CARTAS DEL TÍO POLICARPO – #2

Reforma Siglo XXI, Vol. 4, No. 2

Estimado sobrino: 

Tú me dices que: «… nuestra congregación no es muy grande, y siempre faltan obreros. Algunas personas de la iglesia dicen que podemos imponer las manos a cualquier persona que dice que tiene un llamado. Pero otros dicen que hay requisitos muy claros para esto. También hay gente ofendida y está comenzando un pleito verdadero. ¿Podrías aconsejarme sobre esto?»

Con mucho gusto sobrino. Me tienes aquí para escucharte y para llevarte de la mano a recorrer el camino de los pensamientos y voluntad de Dios, los cuales se encuentran en su Palabra, la Biblia. 

Mi primer consejo es que debemos entender y aceptar que la Biblia es la UNICA NORMA SUPREMA, de nuestra fe y práctica. Esto significa, entere otras cosas, lo siguiente. En primer lugar, significa que no debemos pensar lo que queremos, sino que debemos pensar mediante la Palabra de Dios. En segundo lugar significa que no podemos vivir ni hacer lo que queremos, sino que debemos hacer lo que Dios nos manda en su Palabra. En tercer lugar significa que no debemos creer lo que queremos, sino que debemos creer conforme a lo que nos enseña la Palabra de Dios. 

Si aplicamos estos principios a la consulta que tú me haces, es bien claro que lo primero que debemos preguntarnos es lo siguiente.

(1) ¿Qué enseña la Biblia acerca de la imposición de manos? 

(2) ¿Qué enseña la Biblia acerca del llamado para el pastorado? 

(3) ¿Qué enseña la Biblia acerca del crecimiento de la Iglesia? 

Al responder a estas tres preguntas, estaré a la vez dando respuesta a tu consulta. Como ves, vamos a recorrer las enseñanzas de Dios para saber lo que él quiere que nosotros hagamos en su Iglesia. 

Pregunta #1. Veamos entonces la primera pregunta que dice: “ ¿Qué enseña la Biblia acerca de la imposición de manos?” El texto más claro en cuanto a la imposición de manos en señal visible de ordenación de un ministro de Cristo es 1 Timoteo 4:14. Allí se dice: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.” Es muy claro a la luz de este texto que fueron los ancianos (probablemente de la Iglesia local) quienes impusieron las manos a Timoteo, de esta manera ordenándolo para el ministerio de la predicación del evangelio. Pero también es claro que esta imposición de manos se hizo porque:

(a) Timoteo conocía las Sagradas Escrituras desde niño (2 Timoteo 3:14-17).

(b) Timoteo había sido examinado por el presbiterio y había sido hallado un hombre con dones de Dios para predicar y enseñar conforme a los requisitos de Dios en 1 Timoteo 3:1-7.

(c) En ese contexto, Dios había revelado a la iglesia que Timoteo había sido dotado con dichos dones. Pero, puesto que ahora la profecía en el mismo sentido que se dio en este pasaje ya ha cesado, entonces concluimos que los requisitos de 1 Timoteo 3:1-7 es la Palabra autorizada de Dios, por la cual debemos guiarnos para elegir y ordenar a un pastor.

En conclusión, sólo imponen las manos los ancianos ordenados, y solamente a quienes el Señor a través de Su Palabra nos indica que es apto para ser pastor. Luego de ello, la iglesia obedece y confirma ese llamado por medio de la ordenación con imposición de manos, ayuno y oración (Hechos 13;2-3; 14:23).

Pregunta #2 “¿Qué enseña la Biblia acerca del llamado para el pastorado?” En primer lugar, debemos afirmar que es muy claro que a todos los presbíteros se les ha encomendado la función de ejercer el gobierno en la iglesia y de cuidado pastoral en general (Stgo 5:14). Esto está debidamente atestiguado en 1 Timoteo 3:5; 5:17; I Pedro 5:3; Hebreos 13:17; 1 Tesalonisenses 5:12, aunque en estos dos últimos pasajes no se menciona a los ancianos, es obvio que se refieren a ellos. En este sentido todos los presbíteros son gobernantes y todas realizan la labor pastoral.

En segundo lugar, está también igualmente claro que algunos presbíteros hacían la labor de gobernantes y a la vez de pastores en el sentido de predicadores de la Palabra como una función, por así decirlo, especializada. A estos ancianos que gobernaban y se dedicaban a la enseñanza y predicación se les denomina pastores, o presbíteros docentes. En I Timoteo 3:2 ya se menciona esta calificación didáctica como requisito para ser presbítero, apuntando así al rol de la enseñanza y predicación de la Palabra de Dios. 

Pero en I Timoteo 5:17 se nos aclara más la función específica que desempeñaban algunos presbíteros. Este texto puede traducirse literalmente así: «Los presbíteros que gobiernan excelentemente sean tenidos8 por dignos de doble honor9, mayormente a los que trabajan en la predicación y en la enseñanza.» Trabajar en la Palabra y en la enseñanza (Griego: kopiontess en logoo kai didaskalai) lleva consigo la idea de trabajar. En el idioma griego, kopioonta significa trabajar duro, con afán, con esfuerzo, y con esperanza. El doble honor debe estar siempre precedido del doble trabajo también. La misma palabra griega se usa para expresar que el labrador trabaja primero antes de cosechar en 2 Timoteo 2:6.

El término griego usado para predicación aquí es logoo que significa Palabra. Esto hace mención a la labor de exposición de la Palabra, o a lo que comúnmente llamamos predicación. Mientras que el término didaskalia significa la ocupación en la enseñanza (Romanos 12:7; 1 Timoteo 4:13). Significa también información, instrucción (Romanos 15:4, 2 Timoteo 3:16). Significa, pensamiento, tema, precepto, doctrina (Mateo 15:9; 1 Timoteo 1:10). Los que se dedicaban a esta ocupación se llamaban didaskalos que quiere decir “maestro.”

Entonces, habían ancianos que en forma especial, aparte de su normal tarea de gobierno, fueron llamados por Dios, realizaban la labor de ser predicadores y maestros en la iglesia, y a quienes se les llama pastores. El pastorado como tarea específica de algunos presbíteros fue desarrollándose gradualmente en nuestra amada Iglesia. Efesios 4:11 ya nos habla que el Cristo resucitado dio a la iglesia “pastores y maestros” o literalmente hablando “pastores-maestros” quienes se encargaban de la predicación (les hablaron de la Palabra). Lo que sucedió fue que cuando los apóstoles murieron y las herejías comenzaron a penetrar en la iglesia, la tarea de enseñanza se hizo mucho más urgente (2 Timoteo 2:2; Tito 1:9). Aquellos que se dedicaron a la exclusiva tarea de enseñar y predicar llegaron a ser sostenidos por las iglesias, y es muy probable que, los llamados “ángeles” de las iglesias de Asia Menor mencionadas en Apocalipsis se refiera los pastores-maestros de aquellas iglesias tal como se ve en Apocalipsis 2:1;8,12,18; 3:1,7,14.

En conclusión quien llama al pastor es el Señor de la Iglesia, dándoles dones para ellos, los cuales la Iglesia puede ver, y así puede también elegirlos para el ministerio. Pero nunca se debe minimizar los requisitos bíblicos para acomodarlos a un posible candidato al pastorado, al contrario, el candidato al pastorado tiene que acomodarse a los requisitos bíblicos. La desobediencia a estos requisitos (1 Timoteo 3:1-7 y otros) solamente conducirá a decepciones por parte de la Iglesia, pero nunca será de bendición. ¡Dios no bendice la desobediencia!

Pregunta #3 “¿Qué enseña la Biblia acerca del crecimiento de la Iglesia?” Es muy probable que el deseo de imponer manos rápidamente sobre personas proviene del deseo de crecer más rápido. Esto es una tentación especialmente en iglesias pequeñas como la tuya. El Cristo resucitado nos mandó a predicar el evangelio para que su Iglesia crezca y así su reino siga abarcando a todas partes del mundo (Mateo 18:16-20). Pero el Libro de los Hechos nos muestra que la Iglesia crecía también porque la Iglesia oraba, los apóstoles oraban, predicaban y testificaban de Cristo, y la iglesia hacía obra diaconal. Cuando una congregación no crece es porque alguna o todas estas cosas están faltando. ¿Cuándo fue la ultima vez que tú oraste por la conversión de tu vecino o amigo? ¿Cuándo fue la última vez que tú compartiste el evangelio con tu amigo o vecino? Tú no puedes, querido sobrino, esperar que tu congregación crezca si solamente estás quejándote de que no crece, y tú no haces nada para alcanzar el evangelio a tu vecino más próximo. Tendrías tú que preguntarte ‘¿qué estoy haciendo?’ y ‘¿qué puedo yo hacer para obedecer el mandato de Cristo de evangelizar a otros?’

Querido sobrino, tú, como discípulo de Cristo, tienes que proponerte delante de Dios a obedecer la Gran Comisión dada por Cristo. Usa tu casa y tus talentos para evangelizar. Si tú no puedes hacerlo, invita a tus vecinos a visitar la Iglesia y oír la palabra de Dios. Tú eres parte del cuerpo de Cristo, tú eres una piedra viva, tienes el deber de hacer discípulos según el don que Dios te haya dado. Y así es con todos los miembros de la iglesia. No tienes que ser ordenado como pastor o anciano para traer a las personas a Cristo. Cuando tú hagas todo esto, tu pregunta será, más bien: «¿Quieren que les cuente los resultados de ser obediente al mandato de la Gran Comisión?»

Con cariño

Tío Policarpo

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