NIKE, BRUJOS, CELULARES Y EL MACHETE

Por Hermina Dykxhoorn

Reforma Siglo XXI, Vol. 14, No. 1

La agencia de obras diaconales ‘Palabra y Obra’ (‘Word and Deed’ en inglés) acoge a 5.500 huérfanos en Malawi. Con una población de 12 millones, hay un millón de huérfanos en ese país, muchos de ellos han perdido sus padres a causa del sida, una enfermedad epidémica en esa región.

La propagación del SIDA apunta a otro problema urgente en esa parte del mundo —la prostitución. Palabra y Obra recientemente abrió un asilo para prostitutas convalecientes. Manuel Kamnkwani, su esposa Karen y sus dos hijos son miembros de una de las más viejas iglesias protestantes en Malawi, la Iglesia Presbiteriana de África Central (IPAC). El explorador David Livingston fue el primero en traer la religión cristiana a Malawi cuando llegó en 1859. IPAC fue establecido en 1889.

Don Kamnkwani dice que según los datos escritos Malawi consta de una población 75% cristiana, 20% musulmán, y   el restante 5% religiones indígenas. Estas estadísticas, sin embargo, no pintan todo el dibujo. Las religiones indígenas aun tienen gran influencia sobre muchos de los Malauí, aun aquellos que profesan el cristianismo. Kamnkwani habló de ciertas situaciones donde miembros de la IPAC todavía practican ritos paganos y formas de sincretismo, mezclando con ellos el cristianismo. Casi todo mercado abierto tiene su
sección designada a la compra de artículos de brujería. No hay un liderazgo adecuado en la IPAC para contestar estas influencias negativas. Por esa razón la IPAC ha pedido la ayuda de Palabra y Obra para que los asista con el entrenamiento de pastores y ancianos.

Un artículo que leí durante las vacaciones de navidad me regresó los pensamientos a Malawi. Un columnista de London Times visitó Malawi justo antes de las vacaciones de navidad para escribir sobre un programa británico de caridad, ‘Pump Aid’, que trabaja en Malawi. De regreso, Mateo Parris redactó un artículo asombroso encabezado, “Como un ateo, creo real- mente que África necesita a Dios”. Este artículo atestigua el poder de Cristo. Esta gira por África no fue la primera de Mateo Parris, pero sí la primera en 45 años. Su familia vivía en Malawi y él y su hermano menor fueron criados ahí.

Después de esta última visita confesó que “mi fe menguante en proyectos de caridad” ha sido renovada. “Pero viajando por Malawi,” escribe Parris “me ha refrescado otra cosa, una creencia, una que he tratado de desterrar toda mi vida, pero es una observación que he sido incapaz de ignorar desde mi niñez en África. Confunde mi ideología, y obstinadamente rehúsa ser parte de mi cosmovisión, y ha humillado mi creencia de que no existe Dios”. Aparentemente, este Dios Perseguidor ha tenido la mira puesta en Parris toda su vida y no la va a quitar.

“Ahora un ateo confirmado, he sido convencido del impacto y las contribuciones enormes que ha tenido el evangelio cristiano en África”. No solamente eso, sino que Parris también hace una distinción positiva entre los logros del evangelio cristiano y los de los “ONG’s seculares, proyectos gubernamentales y los esfuerzos de ayuda internacional… Estos no son suficiente”. Dice “En África, el cristianismo produce un cambio del corazón. Trae consigo renovación espiritual. El cambio es real y duradero”.

Parris no se siente necesariamente contento de contar la verdad, “… antes yo aplaudía las iglesias misioneras en África. Pero yo decía que era una lástima que la salvación del alma tenía que ser parte del trato… Yo concedía que si la fe era necesaria para motivar a los misioneros a ayudar, entonces bien; pero lo que valía era su ayuda y no su fe.” Se oye familiar,¿no? Pocas personas modernas les molesta el sentimiento agra- dable en general del cristianismo, especialmente si beneficia a alguien, pero por favor no les moleste con esa doctrina del pecado y especialmente, no hable del Cristo colgado en la cruz. Parris admite que “esto (buenas obras sin salvación) no encaja con los hechos. La fe”, el añade, “hace mas que soportar al misionero; es transferido a su rebaño. Ese es el resultado que tanto importa, y el cual no puedo parar de observar”.

Parris y su familia tuvieron amigos misioneros, y  él  y su hermano a menudo se quedaban en las aldeas africanas  de los indígenas, tanto como con siervos africanos que se habían convertido y estaban arraigados en su fe. “Los cristianos siempre eran diferentes”, lo admite ahora. “No los hacía cobardes ni temerosos, mas bien se veían liberados y alegres”. Pensé inmediatamente de Kamnkwani de Palabra y Obra, un ejemplo vivo de lo que escribe Parris. “Había algo vivo, una curiosidad, un anhelo de ayudar al mundo —algo directo en sus relaciones con los demás— que faltaba en la corriente común de la vida africana. Se ponían de pie sin miedo”.

Al la edad de 24 años, Parris se juntó con tres amigos que iban a cruzar África en un Land Rover. Este viaje le confirmó memorias que tenía desde la niñez. Él recuerda haber tenido que encontrar refugio y abrigo en la noche, especialmente en las partes peligrosas de África negra, e invariablemente encontrándolo cerca de, o en una misión. “Cuando pasábamos por territorio ‘trabajado por misioneros’, como él dice, algo en la gente cambiaba. Ellos se nos acercaban directamente, hombre a hombre, sin quitar la mirada. No se habían hecho deferentes hacia los extranjeros, sino más bien parecían ser más abiertos”. Durante su viaje, previo a la de las vacaciones de navidad, confiesa no haberse encontrado con misioneros porque, “uno no se encuentra con misioneros en los vestíbulos de hoteles caros discutiendo documentos de estrategia de desarrollo, tal como los ONG’s. Eso en sí mismo, es un testimonio y una lección. Pero, sí descubrió que muchos de los miembros del equipo de Pump Aid eran, en sus vidas privadas, cristianos firmes; su comportamiento y actitud testificaban al hecho.

De estos y otros cristianos con que se topó en su viaje escribe, “Me sería provechoso creer que su honestidad, diligencia y optimismo en su trabajo no estaba unido a su fe.  Su trabajo era secular, pero seguramente afectado por lo que ellos eran. Y lo que ellos eran, a su vez, era influido por una concepción del lugar del hombre en el universo enseñado por el cristianismo”.

Ya que el ambiente académico occidental predominante y su creencia en el relativismo cultural no se conforman a lo que él ha observado, Parris no se traga ese tipo de pensamiento. “He observado”, él escribe, “que las creencias de la tribu no son mas apaciguadas que las nuestras; y que suprime la individualidad”. En África dice él, “las personas piensan colectivamente; primero en términos de la comunidad, clan familiar y tribu. Esta tradición rural y su mentalidad se presta a la política del “hombre grande” y gángster de la ciudad africana, el respeto exagerado hacia los líderes ostentosos, y la inhabilidad (literalmente) de comprender la idea de oposición leal. Piense de Amin, Oyere, Gaddafffi, Mobuto, Bocaza, Bashir, Mugabe y muchos otros parecidos.

“Ansiedad, el temor de demonios, de ancestros, de la naturaleza, de la jerarquía de la tribu, de cosas comunes a todos los días —penetra profundamente toda la estructura del pensamiento Africano del paisaje rural. Cada hombre tiene su lugar”. Parris usa el ejemplo del montañista Edmund Hillary que, cuando le preguntaron “¿Por qué escaló el Everest?”, el respondió, “porque está ahí”. El africano, sugiere Parris, hubiera visto eso como la razón de no escalar la montaña. “Está, bueno, está ahí. Mejor dejarlo quieto. ¿Por qué interferir?”.

La única cosmovisión que se dirige a este temor africano y pasividad, escribe Parris, es “el cristianismo pos-Reforma, y pos-Lutero, que con sus enseñanzas de un vínculo directo y personal entre el individuo y Dios, no mediado por el colectivo, y no subordinado a un ser humano, destruye la estructura filosófica/espiritual que he descrito. Es por eso que libera”.

Y no solamente es algo personal. “Esos”, nos advierte, “que quieren que África camine con la frente en alto por medio de la competencia global del siglo 21 no deben engañarse, pensando que al proveer los medios materiales o el saber cómo … va a lograr un cambio. La cosmovisión entera debe ser suplantada”.

Entonces, con precaución adecuada, postula, “Temo que debe ser suplantado por otro”. Y él sabe lo serio que es el asunto.

“Removiendo la evangelización cristiana de la ecuación africana tal vez deje el continente a los pies de una maligna fusión entre Nike, brujos, celulares y el machete”. Es una confesión llamativa que todas las otras religiones, aún su ateísmo, no pueden efectuar cambio, ya sea personal o en la sociedad.

Pero sus palabras demuestran claramente que el proyecto pequeño en Malawi, Palabra y Obra, dirigido por el embajador africano Manuel Kamnkwani, van en rumbo correcto para evitar el resultado maligno que Parris dice que es inevitable si no prestamos atención a su advertencia.

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