INSULTOS APOSTÓLICOS – Parte 1

Por Guillermo Green

Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 2

¿Sería posible que el Espíritu Santo inspirara insultos?

¿O será que nosotros interpretamos como insulto algo que realmente es importante que sepamos? Me puse a pensar en algunos pasajes del Nuevo Testamento que parecían muy fuertes, parecían ciertamente pasajes que no eran política- mente correctos, y que en nuestros tiempos jamás se dirían —¡menos en el contexto de la iglesia! Una vez inquietado, comencé a hacer un repaso de otras cartas apostólicas del Nuevo Testamento. Para mi sorpresa, encontré pasajes parecidos ¡casi en todas las epístolas!

Quiero repasar sólo un pasaje en este artículo que parecería ser un “insulto” si lo dijéramos hoy. Tal vez sirva para examinar nuestro concepto de la inspiración de la Biblia. Y tal vez sirva para examinar nuestro concepto de la misma fe.

1.  Tito 1:12–13

Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe”.
Me pongo a pensar en estos días de técnicas de “iglecrecimiento”, “pensamiento positivo”, y “victoria Cristiana”. ¿Qué dirían los gurúes de plantación de iglesias con respecto a esta orden de Pablo a Tito? A lo menos, parece una orden poco considerada, poco atractiva para atraer gente al Evangelio. Es más, Pablo está enviando a ¡un extranjero a denunciar toda una cultura! ¿Quién era Tito para llegar a decirles estas cosas? Si no le gustaba la cultura cretense, ¡que se vaya!

No se necesita un curso en reglas hermenéuticas para entender lo que Pablo dice. Primero apela a otra autoridad, echando sal a la herida. Habla como si muchos creen que los cretenses son malos. Es doloroso escuchar que uno cree que ud. es un mentiroso, mala bestia y glotón ocioso. Pero que alguien diga que muchos otros piensan lo mismo, eso duele. Pablo no comienza con los rodeos que nosotros acostumbramos cuando queremos hablarle a alguien acerca de algún defecto. Los psicólogos aconsejan —y esto se ve todos los días en libros, escritos, conversaciones, etc.— que empecemos destacando todas las cualidades positivas en que podemos pensar. Algunos hasta inventan. Le dan tantos halagos que uno piensa que no podría tener defectos. Al final de la larga letanía de piropos y complementos, finalmente se llega a decir, “pero hermano, hay una cosita que quería tocar…”

En contraste con la psicología moderna, Pablo no pierde ni tiempo ni tinta. En pocas palabras dice “Dígale a esos cretenses lo que todo el mundo sabe de ellos, hasta su propia gente lo declara, ¡que son un pueblo fregado y perdido y necesitan el Evangelio!”

En segundo lugar, Pablo usa tres términos bastante insultantes. Les dice mentirosos, bestias y glotones. Yo puedo oír a los sociólogos y antropólogos disfrazados de teólogos decir hoy, “¿Y las cualidades culturales que los cretenses habían heredado de sus antiguos antepasados fenicios? ¿No tenía Creta una cultura muy antigua que aún manifestaba rasgos de su historia gloriosa? ¿No era la isla de Creta una pieza muy clave en la civilización mediterránea desde hacía milenios hasta    el presente? ¡Qué bárbaro Pablo! ¡Ignora todo lo que Creta había contribuido al mundo y a la región, y sólo se enfoca en algunos aspectos un poco desagradables del pueblo! Y ¿no sabía Pablo que estas cositas no eran parte de la cultura autóctona? ¡Todos sabían que estos defectos llegaron hace poco, seguramente por influencia extranjera, influencia del imperio Romano, o por los refugiados que habían llegado, o por los turistas que llevaban malas costumbres a la isla. ¡Que Pablo más insensible! Los cretenses realmente no eran así. Habían sido inducidos a actuar de esa manera por fuerzas ajenas a su verdadera naturaleza noble”.

Bueno, como podemos ver, Pablo ignora (¿intencional- mente?) todos los pretextos que pudieran haber, y da una orden dura, directa, e insultante para muchos. ¿Qué nos enseña esto de la inspiración de la Biblia? Seguramente algunos intérpretes de la Biblia de rodillas tembeleques dirán que Pablo olvidó por un momento su inspiración apostólica, y cayó en sentimientos carnales. ¿Cómo un Cristiano va a hablar de esa manera? ¡Nosotros promovemos un mensaje de amor! Llevar como táctica evangelística insultos de “mentiroso, mala bestia, y glotón” no puede ser de Dios. ¿O sí puede?

Tal vez somos nosotros los que tenemos que hacer un ajuste a nuestro concepto de la inspiración. Según la Biblia, Dios es la autoridad, y nuestros conceptos deben sujetarse a Dios, no al revés. Cada vez que nos ponemos a juzgar la Biblia, cada vez que nos ponemos a juzgar lo que es bueno o malo, legítimo o no, nos hemos colocado como juez, no como siervo. La doctrina de la inspiración nos lleva necesariamente a aceptar que lo que Pablo dice es legítimo, es correcto, y es bueno. De hecho — es divino. Porque provino del Espíritu de Dios.

En tercer lugar, Pablo no destaca cualidades positivas de los cretenses, sino que sólo señala estos defectos. El propósito es “para que sean sanos en la fe” (vs. 13). Los cretenses no eran “sanos” en la fe, sino torcidos, defectuosos, enfermos. Esto impedía que la Iglesia en Creta diera buen testimonio  y sirviera como debía. Pablo no pierde tiempo ni palabras manifestando frustración con la iglesia ahí, y le insta a Tito a ordenar ancianos rápido y poner orden en las iglesias lo más rápido posible.

2. ¿Qué podemos aprender?

Creo que hay varias cosas que los pastores, maestros y líderes tenemos que aprender con respecto a la enseñanza. Primero, decir al pan, pan, y al vino, vino (como decimos en Costa Rica, o sea, decir las cosas como son). Pablo llama el pecado por lo que es, claramente, y hasta de manera fuerte, para que las personas entiendan. La sociedad cretense tenía estas manifestaciones específicas del pecado, y eran tales que representaban grandes obstáculos para el avance del Evangelio. Pablo manda reprender esos pecados específicos con el nombre preciso de cada uno. Hoy tal vez usaríamos los siguientes términos: mentirosos, malcriados, y fiesteros desenfrenados. Es lo mismo. Todos entenderían claramente.

No es ninguna ayuda si un doctor intenta describir un tumor canceroso diciendo, “Mire señor, hemos detectado unas células anormales en su hígado que se están reproduciendo a una taza de más o menos tres veces lo normal. A pesar de que ud. no lo pueda sentir, se va haciendo una masa que desplaza las células sanas, así acortando la función normal del hígado, lo cual es como un filtro de la sangre. Ahora bien, el hígado tiene una gran capacidad de poder perder masa y todavía funcionar bien, pero si el crecimiento de las células anormales no es dete- nido, o la masa removida, se llega a anular la función correcta del órgano…” ¿No sería mejor entendido si el doctor sencilla- mente dijera?: “Lamento decirle que tiene un tumor canceroso en el hígado”.

Pero muchos predicadores le dan tantos rodeos al pecado que la congregación nunca entiende lo que realmente quiere decir. El pecado es grave, el pecado toma formas específicas, y el pecado tiene que ser el foco de nuestro arrepentimiento. Si no hablamos del pecado en términos específicos, nunca puede haber un arrepentimiento genuino. ¿Quién no está “arrepentido” de sus pecados? ¡Todos lo están! Pero, ¿cuántos realmente están arrepentidos de vivir una vida autónoma? ¿Cuántos están arrepentidos de robarle a Dios la adoración, el tiempo y el dinero que le corresponde? ¿Cuántos están realmente arrepentidos de haberle negado sus dones a su hermano? Pablo señala pecados específicos, porque los cretenses tenían pecados específicos, de los cuáles tenían que arrepentirse.

Un punto muy importante. Mientras Pablo en Tito 1:12 habla muy fuerte contra los cretenses, en otras partes de esta carta (y otras epístolas) Pablo se incluye con los demás pecadores. Este punto es sumamente importante para todo predicador. Pablo sabe denunciar el pecado con términos específicos. Pero a la vez sabe que fue la gracia de Dios que lo liberó a él y lo perdonó. Escuchemos palabras de esta misma carta un poco más adelante:

Tito 3:3–7, “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.

Concluyendo esta parte, Pablo sabe que un elemento esencial de presentar el Evangelio es señalar de manera concreta el pecado. Pero no como un santurrón que nunca ha pecado, sino como otro pecador salvo por la gracia de Dios. Las dos cosas van juntas, y ninguna anula la otra. Predicamos conscientes de ser salvos de nuestro pecado, y predicamos conscientes que nuestros oyentes necesitan ser salvos de sus pecados. Y la naturaleza del arrepentimiento exige que se haga un esfuerzo por identificar especialmente aquellos pecados que traen deshonra al nombre de Cristo, y frenan la obra de la Iglesia. Todas las confesiones históricas Reformadas tratan las exigencias de la ley de Dios como requisito para poder entender y recibir el perdón en Cristo.

Dice el Catecismo de Heidelberg: “¿Cómo conoces tu miseria?” Y responde: “Por la Ley de Dios” (pregunta #3). Un problema grave de tantas iglesias evangélicas hoy es la cantidad de personas que nunca fueron confrontadas realmente con su pecado por medio de la ley de Dios. Para unirse a una iglesia, nunca tuvieron que arrepentirse de nada. De hecho, se oye demasiado que las personas van a tal y tal iglesia porque “me gusta la música, o cómo habla el pastor, o las actividades que proveen”, y no porque “escucho el Evangelio”. Pablo instruye a Tito a no ser tímido cuando le tocaba predicar la verdad de Dios sobre nuestra condición. Nosotros tampoco podemos ser tímidos.

En segundo lugar, hemos notado que Pablo habló de pecados concretos de los cretenses. Creo que estas tres cosas no se aplican de igual manera a todas las culturas, sino que fue en Creta donde se manifestaban fuertemente. Yo creo que uno de los males de los costarricenses no es ser “malas bestias”, porque por lo general mis compatriotas ticos son educados y ordenados. Tampoco se dan mucho a la glotonería —parece que todo el mundo está de dieta eterna (o por lo menos lo fingimos). Pero hay otros pecados generalizados que sí se aplicarían.

Cuando Pablo destaca tres males de los cretenses, nos está impulsando a hacer lo mismo en nuestro contexto. En muchos países la mentira es un problema grave. El robo es otro. El chisme, el rencor, y otros pecados de relaciones inter- personales frenan la obra del Señor. En algunos países la perseverancia no es un problema generalizado, pero en Costa Rica el pasatiempo favorito parece ser “renunciar”. Todo el mundo renuncia por cualquier cosa. Si Pablo hubiera escrito a nuestro querido país de Costa Rica, estoy seguro que habría dicho “Diles que son cobardes ante las pruebas, y que todo el mundo lo sabe”. Este pecado serio frena la obra del Señor, da mal testimonio, y perjudica a las familias Cristianas porque se levanta generación en generación de “renunciadores”.

Como es el Espíritu Santo que convence, el predicador debe aplicar la espada de la Palabra con humildad pero con seriedad y con vigor. Tito, como extranjero, seguramente sentía cierta pena de aplicar la ley de Dios de forma muy directa. Pero Pablo, confiando en el poder de la Palabra y nada más, les dice a los pastores “¡predica la Palabra de Dios a tiempo y fuera de tiempo!” (2 Timoteo 4:1–5).

Cuando los Reformadores del siglo 16 iniciaron la reforma de la Iglesia, volviendo a los fundamentos de la fe, lo primero que hicieron fue sacar los púlpitos de los rincones de las iglesias y colocarlos en el centro. Bajaron los objetos que estorbaban la vista —crucifijos, santos, vírgenes, estatuas, cuadros, altares— y dejaron sólo un púlpito, y tal vez una fuente de bautismo y una mesa para la Santa Cena. Pero ¿qué ha pasado con el correr del tiempo? Las iglesias de hoy que se llaman “evangélicas” realmente han vuelto al misticismo de Roma, haciendo a un lado la centralidad de la predicación. Hoy el sermón exegético es sustituido por danzas y banderas, por dramas, por conjuntos musicales que intentan competir con Hollywood. Y cuando existe un “sermón”, sigue siendo otro teatro torciendo la santa Palabra de Dios para que todo pasaje enseñe un solo mensaje: “Dios quiere bendecirte mucho más allá de lo que puedas imaginar. Sólo llena la canasta de la ofrenda con tu semilla de fe, y ¡verás que se realizan tus sueños!”

El “insulto apostólico” de Pablo no es ningún insulto en realidad. Es la aplicación con firme convicción que la Palabra de Dios convertirá corazones. Nuestro problema hoy no es que somos “muy buena gente” y que no queremos insultar a nadie. Ese no es el problema. El problema verdadero es que no creemos en el poder de la Palabra. Sustituimos la Palabra por nuestra versión de un Evangelio “light”, liviano, el Evangelio de “buena gente”, que sólo necesita un poco de religión para ayudarles a sobrellevar las dificultades personales que afrontan. Que conste, este no fue el Evangelio de Pablo, y el mismo Pablo dijo que aún si un ángel del cielo predicara otro Evangelio, fuera maldito (Gálatas 1:8,9). ¡Tomemos nota!

En tercer lugar, creo que aprendemos de esto lo serio que es la tarea de la Iglesia. Pablo estaba coordinando el esfuerzo misionero de la Iglesia Cristiana en todas las partes de Asia menor, Grecia, Macedonia e Italia. Pablo sentía una carga grande por plantar la Iglesia y tenerla fuerte antes de que él muriera. Trabajó personalmente en la predicación y evangelización, y luchó por entrenar a otros y enviarlos. En el libro de Tito, su mira está puesta en la isla de Creta. Aparentemente habían iglesias fundadas en Creta, aunque no hay mucha información sobre ello en el Nuevo Testamento. No tenemos ningún relato en el libro de Hechos de que Pablo visitó Creta, pero en Tito 1:5 Pablo dice que lo “dejó” ahí (avpe,lipo,n), y real- mente el término parece indicar que Pablo estaba presente, y dejó a Tito para continuar las labores. En todo caso, el punto es que había mucho que hacer en las iglesias de Creta, y esta carta deja claro que la obra del Evangelio es seria, el negocio de la Iglesia es algo serio, y es urgente proceder con la “sana fe” (Tito 1:13).

Me preocupa la actitud que muchas veces presiento en los seminarios teológicos, especialmente entre los estudiantes más jóvenes. A veces hay una liviandad desmedida con las cosas de Dios. Hay falta de seriedad con las cosas sagradas. A mi me gusta disfrutar de la vida que Dios nos ha dado, y todos los que me conocen, saben que soy una persona que bromeo y me río fácilmente. Sin embargo, la obra del Señor es suma- mente seria, se trata del destino eterno de nuestros oyentes. Creo que una buena tarea para los estudiantes y seminaristas sería la siguiente: “A la luz de Tito 1:12,13, elabore un sermón tomando en cuenta la aplicación del método de Pablo en su contexto actual, señalando los actuales pecados que impiden el avance de la Iglesia”. ¿Qué le parece?

La Iglesia no es un club. Muchos quieren que sea un club religioso. Pero la Iglesia no es un club. Es el cuerpo de Jesucristo, encargado con ser la principal manifestación de  la obra de Cristo en la tierra. La Iglesia es la manifestación visible del reino de Dios. La Iglesia es el instrumento principal de la predicación de la única Palabra de vida. La Iglesia se compone de los redimidos por gracia, quienes ahora sirven para que otros conozcan la misma gracia del Señor. La Iglesia es compuesta de los que están agradecidos por la misericordia de Dios, y ahora se esfuerzan por manifestar su gratitud mediante las buenas obras (ver Tito 3:3–8).

Cuando Pablo atacó los tres males que menciona en Tito 1:12, atacó las cosas que más atentaban contra su tarea principal en Creta. Hoy podrían ser otras cosas, como la falta de solidaridad unos con otros, el individualismo que ha invadido a nuestras sociedades, la cobardía, la falta de perseverancia, la incapacidad de colaborar juntos porque cada uno

quiere figurar, el orgullo, o lo que sea. El punto es que Pablo nos enseña que es urgente eliminar los pecados que frenan, para proceder con nuestras tareas. No todos los pecados son iguales. Algunos hacen más daño a la Iglesia y afectan más profundamente su tarea. Estos son los que deben ser seña- lados primero.

3. Conclusión

Bueno, en mi lista tengo dieciséis pasajes más que parecieran insultos apostólicos. Sólo hemos visto uno. Claro, al ver uno, vamos a ver un patrón en los demás. Pero espero haber podido demostrar algo importante de la Biblia: ella nos habla a nosotros lo que Dios piensa de nuestra condición, y rompe muchos esquemas de religiosidad que existen. Si queremos ser bíblicos, debemos seguir el ejemplo de Pablo, como Tito debía seguir sus instrucciones.

Ser predicador de la verdadera Palabra de Dios no es para cobardes ni miedosos. Necesita piel de elefante y voluntad  de hierro. El profeta Ezequiel seguramente se preguntaba cómo podía realizar esta tarea difícil, pero Dios le respondió: “Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde” (Ezequiel 3:9). ¡Que semejantes estas palabras a las de Pablo a Tito! Nada ha cambiado. El que es llamado a tomar la sagrada Palabra del Señor en sus manos para predicarla, es llamado a predicar “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27). Esto incluye anunciar la maravillosa gracia de Dios en Cristo, y también la denuncia de lo que está contra la ley de Dios.

Si Dios permite, veremos en un futuro artículo algunos otros “insultos apostólicos”. Por ahora, que el Señor le bendiga ricamente y le use para llevar la Palabra de vida.

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