¿NACE O SE HACE?

Por Nicolás G. Lammé

Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 1

Si algo es natural, debe ser bueno. ¿no? En una entrevista con el diario costarricense, La Nación, a un mes después de acabar su presidencia, el ex presidente de Costa Rica, Oscar Arias, hizo los siguientes comentarios sobre la homosexualidad y matrimonio gay:

Sí debería tener reconocimiento legal. Uno no escoge la inclinación sexual. Eso lo da la naturaleza o Dios. Uno no lo escoge, ni los hombres ni las mujeres… Va contra la naturaleza creer que alguien se siente a pensar a los 14 años si será heterosexual u homosexual. Son cosas que envía Dios y que sencillamente tenemos que evolucionar y aceptarlas.

Además, añadió, “la Iglesia (Católica) tendrá que evolucionar”.

Ha sido para muchos el argumentos invencible contra los intolerantes que se oponen a la agenda homosexual. El homosexual no se hace, sino nace. Si su sexualidad no es algo que haya escogido, ¿cómo podemos juzgarla como mala? ¿Cómo es posible condenar o juzgar como inmoral lo que es natural? Muchos cristianos reconociendo el poder este argumento aseveran que la homosexualidad se escoge. Pero lamentablemente, los que creen que la homosexualidad se escoge tienen tanta evidencia científica para su postulado como los que creen que se debe a factores biológicos. En primer lugar, los que afirman un origen biológico no han producido ninguna evidencia que exista un gen homosexual. En cambio, los oponentes del origen biológico tienen que darse cuenta que la falta de evidencia no significa que sea inexistente. El científico tal vez responda, “Todavía  no hemos encontrado el gen homosexual, pero con tiempo lo encontraremos. Sólo porque no lo hemos localizado no significa que no exista”. ¿Cómo debería responder el cristiano frente a estos desafíos?

  1. Por qué ya perdimos el argumento

La verdad es que ya hemos perdido el argumento. La agenda homosexual ya ha ganado. No quiero ser pesimista, pero el lector sólo tiene que echar una mirada a las leyes cambiantes de su propio país. Aunque por un tiempo en muchos de nuestros países, hemos logrado detener el avance del matrimonio gay, no es porque hemos ganado el argumento cultural. En la mayoría de nuestros países, es una mera cuestión de tiempo. Las defensas antiguas están débiles y podridos y a punto de desmoronarse.

¿Por qué?

Estamos en esta situación porque hace mucho tiempo, aceptamos las bases de los argumentos de nuestros enemigos. Ellos nos dijeron que todo el asunto se determinaría por la cuestión de la genética versus la escogencia. Ellos nos dijeron que si algo es natural es moral. Por lo menos nos dijeron que es imposible declararse sobre la moralidad de lo natural. Ellos nos dijeron que si alguien no escoge, no puede ser culpable. Dios nunca nos dijo ninguna de estas cosas, pero nosotros las aceptamos junto con sus presuposiciones subyacentes y por ende nos quedamos sin armas ni estrategia para hacerle frente al enemigo. Ellos ganaron la batalla cuando nosotros habíamos aceptado los términos del argumento que ellos estipularon.

Este autor no sabe si hay un gen homosexual o no. No soy científico. Y si mañana, los científicos pueden mostrar más allá de toda duda que existe un gen que influencia en la sexualidad, la fe se mantendrá firme, no como una fe ciega, sino como una fe sólida, basada en la Palabra de Jesucristo. Repito. Esta no es una fe ciega. Hay buenas razones por las que digo que la existencia de un “gen homosexual” no cambiaría la veracidad de la Biblia en ninguna manera. A continuación me explico.

2.¿Normal o anormal?

Lo que yace al fondo de los postulados anteriores de nuestros oponentes culturales es la creencia (presuposición) que este mundo, este universo y nuestra naturaleza son normales, es decir, que son como deben ser. O por lo menos que quieren decir que son como deben ser en este momento del proceso evolucionista. Si la naturaleza actual es normal, es decir, como debería ser, es por consiguiente bueno en el sentido de que es un componente orgánico del cosmos. Esta es a la presuposición que está al fondo de los términos de argumento de nuestro oponente. Cuando nosotros aceptamos esta presuposición, abandonamos nuestras defensas y nos sometimos a nuestros enemigos. Por eso hemos perdido.

El teólogo holandés, y ex Primer Ministro del los Países Bajos, comenta sobre lo que él denomina los normalistas:

Los normalistas se niegan a admitir otros datos aparte de los naturales, no descansan hasta que ellos han encontrado una interpretación idéntica de todos los fenómenos, y se oponen con el sumo vigor, en cada vuelta de la línea, a todos los intentos de romper o impedir las inferencias lógicas de causa y efecto… materialmente ellos rechazan la idea misma de una creación, y solamente pueden aceptar una evolución —una evolución sin un punto de partida en el pasado y eternamente evolucionando en el futuro hasta que se pierde en el infinito ilimitado. Ninguna especie, ni siquiera la especie del homo sapiens, se originó como tal, sino dentro del círculo de los datos naturales se desarrolló de formas de vida inferiores y precedentes… No existe el pecado, sino una evolución de una posición moral inferior a una superior.

E abandono del Creador y de su Palabra resultó en nuestro contexto en el abandono de la moralidad bíblica. Todo está en proceso de cambio. Estamos evolucionado de moral en moral; en una época creíamos que la homosexualidad era una aberración, pero ahora nos damos cuenta que sólo otra forma de expresión sexual. Estamos evolucionando. Estimado lector, no deje de hacerle la pregunta más obvia. Si lo que forma parte de la naturaleza es normal, no es sólo normal para los homosexuales, sino para todos. Le guste o no, tener sexo con otras personas del mismo sexo es completamente aceptable y normal para un heterosexual también. La pregunta es: ¿Cuándo va a evolucionar usted?

En cambio, el testimonio de la Biblia es que este mundo, este universo entero y la naturaleza humana no son normales.

Nosotros no creemos que el mundo va evolucionado de un estado inferior u otro superior. Más bien, creemos que el mundo, de hecho todo el universo, fue creado bueno (Gén. 1:4, 10,  12, 18, 21, 25), y después de la creación del hombre, Dios declaró su creación “muy bueno” (Gén. 1:31). Confesamos que lo enseña el Catecismo menor de Westminster (CMW), “Dios creó al hombre, varón y hembra, según su propia imagen, en conocimiento, justicia y santidad, con dominio sobre las criaturas” (Gén. 1:27-28; Sal. 8; Col. 3:10; Ef. 4:24). El hombre fue creado a la imagen de Dios, en perfecta justicia y santidad con conocimiento de su Creador. La creación original fue buena, justa, santa y perfecta.3 Nosotros no creemos en una “evolución” sino en una degeneración del estado original de la creación.

¿Qué pasó?

El pecado sometió al hombre a un estado de miseria (Gén. 3:16-19; Rom. 3:16; 5:12; Ef. 2:1). El mismo CMW dice, “La pecaminosidad de aquel estado en que cayó el hombre cosiste en la culpa del primer pecado de Adán, la carencia de justicia original y la corrupción de toda su naturaleza, lo cual es comúnmente llamado pecado original, junto con todas las transgresiones que proceden de éste”.4 Cuando la Biblia habla de la “corrupción” de la naturaleza humana, no sólo se refiere a la corrupción moral o espiritual del hombre, sino también a la corrupción de su carne, de su cuerpo. Es más, el pecado del hombre no sólo sometió al hombre mismo a la miseria, sino a toda la creación. Pablo dice que “la creación fue sujetada a vanidad” (Rom. 8:19-21). La victoria de Jesucristo fue cósmica. En Apocalipsis, Dios declara, “He aquí yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5). En esta visión, Juan ve “un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron” (Apoc. 21:1). La salva- ción vino en Cristo a todo el universo. El mundo tal como lo conocemos no es normal, no es como debería ser.

3. ¿Por qué molesta un gen “homosexual”?

Repito que yo no sé si exista un gen que influencia en la sexualidad. Pero si lo hay, no es una evidencia de la moralidad de la homosexualidad. ¿Será que el mismo gen o una mutación del mismo hace que algunos hombre sean atraídos sexualmente a los niños? Por la misma lógica de los normalistas, la pedofilia tiene una posible justificación biológica. ¿Legalizaremos esta conducta también y permitir que un niño consienta en tener relaciones sexuales con un adulto? ¿Qué derecho tienen los normalistas de prohibirlo? Si existiera un gen que influencia en la sexualidad, no sería una prueba de la moralidad o rectitud de la homosexualidad, sino una prueba de la corrupción de nuestra naturaleza que también se manifiesta en nuestro código genético. Este universo no es normal, sino caído. ¿Por qué creían los cristianos que la caída sólo afecta el alma? Somos seres caídos cuerpo y alma y el pecado se manifiesta en los dos. ¡Qué raza más lastimosa! En este debate, no podemos ceder un solo paso al enemigo, dejándole definir los término del argumento. Sus presuposiciones son antitéticas a las nuestras y esta es la razón por la que el argumento de un gen homosexual ha perturbado a muchos cristianos

4. La esperanza del homosexual y de todos nosotros

La iglesia de una voz debe proclamar las buenas nuevas de Jesucristo. El homosexual no necesita en primer lugar terapia, como dicen algunos. Necesita lo que todos necesitamos: un nuevo corazón. Necesitamos la nueva creación. La Biblia concluye con gran esperanza: En el nuevo cielo y la nueva tierra, “no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes” (Apoc. 22:3-4). No hay más maldición porque el Cordero que está en su trono fue maldito por Dios en la cruz. Él llevó nuestra maldición y a partir de su resurrección, la maldición que resultó del primer pecado, que está sobre toda la creación, comenzó a trabajar hacia atrás. El homosexual no tendrá esperanza entregándose a su propia sexualidad, sea cual sea la razón por ella. El Evangelio es la única esperanza. Tiene que escuchar las palabras de Pablo, “Pero lejos esté de  mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quién el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gál. 6:14-15). Pablo dice en Romanos 6:4, “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Si usted se siente cargado del peso de su naturaleza, Jesús ya le ha dicho: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:7).

Puede ser que si usted lucha con la homosexualidad, siempre tenga esta lucha. Pero por eso Jesús nos dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:23-24). Tome la cruz y siga a Jesús.

Aunque luche toda la vida, no siempre será así. La palabra final nos da Pablo:

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembre en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual… Así también está escrito: fue hecho el primer Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante… porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: sorbida es la muerte en victoria. (1 Cor. 15:42-45, 53-54).

En la resurrección, su naturaleza será cambiada y la esperanza de la liberación final y total del pecado y de la corrupción se cumplirá. Entretanto, somos consolados con las palabras del apóstol Juan, “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:1-3).

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