estaba continuamente orando al Señor. Hay que reconocer que la alabanza a Dios no era un elemento nuevo, sino que la oración sincera a Dios inicia por la alabanza al Señor; y ellos (los discípulos) ya tenían una práctica de oración a Dios, como judíos devotos que fueron; solo que ahora, podían adorar al verdadero Dios Trino, y compartirlo con otros.

En resumen, la evangelización debe iniciar con la Iglesia viviendo en unidad los unos con los otros; hay un profundo deseo de crecer en el conocimiento del Señor, a través de las Escrituras; tienen expresiones de amor genuino, a través de atender generosamente las necesidades de los hermanos; y, es una comunidad sumergida en la adoración al Dios Trino, que les dio todo.

Si queremos ser eficientes y eficaces en nuestra evangelización, debemos tener una vida comunitaria caracterizada por la unidad, el crecimiento, el amor y la adoración. Solo así, la Iglesia tendrá un estilo de vida evangelizador que da testimonio al mundo.

4. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES AL DEMOSTRAR EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

Pasemos al segundo aspecto de los principios fundamentales para evangelizar: la demostración del poder del Espíritu Santo. El libro de Hechos da inicio con la preparación y llegada del Espíritu Santo sobre la nueva comunidad de testigos. La labor que han de hacer los discípulos de Cristo, requiere de la intervención del Espíritu Santo. Así, lo expresó John Stott:

Sin el Espíritu Santo el discipulado cristiano sería inconcebible, incluso imposible. No puede haber vida sin aquello que ofrece vida, ni entendimiento alguno sin el Espíritu de la verdad; tampoco puede haber comunión sin la unidad del Espíritu, ni carácter semejante a Cristo sin el fruto que proporciona él, como tampoco testimonio efectivo sin su poder.18

Es claro, que la vida de la comunidad de discípulos, depende del Espíritu Santo; pero no queda ahí, la razón por la cual descendió sobre ellos. La razón era para que fueran testigos de Jesús (Hechos 1.8). Así, los discípulos, llenos del Espíritu Santo, deben mostrar la gracia redentora al mundo, iniciando en Jerusalén hasta el fin del mundo. El Dr. Green hace la siguiente afirmación entre el Espíritu Santo y la misión de los discípulos.

El Espíritu Santo está íntimamente relacionado con la misión. Jesús expresó: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” ( Juan 15:26-27). Y también: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío… Recibid el Espíritu Santo” ( Juan 20:21-22). Existe una conexión vital incuestionable entre recibir el Espíritu Santo y el dar testimonio de Jesús.19

¿Qué hicieron para demostrar el poder del Espíritu Santo, al cumplir la misión encomendada por su Maestro? La forma como el escritor de Hechos, describe la demostración, que hicieron los discípulos, del poder del Espíritu Santo, fue con “señales y prodigios”. Observemos los textos:

“Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43).

“Mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús” (Hechos 4:30).

“Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón” (Hechos 5:12).

“Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8).

“Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía… También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8:6, 13).

“Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios” (Hechos 14:3).

“Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (Hechos 15:12).

Todas estas señales y prodigios dieron continuación del ministerio de Jesús, como lo relata Lucas en su Evangelio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos,

y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Las señales y prodigios fueron para libertad a los cautivos, sanar a los enfermos y anunciar el Evangelio. Hay una relación vital entre la evangelización y la atención de las necesidades del prójimo. El profesor Green señala esta relación de la siguiente manera:

La Iglesia parece reunirse los domingos y no tomar nota alguna de las señales de necesidad que hay por todas partes a su alrededor. Simplemente está desconectada. No es extraño que no puedan evangelizar. Sin embargo, una vez que los miembros de una congregación empiezan a ser liberadas de las ataduras del materialismo, aprender a diezmar sus ingresos y sienten la alegría de dar para la obra del Señor, el espíritu entero de esa Iglesia cambia. La congregación se abre a la necesidad. Entonces, empieza a ver con los ojos de Cristo, a interesarse y a hacer algo al respecto. Dios puede utilizar una Iglesia como esa, y lo hace.20

La Iglesia del libro de Hechos estuvo dispuesta a ver a su alrededor, para ver las señales de necesidad y ser la respuesta de Dios. Ahora, describiremos dos demostraciones que la comunidad de discípulos del primer siglo evidenció al practicar  “lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6). Los dos principios fundamentales que ellos practicaron, son los siguientes:

4.1 Ayudar en las necesidades del pueblo

Como bien lo dijo el Dr. Samuel Escobar, “la apertura hacia Dios y el Espíritu es una marca fundamental del que evangeliza”; porque debe mostrar “el poder Cristo para liberar de cualquier opresión, para sanar en formas que los humanos no alcanzamos a explicar”,21 es un poder que debe seguir actuando hoy. La Iglesia que evangeliza, debe proveer para las necesidades de los que los rodean.

La Iglesia descrita por Lucas mostró tener los ojos puestos en las necesidades del pueblo, y conforme los discípulos llevan el Evangelio desde Jerusalén a todas las ciudades, el poder del Evangelio va sanando, liberando y observándose señales poderosas.

¿Cómo atendieron los apóstoles, las necesidades del pueblo? Ellos demostraron el poder del Espíritu Santo en sanidades, milagros y guerra espiritual.

Sanidad: La señal que los apóstoles empezaron a realizar fueron las sanidades de diferentes enfermedades entre el pueblo (Hechos 3:7-8; 5:15-16; 9:34; 14:8-10; 19:11-12;

28:8-9). En cada uno de estos textos, notamos como la palabra y la sanidad, unidas sirvieron de testimonio del poderoso y único del nombre de Jesús.22 Así que la Iglesia estuvo dispuesta a suplir las necesidades de aquellos que lo requerían. En este caso, las enfermedades que oprimían a muchos, fueron sanadas. Las sanidades fueron una forma de manifestar la misericordia divina, a través de los discípulos.

Milagros: Otras de las formas en que el poder del Espíritu del Señor, fue manifestado es a través de milagros sorprendentes, tales como resurrecciones, intervenciones divinas por medio de ángeles y los apóstoles (Hechos 5:1-11, 18-20; 8:17; 9:3-4, 37-43; 10:7-10; 20:9-10; 27:23-24; 28:3-5). John Stott lo expresó con más claridad: “Los milagros que llevaban a cabo eran prueba de su misión divina… y señales evidentes de la presencia y del poder de Dios”.23 Los milagros fueron una forma en que Dios ha intervenido en la historia, por medio de su Iglesia.

Guerra Espiritual: El enfrentamiento entre el poder de Jesús y el reino de Satanás seguía; ahora, a través de los apóstoles, que libraron una guerra espiritual en contra de la influencia y control satánico, en el mundo antiguo; llevando libertad   a los cautivos por el enemigo (Hechos 13:9-11; 16:17-18; 19:19-20). El pueblo se dio “cuenta de que el verdadero poder sobre el mal se hallaba solamente en Jesús”.24 La guerra espiritual fue la forma en que Dios señaló el fin del reinado de Satanás, y el avance del Reino de Cristo, por medio de la Iglesia.

4.2 Obra misionera

La obra de expansión de la Iglesia se llevó poco a poco desde Jerusalén hasta lo último del mundo conocido. Al principio, no había un fuerte énfasis por llevar el Evangelio a otras partes. Son las persecuciones que se dan a partir de Hechos 8:1 que el Evangelio llega a Samaria (Hechos 8:4-25), y a Antioquía (Hechos 11:19-30). Estas persecuciones, fueron un instrumento en las manos del Señor, para esparcir a la Iglesia y llevar el testimonio de Cristo a todas partes.

Uno de los obstáculos que tuvo que vencer la Iglesia de Jerusalén, era la barrera cultural y étnica, que los judíos habían levantado para separarse de los gentiles. Así, que la evangelización hacia los gentiles implicó una intervención divina, para mostrarles a estos discípulos que Dios no hace acepción de personas. Aquí, tenemos la narración de Pedro ante Cornelio (Hechos 10), junto con el informe que se brinda a la Iglesia de Jerusalén (Hechos 11:1-18). Además, de los viajes misioneros de Pablo, donde el mismo Espíritu los aparta para que inicien la expansión del Evangelio (Hechos 13, en adelante). Es hasta el capítulo 15 que se da el primer concilio en Jerusalén, donde el tema es cómo debían vivir los gentiles que habían recibido el Evangelio de Cristo.

Aun el ministerio de Pablo, en sus viajes, estuvo dirigido tanto a judíos como gentiles; pero, son los judíos los que se oponían a la predicación del Evangelio de Cristo; por eso, Pablo hace esta declaración hacia los judíos que se le oponían: “Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles” (Hechos 18:6); así, Pablo se convierte en el apóstol de los gentiles, derribando la barrera étnica y cultural que había.

Toda obra misionera que quiera seguir los principios expuestos hasta el momento debe estar dispuesta a llevar el Evangelio a todas partes donde no hay conocimiento ni testimonio de Cristo; sin importar la oposición y persecución que esto signifique. Por otro lado, hay que derribar cualquier barrera étnica, cultural, social, política, económica, académica y otras, que estén impidiendo que el Evangelio llegue a cada una de esas personas. Nuestra evangelización debe ser inclusiva,25 debemos dar testimonio a toda persona sin excluir a nadie; no importa la condición o situación que tenga, el Evangelio debe llegar a todo las personas, ricos y pobres, hombres y mujeres, niños y adultos, nacionales y extranjeros, excluidos de la sociedad y los aceptados, ateos y religiosos.

5. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES AL PROCLAMAR EL EVANGELIO

Hemos explorado la vivencia de la comunidad de testigos, como una comunidad unida, que crece, que ama y adora. Esto la llevó a demostrar el poder del Espíritu Santo atendiendo las necesidades del pueblo, sanando, haciendo milagros y enfrentando las obras de Satanás; junto con un fuerte énfasis en la obra misionera, para llevar el Evangelio hasta el último rincón del mundo conocido.

Ahora, pasemos a analizar los principios que caracterizan la proclamación de mensaje del Evangelio de Cristo, en el libro de Hechos. Como bien lo explica, John Stott: “Hay ochos discursos de Pedro (en los capítulos 1, 2, 3, 4, 5, 10, 11 y 15), uno de Esteban (capítulo 7), uno de Jacobo (Capítulo 15), y nueve de Pablo (cinco sermones en los capítulos 13, 14, 17, 20 y 28, y cuatro exposiciones en los capítulos 22 y 26, en los que hace su defensa)”.26 De todos estos, hay nueve que merecen nuestra atención, porque son sermones inmersos en el contexto de dar testimonio de Cristo Jesús, y cada uno tiene un origen particular; no obstante, los principios que los sustentan son los mismos.

El Dr. Stott, explicando la centralidad de la proclamación del Evangelio, en el ministerio de la Iglesia primitiva, haciendo la siguiente declaración:

En el poder del Espíritu Santo predicaron las buenas nuevas de la muerte y la resurrección, o de los sufrimientos y gloria de Cristo. En Hechos los vemos hacer esto, comenzando por Pedro y los demás apóstoles de Jerusalén, quienes “proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno” (Hechos 4:31); luego, lo hace Pablo, héroe de Lucas, en sus tres expediciones misioneras, hasta que Lucas se despide de él en Roma estando Pablo bajo arresto domiciliario, y sin embargo, “predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin temor alguno” (Hechos 28.31). Lucas refleja la perspectiva personal de Pablo sobre su ministerio. Escribió que Cristo lo había enviado a predicar el Evangelio, no a bautizar.27

El primer sermón fue el de Pedro, al hacer una defensa de lo que estaba ocurriendo en Pentecostés (Hechos 2.14- 42); y el segundo discurso de Pedro, en el templo, al hacer una apología de la sanidad del cojo (Hechos 3:11-26). Luego, está la defensa de los apóstoles ante el concilio de ancianos de Jerusalén (Hechos 5:29-32), y le sigue la extraordinaria apología histórica de Esteban ante el concilio de ancianos    y el pueblo de Israel (Hechos 7:1-60), continuando con la presentación del Evangelio de Cristo de Pedro ante la casa de Cornelio (Hechos 10:34-44).

El expositor cambia, ahora es Pablo, con su sermón en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hechos 13:16-41), y después, hace una magnífica exposición en el Areópago (Hechos 17:22-34). Al final son sus defensas ante el pueblo reunido en Jerusalén (Hechos 22:1-21), y ante el rey Agripa (Hechos 26:1-32).

¿Cuáles son los principios bíblicos que tienen estos sermones apostólicos? Hay seis principios vitales en la proclamación que se observan en dichos sermones, y son clave para que nuestros mensajes evangelísticos tengan un sólido fundamento bíblico. Como bien lo expresó el Dr. León Morris: Predicar el Evangelio no es pronunciar discursos edificantes, hermosamente ensamblados. Es dar testimonio de lo que Dios ha hecho en Cristo, para nuestra salvación. Y eso fue lo que hicieron los apóstoles.

Aquí vale la pena, traer a memoria las palabras del Dr. René Padilla que pronunció en el Primer Congreso de Evangelización Mundial, en Lausana, celebrado en 1974:

La tarea del evangelista en la comunicación del Evangelio no es facilitar a fin de que la gente responsa positivamente, sino aclara. Ni Jesús ni sus apóstoles redujeron jamás las demandas del Evangelio a fin de ganar conversos. No la gracia barata, sino la bondad de Dios que conduce al arrepentimiento, provee la única base sólida para el discipulado. El que acomoda el Evangelio al espíritu de la época, a fin de hacerlo más digerible, obra así porque ha olvidado la verdadera naturaleza de la salvación cristiana: no es la obra del hombre, sino de Dios.28

La proclamación del Evangelio, debe mostrar la verdadera naturaleza de Dios, y describir la realidad de nuestro mundo. Para lograr esto, describiremos seis principios fundamentales que se observan en los sermones del libro de Hechos, expuestos por los apóstoles, mensajes que fueron: contextuales, bíblicos, cristológicos, espirituales, confrontadores y testimoniales.

5.1 Mensajes contextualizados a la realidad

Todos los sermones que se encuentran en el libro de los Hechos son una respuesta a una realidad particular. Ninguno de ellos lo preparó previamente, sino que es la defensa o presentación del Evangelio a situaciones que lo ameritaban. Por ejemplo, Pedro en sus dos sermones hace una defensa del milagro de Pentecostés y de la sanidad de un cojo; son los cuestionamientos de ambos acontecimientos que da origen  a sus sermones. Él aprovecha la situación para hacer una presentación del Evangelio de Cristo, sin olvidar la realidad del momento. Muchos hicieron este comentario: “Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto” (Hechos 2:13), a lo que Pedro responde: “Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día” (Hechos 2:15), y continuó con la presentación del mensaje de Cristo.

Lo mismo se puede decir de cada uno de los otros mensajes apostólicos. Los expositores logran dar un mensaje contextualizado a su realidad, como lo expresó F. F. Bruce: “Tomados en conjunto, cada discurso se adapta al orador, al auditorio, y a las circunstancias en que se dio el mismo”.29 La relevancia de un mensaje evangelístico, empieza cuando considera la realidad de sus oyentes. ¿Cómo nace el mensaje evangelísticos? Es la respuesta divina a las inquietudes, dudas, problemas y circunstancias de aquellos que están buscando ayuda; es la respuesta que da la Iglesia, y que emana de una profunda comunión con Dios, desbordándose de amor y misericordia, para los que le rodean; es la respuesta con acciones concretas de servicio, para atender las necesidades de otros.

Para lograr una contextualización de nuestra proclamación, hay que tener listos los dos oídos, uno para oír a un mundo sumergido en la desesperación, y otro para oír la respuesta de Dios.

5.2 Mensajes que emanaban de las Escrituras

La Biblia es la Palabra de Dios. Si queremos que Dios hable hoy, debemos de proclamarla. Ella constituye el sujeto y el objeto de nuestra predicación.

Ya que la Biblia es la Palabra de Dios, ella tiene la misma autoridad de Dios y no hay estándar de verdad más elevado que Dios mismo. Nuestro enfoque y nuestros argumentos deberían estar establecidos en la autoridad de las Escrituras, aun si llega a utilizarse las pruebas extrabíblicas como afirmación secundaria.30

En los mensajes que registra Lucas, casi todos tienen citas textuales del Antiguo Testamento. A excepción del discursos de Pablo en el Areópago (Hechos 17:22-34), que no tiene una sola cita textual, pero hace un apelo al Dios de la creación, estos debido a que sus oyentes no eran judíos (mensaje contextualizado); y las defensas que Pablo hace, donde lo que presenta es la evidencia del llamado divino y cómo Dios lo transformó (Hechos 22:1-21; 26:1-32). Pero, es claro que las escrituras fueron vitales para la proclamación de Jesús como el Mesías y el Salvador esperado.

Los apóstoles lograron contextualizar los pasajes veterotestamentarios, dejando claro que sin la Biblia no hay verdadera proclamación, porque ellos creían que las Escrituras contenían las palabras de vida eterna, y esto hace que toda predicación excelente a lo largo de los siglos, sea bíblica.31 Hay que dejar que las Escrituras sean el fundamento de nuestros mensajes para que la verdad bíblica sea comprendida y aplicada por cada oyente.

Una proclamación bíblica es relevante porque Dios ha hablado. El testigo se presenta como uno que quiere comunicar lo que el Dios santo desea que oigan. El testigo es solo el medio para trasmitir un gran mensaje de esperanza, de parte de un gran Dios, para la humanidad.

5.3 Mensaje centrado en Jesucristo

¿Cuál es el tema de nuestra proclamación? “Jesús debe ser el tema de nuestra predicación”.32 Así lo expresó el Dr. Green:

Debo mantener a Cristo en el centro de mis aspiraciones. Él   es la persona supremamente atractiva. Debo hablar de Él con frecuencia, y dejar clara su identidad y la que Él ha hecho. Tengo que mostrar cuál es el costo y cuáles son las alegrías de seguirle, y enseñar a la gente, con la máxima claridad, cómo pueden encontrarlo para su propia vida.33

Eso fue lo que hicieron los apóstoles: presentaron la persona y obra de Jesucristo; ya sea a judío o gentiles, ellos lograron mostrar a Jesús como el Mesías esperado de los judíos y como el Dios no conocido, para los griegos. John Stott, explicando la necesidad de una evangelización bíblica, y por lo tanto, centrada en Cristo, escribió:

La evangelización puede y debe únicamente definirse con base en el mensaje. Por tanto, la evangelización bíblica hace indispensable el Evangelio Bíblico. No hay nada que estorbe más a la evangelización que una pérdida generalizada de confianza en la verdad, actualidad y poder del Evangelio. Cuando éste deja de ser buenas nuevas de Dios y se convierte en “rumores de parte de Dios”, no podemos esperar que la Iglesia demuestre mucho entusiasmo evangelístico.34

La proclamación apostólica fue cristológica. La persona de quien hablaban era Jesucristo. Aquí algunas de las frases que hacen referencia de Él: “Jesús nazareno, varón aprobado por Dios”, “ha glorificado a su Hijo Jesús”, “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús”, “anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores”, “anunciando el Evangelio de la paz por medio de Jesucristo”, “no conociendo a Jesús”, y otras. Estas son evidencia de la urgencia de proclamar un mensaje centrado en la persona y obra de Cristo, porque un mensaje sin Cristo no es evangelístico.

5.4 Mensaje dependiente del Espíritu Santo

Otro de los principios que mostraban los mensajes apostólicos es su dependencia del Espíritu Santo. Ellos eran personas espirituales, vivían en dependencia del Espíritu de Dios, y sus exposiciones eran un reflejo de esa misma dependencia y relación. Sus mensajes tienen una clara alusión a la persona y obra del Espíritu Santo, siempre en consonancia con el sermón evangélico.

Observemos algunas de ellas: “habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo”, “el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”, “resistís siempre al Espíritu Santo”, “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso”. Podemos afirmar que sus sermones eran Pentecostales, me refiero a que tenían una clara visión teológica de la obra del Espíritu Santo, tanto en la evangelización como en la transformación de las personas. Sabían que no podían convencer a nadie porque el que hace la obra es el Espíritu Santo. Este es nuestro gran desafío, en palabras de René Padilla: “el desafío a calar hondo en las Escrituras a fin de extraer la luz con que éstas pueden iluminar los problemas de hoy, por la acción del Espíritu Santo”.35

Sigue vigente el desafío, cada vez que hay una proclamación de las buenas nuevas, para depender del Espíritu Santo, tanto en su preparación como en su exposición. Aquí cabe mencionar la urgencia que tiene para los evangelistas, una vida cristiana motivada por la oración y las disciplinas espirituales, como se expuso en la primera parte. Edward Bounds, predicador del siglo XIX, escribió lo siguiente:

La predicación no es la obra de una hora, sino la manifestación de una vida… Se necesitan veinte años para hacer un sermón porque se necesitan veinte años para hacer al hombre. Y el sermón crece, porque el hombre crece. Es poderoso, porque el hombre es pode- roso; es santo, porque el hombre es santo y está lleno de la unción divina, porque el hombre está lleno de la unción divina.36

La proclamación que busca ser relevante debe ser el fruto de una vida rendido al Señor y dependiente de Él; que desea ver a los que le rodean cambiados por las Escrituras y el poder transformador del Espíritu Santo.

5.5 Mensaje de confrontación

Otros de los principios importantes de los sermones en el libro de Hechos es la confrontación a los oyentes para que se arrepintieran y se volvieran a Dios: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan  de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hechos 2:38). Ante la pregunta de qué debemos hacer, Pedro “contestó que debían arrepentirse, cambiar completamente su manera de pensar acerca de Jesús y cambiar su actitud hacia Él”.37

El desafío a arrepentirse debe estar presente en nuestra evangelización, porque no estamos en el punto de comunicarse algo nuevo a nuestros oyentes, los estamos confrontando con la palabra infalible de Dios. ¿Por qué confrontar y hablar de arrepentimiento? Eso no es un mensaje atrayente, para nuestra época postmoderna. Pero, es la clave para que nuestros sermones sigan la línea apostólica y el legado evangélico. El Dr. Michael Green lo enfatizó de la siguiente manera:

Creemos en un Dios que rescata. La Escritura y la experiencia se unen para convencernos de que no todo va bien con el homo sapiens. Nuestras palabras, nuestros hechos, pensamiento, inclinaciones, actitudes y carácter están contagiados de la “dolencia humana” del egocentrismo y el pecado. Se trata de algo muy peligroso, en realidad mortal. Y no hay nada que podamos hacer para rescatarnos a nosotros mismo de sus garras… La búsqueda religiosa y la conducta moral son admirables pero insuficientes. No pueden llevarnos a Dios, ni hacernos aptos para estar en su presencia. Tampoco son capaces de acabar con el virus del pecado de nuestra vida. Pero el asombroso testimonio de la Biblia es que Dios ha intervenido, en la persona de Jesús, para hacer por nosotros aquello que nosotros mismos no podíamos hacer. Si miramos con suficiente atención veremos que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo. Y en la cruz tuvo lugar la reconciliación. En esa cruz Dios se responsabilizó por entero de nuestros fracasos y pecados, y los llevó sobre sí.38

Hay que hacer una confrontación porque “el anuncio de las buenas nuevas de salvación exige respuesta”,39 cada oyente debe saber que le estamos invitando a dar una “respuesta total de arrepentimiento y fe que se llama conversión, el comienzo de una vida totalmente nueva en Cristo, en la Iglesia y en el mundo”.40 Una proclamación que busca ser relevancia y bíblica debe hablar de la realidad del pecado y las buenas nuevas de la redención en Cristo Jesús, confrontando a sus oyentes para que responsan a la invitación del Evangelio.

5.6 Mensaje de cambio de vida

Cerramos los principios fundamentales para una evangelización bíblica, hablando del cambio de vida. ¿Cómo sé que el Evangelio tiene el poder de transformar vidas? La respuesta, porque antes de predicarlo, lo vivimos (ser) y demostramos (hacer). En el caso de los predicadores del libro de Hechos, es notorio el cambio de vida. Iniciando con Pedro y los apóstoles, ya que se les reconocía que “eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban” (Hechos 4:13). Hay un claro reconocimiento, que algo ha pasado en las vidas de estas personas, y su mensaje está en armonía con ese cambio.

Pablo es el que logra utilizar su cambio de vida (Hechos 9) para hacer una presentación del mensaje de Cristo. En sus defensas, da testimonio de quién era antes del encuentro con Cristo, y qué pasó con el posteriormente (Hechos 22:1-21; 26:1-32). En ambos casos, su conversión es la evidencia visible de la transformación de vida que logra expresar en un sermón evangelístico. Se requiere de una vida dedicada y disciplinada como “evidencias de que uno cree de veras en una causa”.41 Pablo demostró ser un testigo fiel y dio testimonio de eso.

La proclamación que buscque la relevancia debe ser la evidencia de una vida transformada por el poder de la Palabra y el Espíritu de Dios.

6. CONCLUSIÓN

Hemos tratado de exponer los doce principios fundamentales que la Iglesia debe considerar para garantizar que su discurso evangelizador sea, estrictamente, conforme a los parámetros bíblicos. El libro de Hechos y la historia es testigo de que sí funcionaron, no como una metodología, sino principios que generan una vitalidad en la Iglesia, y la hace crecer, como pasó con la Iglesia del primer siglo, donde poco a poco crecía el número de los discípulos (Hechos 2:42; 4:32; 5:14, 28; 6:1, 7; 11:21; 12:24; 14:1; 16:5; 19:20).

Estos textos son evidencias de cómo la palabra de Dios fue extendida por la comunidad de testigos, los discípulos; y eso mismo es lo que debemos hacer hoy, como Pablo escribió: “con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del Evangelio de Cristo” (Romanos 15:19). ¿Cómo lograremos llenarlo todo con el Evangelio de Cristo?

En primer lugar, viviendo en unidad en cada comunidad de fe, creciendo en el conocimiento de las Escrituras, mostrando el amor de Cristo a los que nos rodean y adorando al Dios Trino, al único que merece toda gloria y honor.

En segundo lugar, debemos demostrar, como comunidad de fe que el servicio a otros, en especial a los necesitados, es parte esencial de nuestra agenda de trabajo; junto con un deseo profundo por llevar el Evangelio a los desechados, marginados y minorías sociales, saltando o derribando las barreras que están impidiendo que la luz del Evangelio llegue a toda persona necesitada.

En tercer lugar, logrando que nuestra proclamación esté contextualizada a la realidad donde nos encontramos; tengo un sólido fundamento bíblico para dejar que Dios hable hoy; que el mensaje esté centrado en Cristo Jesús, como el Salvador y Señor; que sea un mensaje que dependa del Espíritu Santo, en su origen, composición, contenido y expresión; que sea un mensaje confrontador, para que los oyentes responsan a las demandas del Evangelio de Cristo Jesús; y que sea una explicación narrada de la transformación de vida.

Terminemos con unas palabras de pastor Dietrich Bonhoeffer, que como profeta señala el camino por el que no debemos andar. No debemos ni vivir ni predicar la gracia barata, mal que está carcomiendo a nuestra Iglesia latinoamericana, con los seudoevangelios que se predican.

La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.

  • BIBLIOGRAFÍA

Arias, M., & Arias, E. (2003). El último mandato: la Gran Comisión, lectura desde América Latina (Segunda Edición ed.). Bogotá, Colombia: Ediciones Semillas y Visión Mundial.

Bonhoeffer, D. (2004). El precio de la gracia: El segui- miento (Sexta Edición ed.). Salamanca, España: Ediciones Sígueme.

Bounds, E. (2008). El predicador y la oración. Barcelona,

42. Bonhoeffer, 2004, 16

España: Editorial CLIE.

Escobar, S. (1995). Evangelizar hoy. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Certeza ABUA.

Green, M. (1996). La Iglesia local, agente de evangelización.

Buenos Aires, Argentina: Nueva Creación.

Henry, M. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry.

Barcelona, España: Editorial CLIE.

Horton, S. (1990). El libro de los Hechos. Florida, EEUU: Editorial Vida.

Kittel, G., Friedrich, G., & Bromiley, G. (2003). Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío.

MacArthur, J. (2011). La Evangelización, cómo compartir el Evangelio con fidelidad. Tennessee, EEUU: Grupo Nelson. Padilla, C. (2012). Misión Integral: ensayos sobre el Reino

de Dios y la Iglesia (2da Edición ed.). Florida, EEUU: Ediciones Kairós.

Steuernagel, V. R. (1991). Al servicio del Reino en América Latina. San José, Costa Rica: Visión Mundial.

Stott, J. (2006). La predicación, puente entre dos mundos. Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío.

Stott, J. (2010). El mensaje de Hechos. Bueno Aires, Argentina: Ediciones Certeza Unida.

Wright, C. (2009). La Misión de Dios. Buenos Aires, Argentina: Certeza Unida.

Carrito de compras
Scroll to Top