por David C. Rowe
Reforma Siglo XXI, Vol. 2, No. 2
Así como el creciente movimiento para legalizar los matrimonios del mismo sexo ha levantado muchos temas, también ha expuesto roturas profundas en el armazón del cristianismo norteamericano. Entre esas fracturas se encuentra el hecho de que las denominaciones de iglesias están o aceptando el estilo de vida homosexual o por lo menos están luchando con las implicaciones de dicho estilo en sus Asambleas Generales. Algunas iglesias libertinas o sectas condescienden específicamente a las personas involucradas en la homosexualidad y estas iglesias están floreciendo. Acomodar a la homosexualidad requiere de una modificación teológica sutil y enmascarada que lentamente se está convirtiendo en una “opción” aceptable dentro del cristianismo. Es más, si los cristianos siguen las implicaciones de esta modificación teológica a su conclusión lógica, puede que nos demos cuenta de que somos una iglesia que no es históricamente cristiana. En pocas palabras, el cristianismo que tolera el apoyo al estilo de vida gay también será un cristianismo que tolerará la incredulidad.
Existen varios libros muy accesibles y populares en la librería más cercana que declaran argumentos teológicos comunes usados para la aceptación del estilo de vida homosexual o “gay.” Uno de los libros con que posiblemente te topes mientras conversas con tu amigo, padre o hijo gay, lo es el best-seller Stranger at the Gate: To Be Gay and Christian in America por Mel White. Cualquier discusión sobre la iglesia con alguien de la comunidad gay que se muestra serio en cuanto a la fe, siempre incluirá una referencia a este libro, entre otros, por su convicción preconcebida de que lo “gay” y lo cristiano se puede sintetizar. Histórica y tradicionalmente el cristianismo ha enseñado que las personas no pueden hacer lo que quieran con sus cuerpos (ver Romanos 6:13 y I Corintios 6:19-20). Sin embargo en un intento de manifestarse como amorosos, tolerantes y de mentes abiertas muchos en la iglesia se han movilizado para permitir y hasta abrazar lo que debemos denominar “teología pro-gay.” Este cambio de la iglesia sigue el abrazo psicológico, político y ético de la agenda gay por parte de la cultura. Todo lo que hagas con tu cuerpo, mientras no le hagas daño a nadie, puede ser tolerado y apreciado. La Iglesia no se ha movido en esta dirección solamente por las influencias culturales. Puntos de vista filosóficos dentro de la Iglesia (cómo vemos la Escritura y qué es lo que dice en cuanto a nuestro mundo hoy) han hecho posible la asimilación de la teología por-gay. Carles Hartshorne, un filósofo, teólogo y escritor norteamericano, ha dicho que hasta Dios mismo es considerado “en el proceso” por medio de su relación y asociación con un mundo cambiante. La Teología del Proceso busca señalar los problemas más profundos de la humanidad de hoy, reenfocar el evangelio sobre estos problemas y asuntos, y luego “escuchar” a la Palabra de Dios para encontrar la respuesta salvífica que corresponde al cuestionamiento básico de esta era. En el último análisis, la Teología del Proceso intenta reinterpretar el mensaje y la enseñanza cristiana a la luz del nuevo enfoque. Para la persona gay en la iglesia la sexualidad es ese nuevo enfoque. La Teología Pro-gay también sincroniza muy bien con el relativismo secular postmoderno de hoy. Como ejemplo de esto, muchos eligen una iglesia hoy porque les gusta los cánticos en una iglesia más que en la otra; o porque la gente que atiende cierta iglesia son más como ellos. Estas razones no son incorrectas, pero muchas veces el gusto del individuo se eleva por encima de lo que en realidad se enseña como la verdad. Los gustos y los deseos del corazón preceden a la verdad y la verdad es secundaria. El hombre está en proceso, al igual que la verdad, y Dios nos está permitiendo que por fin caminemos nuestro propio camino. Dios ha decidido que al fin estamos al punto en el proceso donde es hora de quitarnos las ruedas de aprendizaje. Mientras el hombre moderno se desprende de las faldas de Dios, y también de la Iglesia, se da cuenta de que se responsabiliza totalmente de su vida, tomando decisiones sin contar con Dios. Desafortunadamente cuando no tienes un Dios ante el cual ser culpable, no tienes ninguna necesidad de un Dios que te salve.
Pero ¿cómo fue que los asuntos de la homosexualidad se convirtieron en una escaramuza sobre la muralla que es la ortodoxia de la iglesia? ¿Por qué este asunto ha sido el más contencioso para casi todas las denominaciones principales? La respuesta puede ser que mientras el interés por la salvación individual mengua, la atención a asuntos sociales, tales como los derechos personales y la justicia, crece. En el proceso el hombre asume papeles que anteriormente se dejaban a Dios. Esta teología altera nuestra relación hacia Dios, los hombres y la iglesia. En vez de una iglesia enfocada en lo que todos han creído en todos los lugares y en todos los tiempos, ahora tenemos a individuos escuchando lo que ellos quieren oír y creer.
El Lugar del Debate
Aunque el debate mayormente se lleva a cabo en el campo de la hermenéutica, el verdadero foro de esta discusión se encuentra en otro sitio. Los hombres gay o las lesbianas de hoy dicen, “A fin de cuentas lo sé en mi corazón, soy gay. Mi deseo lo confirma.” Todos los demás argumentos ya sean bíblicos o de otra índole, son una distracción a este compromiso central. R. Albert Mohler, Jr. presidente del Seminario Teológico de los Bautistas del Sur, dice, “La agenda homosexual la promueven activistas quienes están totalmente comprometidos con la causa de hacer de la homosexualidad una forma de sexualidad sancionada y reconocida y la base para relaciones familiares legítimas. Todo obstáculo que impida el progreso de esta empresa tiene que ser removido y las Escrituras son el obstáculo más formidable de esta agenda.”
Y el asunto lo siguen promoviendo. William M. Kent, un miembro del comité asignado por los Metodistas Unidos para estudiar la homosexualidad declara, por lo menos con gran honestidad, que “los textos escriturales en el Antiguo y Nuevo Testamento que condenan la práctica homosexual ni son inspirados por Dios ni tampoco de ningún valor cristiano perdurable. Considerado a la luz del mejor conocimiento bíblico, teológico, científico y social, la condenación bíblica de la práctica homosexual se entendería mejor como representando un prejuicio cultural de aquellos tiempos y lugares.” Escuche atentamente a Kent. Él no niega que la Biblia claramente prohíbe la práctica homosexual; reconoce que la Biblia específicamente lo prohíbe. Pero Kent está diciendo que el hombre post-moderno debe abandonar la Biblia a la luz del “conocimiento” moderno. Primero dice que los textos escriturales no son “inspirados por Dios,” pero aunque lo fueran, están ligadas a “prejuicios culturales” antiguos. El fundamento de Kent es la razón humana elevada por encima de la sabiduría de Dios revelada en las Escrituras.
Otro método que se usa es negar que los pasajes bíblicos siquiera se refieren a la homosexualidad; o también argumentan que los pasajes se refieren a actos homosexuales opresivos o no consensuales. Algunos argumentan que las referencias de Pablo a la homosexualidad en realidad son ilustraciones del abuso sexual de niños (vease I Cor. 6:9 y I Tim. 1:10), violaciones homosexuales o relaciones homosexuales “no consensuales.” Usando esta metodología los teólogos gay señalan que los textos Levíticos deberían ser descartados por la sencilla razón de que hay otros mandamientos Levíticos que todos los Cristianos ignoran rutinariamente. Mel White, escritor fantasma para anteriores clientes como Billy Graham, Jerry Falwell, D. James Kennedy, Ollie North y Pat Robertson, escribe sobre sus primeros años en la religión evangélica: “Yo crecí realmente convencido de que Dios estaba de parte de mis padres y de que cualquiera de mis intuiciones, deseos o sentimientos que no se conformaran a los de ellos debían proceder del mismo infierno. Si asistir a un baile conducía al infierno, ¿es de sorprenderse que ni siquiera pensé en hablar del tema de la homosexualidad? Para ese tiempo ya me había memorizado aquellas lineas antiguotestamentarias de Levítico que dicen que es una abominación que un hombre se acueste con otro hombre y que debe morir. Claro está que un poco antes en el mismo texto dice que alguien que toque la piel de un cerdo muerto también es una abominación (Levítico 11:7-8). Pues con eso se acabó el fútbol del lunes por la noche.”
Estos planteamientos son creativos; sin embargo debe ser obvio que no son muy ambiciosos en su exégesis. Aunque White luchó durante muchos años para ser obediente a la Palabra de Dios, decidió que ya no podía estar en guerra con su cuerpo y encontró un paradigma científico y social que cubría esta necesidad: “Nadie se preocupó en explicarme la diferencia entre “orientación sexual” y “preferencia sexual.” Ahora entiendo me error. Hoy en día los científicos explican que la orientación sexual es involuntaria, algo que ocurre entre dos gametos en la concepción, o a un feto en la matriz, o a un infante en su niñez. Algunas personas que se encuentran en el medio de la escala de la orientación sexual son estimulados en ambas direcciones. Puede que tengan la opción… Yo creo que podría cambiar mi preferencia sexual de homosexual a heterosexual con un acto de pura voluntad, ayudado por Dios, por la disciplina diaria y por la hermosa joven a mi lado. “Lo único que necesitas para salir de la homosexualidad en una buena mujer,” eso es lo que dicen. Lamentablemente me equivoqué. Mi orientación sexual, como el de todo el mundo, es para siempre, e ignorar o negar ese hecho puede ser un error fatal.”
Aquí hay varios asuntos que atender. En primer lugar las presuposiciones de White — la primacía de sus sentimientos — le conducen a un territorio familiar. La distinción entre “orientación” sexual y “preferencia” sexual es un punto de vista popular y moderno que afirma que no se puede confiar en la Biblia en cuanto a lo que está ocurriendo hoy en día en la homosexualidad porque las Escrituras no distinguen entre el acto homosexual externo y la orientación homosexual interna. Este último, a menudo denominado “inversión sexual,” es la homosexualidad genuina en las discusiones de hoy. Además de eso, la Biblia no hace referencia a qué es lo que causa la condición homosexual, o inversión. El argumento, como aquí lo plantea White y otros, es que la orientación homosexual era desconocida en los tiempos bíblicos. Los cristianos del primer siglo habrían pensado que éstos eran heterosexuales distorsionando su heterosexualidad. Por tanto las Escrituras hablan sólo sobre los actos de un heterosexual que pervierte su propia sexualidad, y no hace referencia a aquellos que poseen una propensión “dada por Dios” por la homosexualidad. Y como la ciencia nos dice que el individuo no es moralmente responsable por su preferencia sexual (porque ocurre en la matriz) pues la homosexualidad tiene el equivalente moral de haber nacido incapacitado. En el último análisis la enseñanza bíblica sobre la homosexualidad es irrelevante a la luz de los descubrimientos modernos de hoy. Este argumento es, otra vez, creativo, sin embargo se queda corto de un exégesis profundo de las Escrituras. Todos los hombres nacen de Adán y han heredado una naturaleza pecaminosa. Además de esto, hay pasajes claros que hablan sobre nuestra orientación o deseo interior de pecar, y que el hecho en sí no es lo que hace que el pecado sea pecado. Los pensamientos o los deseos mismos son suficiente (véase Mat. 5:27-28).
En segundo lugar este punto de vista suprime el hecho de que Dios, el autor de las Escrituras y el Creador, no necesita que su voluntad revelada sea puesta al día o calificada por la sicología moderna. Él es un Dios eterno y omnisciente. Pero White presupone un dios que no es el gobernador providencial de la naturaleza, la creación y la historia, y por lo tanto no ve que a Dios no le hace falta la psicología moderna para guiar su revelación. Otra vez citando a White, “en aquellos días (los años cincuenta), todos éramos víctimas de un miedo y un odio ciego y sin razón hacia la homosexualidad que fue pasado de generación en generación sin mucho pensamiento y casi ningún estudio histórico, cultural o lingüístico detenido del registro bíblico antiguo, sin mencionar el estudio de la nueva información siendo recogida por las comunidades científicas, médicas y psicológicas.” Las Escrituras no podrán interpretar a las Escrituras pero la nueva información sí.
En tercer lugar lo más preocupante de los comentarios de White y de los que argumentan como él, es que a la vez que aceptan que existe tal cosa como el pecado, la facilidad de la razón que el hombre posee parece ser la única área de la mente que no ha sido tocada por el pecado. En esencia están diciendo, “La Biblia no habla sobre nuestro problema, así que nosotros tenemos que determinar qué es lo que se dirá en cuanto a la homosexualidad.” Él se sostiene a sí mismo — su razón y sus sentimientos caídos — por encima de las Escrituras en vez de vivir en sumisión a ellas. La teología de White es un sistema de incredulidad, o es anti-cristiano, porque presupone que los sentimientos del hombre son la última regla en la perspectiva mundial. Y así el teólogo gay ha cambiado el significado del cristianismo a algo que es históricamente no-cristiano.
Algunos Asuntos Prácticos para Ministrar
La fuerza de lo “políticamente correcto” tiene un enorme efecto en nuestros días. El “cristiano gay” con el que nosotros hablamos como cristianos, no impondrá sus argumentos más allá del bienestar de otra persona, y se esforzará por mantener sus ideas consistentemente dentro de esas líneas. Como se dijo anteriormente muchas iglesias ahora mantienen, tanto por presiones sociales externas como internas, que la homosexualidad debe ser normalizada, considerando a los gays como una minoría oprimida. En la Iglesia de hoy la tolerancia es el absoluto y si se propone atraer a la gente no puede mostrarse menos tolerante que la cultura circuncidante. Esto coloca a la persona que apela por la veracidad del Evangelio como el opresor culpable. ¿Entonces cómo puede el cristiano acercar su diálogo al gay que profesa ser cristiano y que está atrapado en la incredulidad a pesar de que profesa lo contrario? Así como lo vemos todo el tiempo en Harvest USA, uno de los pilares de la ideología gay es el hecho de que ellos sienten que los religiosos (o los “fundamentalistas” según los homosexuales religiosos) no los entienden y que su objetivo es vedarlos. Hasta el grado que tenemos conflictos con ellos, los cristianos estamos afirmando su punto de vista. Si nos vamos a colocar en sus zapatos, en algún momento tenemos que bregar con su contención de que ellos son una minoría oprimida y de que el opresor es el creyente ortodoxo. Después de todo cuando evangelizamos a nuestros amigos “normales” que puede que sean fornicarios, por lo menos no tienen a Jerry Falwell o Pat Robertson censurándoles en el programa de televisión “Nightline.”
Sin embargo la persona involucrada en el estilo de vida gay ha invertido mucho en ser oprimido. No se le puede permitir que viva su vida basado en lo que Jerry Falwell o sus otras reacciones o deseos le digan — de lo contrario le dejamos esclavo del pecado. También tiene una subcultura bien desarrollada y ghettizada a la cual recurrir en donde aparenta ser consistente con su ideología. El fornicario “normal” no la tiene. Pero la “verdad” que le provee su subcultura es mítica. El hombre gay debe ser presionado con el hecho de que, según Pablo, él sabe cual es la verdad. ¿La verdad se basa en los sentimientos o en la Palabra de Dios? El hombre gay no es ni único ni malentendido. Nosotros los que evangelizamos tenemos que reconocer que, “Él es como yo. Está atrapado en el pecado. Yo tampoco me quiero negar nada. Él no es excepcional en ninguna forma. Lo único es que él o ella tiene una teoría conspiratoria especial de que todos, y especialmente los evangélicos, están allá fuera para fastidiarlo.” Todos existimos en el mismo y único círculo que es este mundo de Dios.
A la persona involucrada en el homosexualismo no se le puede permitir que defienda su homosexualidad meramente basado en el hecho de que es oprimido. Tampoco se puede permitir que la calidad de los sentimientos interpersonales, el compromiso y el respeto que pueda o no pueda existir entre parejas homosexuales afecte nuestra reacción. Las actitudes e intenciones buenas o malas no hacen la vida gay. Para nosotros aceptar el estilo de vida homosexual como satisfactoria en cualquier forma, incluyendo las actitudes amorosas, es decir que estamos intentando ser más humanos que Dios mismo. La homosexualidad es la incredulidad demostrada e incluye el rechazo a la verdad de Dios y a la bondad de Dios. También representa incredulidad en que el verdadero cambio es posible. Nuestro acercamiento también debe ser balanceado para poder comunicar la plenitud de la revelación de Dios y para que su gracia sea vista como suficiente para todos los pecados en todas las situaciones y para todas las personas. Sólo mientras proclamemos fiel y constantemente un Evangelio potente y poderoso de esperanza a través del poder del Cristo resucitado podremos responder y vencer a la incredulidad en todas sus formas — incluyendo la teología pro-gay.