LA PARÁBOLA DE LA GRANJA (O “CARTA ABIERTA A LOS QUE HAN ABANDONADO LA IGLESIA”)

Por Guillermo Green

Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 2

El día estaba amaneciendo, despejado el cielo, los pájaros cantaban. Era otro día de verano, muy hermoso. El puerco volvía a ver a sus otros compañeros, unos buscando lombrices en el barro, otro bebiendo agua, otros asoleando sus panzas. Lo que le caía mal era que la mayoría de ellos tenían las dos orejas que se doblaban hacia adelante, mientras él tenía sólo una oreja que se doblaba. Cerró sus ojos para no verlos, era tan insoportable.

Llegó el granjero con el alimento de la mañana. Los otros puercos con sonidos de contentamiento se acercaron a la palangana para comer. Pero el puerco de la oreja parada había perdido su apetito. ¿Cómo podía disfrutar un desayuno con tantos puercos feos con orejas dobladas? ¡Era imposible! En ese momento vio algo que lo alegró: ¡otro puerco con  una oreja parada! ¡Qué alegría! Se arrimó a su compañero, comenzó a comer (pues el hambre se estaba apoderando de él), y comentó en voz baja: “¿Cómo ud. soporta comer con tantos orejas dobladas?”

El nuevo compañero respondió, “yo tampoco lo soporto, pero no tenía otra opción. Sin embargo, ya que somos dos, vámonos al final de la palangana y comamos aparte”. Esto lo hicieron los dos puercos de ahí en adelante. Venía el granjero, y los dos puercos con una oreja parada comían juntos, vueltas sus espaldas a los otros puercos, en la parte final de la palangana. Pasaron las semanas, y los dos puercos olvidaron que había otros puercos en el mismo encierro. Andaban como si fueran los únicos. Siempre estaban juntos, sólo ellos. Si otro puerco les hablaba, ni siquiera respondían. Una vez otro puerco resbaló en el barro y se quedó prensado debajo de unas tablas que sostenían la cerca. Pidió ayuda, pero los dos puercos volvieron oídos sordos a su clamor. Tuvieron que llegar los otros puercos de las orejas dobladas para ayudarle a salir.

A veces llegaba un zorro desde los campos a la granja para ver qué travesura hacía cuando no estaba mirando el granjero. Era astuto en la vida del mundo, y era un terrible bromista. Un día llegó a la granja y se sentó en la cerca donde estaban los puercos descansando tranquilamente. “¿Sabían que pronto el granjero los va a llevar a un desfile?” les preguntó.

“No, no sabíamos”, dijeron. “¿Cuál es el propósito?”

“El propósito es dar un premio al puerco que camine con más elegancia”, dijo el zorro, y se fue.

Pues, esa misma tarde el granjero llegó con un pequeño camión. Todos los puercos se pusieron emocionados. Seguramente había venido a llevarlos al desfile. Los dos puercos con la oreja parada empujaron hasta estar en la pura puerta del encierro. Pues, se consideraban los más elegantes y dignos de todos. Cuando el granjero llegó con su ayudante para llevarlos al camión, salieron juntos caminando con una elegancia fuera de su especie, parecían aquellos caballos de trote que alzan las patas hasta arriba. El granjero y el ayudante se quedaron viendo, y estallaron en risas. Los puercos creían que los estaba halagando, y alzaban aún más sus patas. Así, juntitos, subieron las tablas al camión, y como sólo cabían dos puercos, cerraron la compuerta y los llevaron al matadero.

1.  Moraleja

Durante toda la historia ha habido personas que por una razón u otra abandonan la iglesia institucional, para formar grupos informales con otras personas que piensan como ellas. Este fenómeno merece un tratamiento pleno, pero por falta de espacio y tiempo nos encontramos limitados en este momento. Sólo quisiéramos señalar algunos puntos en favor de la iglesia institucional que estas personas deben considerar.

  1. No queremos defender los errores de las iglesias institucionales. Son muchos, y en parte las iglesias mismas tienen la culpa de enfriar a las personas. Por un lado la iglesia Católica se mantiene aferrada a sus tradiciones y prácticas no bíblicas. Por otro lado las iglesias evangélicas, especialmente de corte neopentecostal, se montaron en el tren del caos, la avaricia,  y la megalomanía. Hay muchas razones para rechazar estas corrientes. Pero la razón y la lógica nos obligan a distinguir entre algo esencial, y el abuso de ello. Si Jesucristo fundó la iglesia institucional, el abuso de ella no anula lo legítimo de ella. Si los políticos abusan de la democracia, esto no anula lo válido de la democracia. Si el negociante abusa del libre comercio y estafa a su prójimo, no por ello abolimos al libre comercio. Lo mismo sucede con la iglesia. Si Jesús y los apóstoles establecieron la iglesia institucional, el abuso de ella no anula su esencia.
  • En la Biblia encontramos que en efecto, Jesús y los apóstoles afirman una iglesia institucional. De hecho, estaban siguiendo la práctica de Dios desde el Antiguo Testamento. Encontramos cientos de pasajes que se refieren al pueblo de Dios como “congregación, pueblo, familia, rebaño, casa”, es decir, en términos corporativos. Y esta familia de Dios tiene una estructura, una organización formal. Jesús dijo que “edificaría su iglesia y las puertas del Hades no prevalecerían contra ella” (Mateo 16:18). Para esta iglesia, Jesús estableció “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros” (Efesios 4:11). Pablo instruye a Tito a asignar ancianos en cada iglesia (Tito 1:5), y le da a Timoteo los requisitos para los ancianos y diáconos (1 Timoteo 3). Las iglesias debían exigir estas cualidades a los que servían en los puestos de anciano y diácono. Ya en el tiempo de los apóstoles existían los “presbiterios”, es decir, concilios de ancianos y pastores (1 Timoteo 4:14; ver Hechos 15). La iglesia tenía una estructura formal desde el puro principio, con “oficiales” elegidos y aprobados que representarían a Cristo por medio de predicar su Palabra. Los oficiales de esta iglesia tienen el deber de “guardar el depósito de doctrina” que los apóstoles dejaron (ver 2 Timoteo 1:13,14).

Así que, debemos entender que la voluntad de Dios era edificar una iglesia organizada, estructurada, que asegurara la transmisión del Evangelio tal como Jesús y los apóstoles lo dejaron.

  • Todo individuo debe interesarse en la historia. No somos islas. Somos productos en gran manera de las decisiones que otros tomaron antes que nosotros. La persona que se cree libre de toda influencia externa es la persona más ingenua y más engañada que hay. Los que hoy creen que pueden trascender todas las corrientes religiosas, creando su propia versión del cristianismo, son ciegamente atrapados en el individualismo relativista de moda. Como dijo el autor de Eclesiastés, “no hay nada nuevo bajo el sol”. Los que rechazan a la iglesia institucional para formar su propio grupo exclusivo no están haciendo nada ni nuevo ni fuera de lo que muchos otros hacen. Realmente están esclavizados al individualismo extremo contemporáneo, y al relativismo religioso que tiene engañados a muchos.

La historia nos enseña que en varias épocas la iglesia institucional ha caído en condiciones de extrema corrupción, al igual que hoy. Sin embargo, la solución de los que querían seguir la Palabra de Dios no era retirarse para formar clubes privados, sino primero luchar públicamente dentro de la iglesia para lograr reformas si fuera posible. En última instancia, al ser expulsados, no abandonaron la iglesia institucional, sino siguieron adelante con iglesias “reformadas”. Una instancia de este tipo de reforma sucedió en el siglo 16, cuando para muchos ya era imposible participar más en una iglesia corrompida tanto en la práctica como en su doctrina. Pero en lugar de retirarse en reuniones privadas, siguieron el patrón bíblico en establecer iglesias organizadas, de doctrina sana. Estas iglesias permanecen hasta el presente. Hoy no es necesario formar nuevas iglesias, como en el siglo 16. Hay iglesias sanas existentes que predican fielmente la Palabra de Dios.

  • El relativismo moderno pretende poder superar las viejas luchas doctrinales. Esta actitud es ingenua y poco basada en la realidad. Todas las doctrinas fundamentales fueron debatidas y decidas antes del año 500 d.C: El lugar de la Biblia (versus los gnósticos), el carácter trinitario de Dios (versus los arrianos), el carácter de la naturaleza del hombre (versus los pelagianos), el lugar y significado de los sacramentos (versus los donatistas), y la naturaleza de la salvación por gracia y por la fe (con Agustín). Después de esto, todos los debates simple- mente toman aspectos de estos viejos debates. Toda “síntesis” es un engaño.
  • La tarea de la iglesia es reunir a un pueblo alrededor de la Palabra de Dios predicada (2 Timoteo 4:1-5), celebrar la Cena del Señor y recibir miembros por el bautismo (1 Corintios 11:23-34; Hechos 2:37-42), mantener la santidad del cuerpo de Cristo (Mateo 18:15-17; 1 Corintios 5:1-8), y preparar a los santos para la obra de servicio a Cristo en este mundo (Efesios 4:12). La iglesia forma el corazón del reino de Dios en este mundo. No es algo periférico. No es algo opcional para el Cristiano. No es algo que nosotros formamos o establecemos. Nosotros entramos en la iglesia para servir a Cristo, la Cabeza de ella. Y si es el caso que la iglesia o la denominación a que pertenezco se corrompe tanto que se me hace imposible seguir en ella, debo buscar otra que es más fiel al Señor. Recordemos que todos los movimientos privados, elitistas, no han durado. ¿Qué dejaron estos grupos para sus hijos? Nada. Yo quiero dejar algo más duradero para mis nietos y bisnietos, y por eso estoy comprometido con luchar por la iglesia del Señor.

Los puercos de la parábola se aislaron de los demás, pero su elitismo los preparó para caer en la trampa del zorro. ¿Cuántos hoy están en este mismo peligro? Jesucristo no ha dejado de edificar su iglesia, y a pesar de los defectos y el pecado de los hombres, la gloria de Cristo sigue manifestándose en ella. No nos separemos de la iglesia. Si es necesario, busquemos una iglesia más sana. Pero recordemos que los abusos de algunos no anula el carácter institucional de la iglesia. Tanto la Biblia como la historia lo comprueban.

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