¿APLASTA A LA MUJER EL CRISTIANISMO?

Por Rebecca Jones

Reforma Siglo XXI, Vol. 6, No. 1

En su libro What our Mothers Didn’t Tell Us (Lo que no nos dijeron nuestras madres) Danielle Crittenden hace la siguiente declaración: «Desafortunadamente no hay modelo contemporáneo del matrimonio que armonice nuestra creencia en la igualdad sexual con las diferencias inherentes de nuestras naturalezas sexuales» (p. 110). Espero aquí poder inspirarles al demostrar cómo la fe cristiana ofrece este modelo. Al proveer una relación trascendental, un ‘matrimonio’, entre Dios el Creador/Redentor y su pueblo (este matrimonio celestial que es el clímax de la historia de la redención), el cristianismo provee un canal de poder genuino, amor duradero y libertad verdadera, y reproduce estos mismos frutos en los matrimonios de los que pertenecen a Cristo.

¿Qué buscan las mujeres?

En mi experiencia con las mujeres durante los 30 años después que me gradué de la universidad, he encontrado que la mayoría – sean cristianas o ateas, solteras o casadas, tengan 20 años ó 70 – la mayoría buscan las mismas cosas:

En sus relaciones con los hombres, quieren padres, hermanos, esposos e hijos fieles, quienes las amen y las respeten, en lugar de burlarse, ignorarlas o da arlas. Quieren relaciones sexuales divertidas pero a la vez serias, significativas. 

En sus relaciones con otras mujeres, desean la honestidad, la verdadera hermandad, y quieren amigas mayores que les puedan ense ar.

Quieren la satisfacción de tener y criar hijos bien.

Quieren un lugar que puedan llamar ‘mi hogar’ – no sólo un apartamento. Quieren un hogar seguro en donde encuentren el amor, donde no hay temor, y donde otros puedan recibir de ellas.

Quieren tener un sentido de importancia, de hacer algo que cuenten en el mundo. Algo que sólo ellas puedan ofrecer.

Al parecer algunos de estos deseos mutuamente contradictorios, las mujeres ceden sus esperanzas de lograr algunos para perseguir su satisfacción en otros. Creyendo que la libertad de las estructuras de autoridad les va a dar un sentido de identidad propia, han promovido la autonomía. Recordemos la aseveración de Kate Millett en 1970: «La autonomía de la mujer es lo que trata la liberación femenina». Creyendo que los hombres debían aprender algunas cosas importantes sobre cómo tratar a las mujeres con respeto, ellas han tratado de forzarlos a hacerlo. Pensando que podían destacar su valor y su individualidad al afirmar el control sobre sus propios cuerpos, han escogido defender el derecho a la satisfacción sexual sin frenos y al aborto sin culpa. Pensando que la mejor forma de tener y criar hijos es tener menos hijos, más tarde, ellas colocaron sus carreras antes que sus hijos – tanto cronológicamente como en importancia. Pensando que la ‘libertad’ debía degollar al rey, han asaltado el palacio del Patriarca Último, al Dios cristiano (tomemos por ejemplo lo que afirma Virginia Mollenkot, identificada hasta hace poco como evangélica: «Lo patriarcal es un sistema social profundamente equivocado, y responsable por la miseria de millones, y podría aún causar la destrucción de la raza humana y el planeta que compartimos».)

Nadie podrá negar la revolución que las mujeres han librado en los últimos 30 años. No voy a apuntar todos los cambios que han sucedido. Pero ¿cómo están las mujeres hoy? ¿Están más felices hoy que hace 30 años cuando me gradué de la universidad Wellesley en 1971, en medio de la marcha feminista a su independencia?

¿Ha hecho más felices a las mujeres la revolución sexual?

Danielle Crittenden describe sus investigaciones de esta pregunta. «Las mujeres hoy gozan de libertades y oportunidades sin precedente» ella afirma.

Pero, me preguntaba, ¿por qué los artículos en las revistas para mujeres tan pesimistas? Yo busqué las revistas de hace 30 años de Mademoiselle, Glamour, Vogue, Redbook, Cosmopolitan, y McCall’s en la biblioteca. Fue al leer estas revistas que Betty Friedan había concluido en 1963 que las mujeres de su generación se sentían tristes y oprimidas. Desde ese entonces había sucedido una tremenda transformación en la sociedad … ¿Estaban más felices las mujeres? Al juzgar de manera general, la respuesta es claramente ‘No’.

Según Crittenden, las mujeres hoy tienen más probabilidad de ser divorciadas o nunca se casaron, más probabilidad de que tuvieron hijos fuera del matrimonio, más probabilidad de ser drogadictas o borrachas, y más probabilidad de morir en la pobreza. Probablemente tendrá que cargar con la mayor parte del trabajo del hogar, aún si trabajan fuera de la casa. Por la forma que Crittenden presenta el problema podríamos decir: «hace 30 años muchas mujeres no fueron tratadas como humanos; hoy muchos humanos no son tratados como mujeres». Ella cita una universitaria que decía acerca de los hombres: «Lo único que quieren los hombres es sexo, y muchos ni llaman en la mañana … entre menos formal las mujeres permiten llegar sus relaciones con los hombres, menos respeto tienen. Los hombres ya no nos cortejan a nosotras porque no tienen que hacerlo.» Yo soy madre de 5 hijas, y sólo una ha encontrado ‘su hombre.’ Las otras se quejan diario de los hombres modernos que flotan como aguamala en el mar, sin rumbo, propósito ni valentía.

Es posible encontrar una relación balanceada entre los sexos? ¿Puede una mujer encontrar y comprometerse con un hombre que no es ni tirano ni debilucho? ¿Puede encontrar satisfacción en su hogar sin perder un sentido de su identidad en el mundo alrededor? ¿Puede criar hijos sin convertirse en su esclava?

Las relaciones de ‘pacto’ satisfacen los deseos de la mujer

Las mujeres sí pueden tener relaciones que llenan. Pueden descubrir su valor tanto dentro como fuera de la familia. Pueden tener la esperanza de crear un verdadero hogar, y tener hijos con un hombre fiel. Una mujer feliz, al igual que un hombre feliz, es una persona cuyas relaciones se fundamentan en un pacto. Yo sé que este término es obsoleto. En una ciudad cercana esta palabra describe un barrio de casas muy finas. Todos sueñan con vivir en ‘El pacto’. En estas páginas quisiera invitarle a que considere vivir en ‘El pacto divino’, un lugar aún más fino que el barrio que describí.

Un pacto es una relación entre dos partes en la cual ambos cumplen ciertas responsabilidades. Resultan recompensas cuando se guarda el pacto. Consecuencias negativas resultan cuando se rompe. Nosotros entramos en relaciones de pacto constantemente: sacamos un préstamo para la casa o la educación, firmamos una declaración jurada, aceptamos las condiciones para una tarjeta de crédito. Nuestra firma es nuestra promesa de guardar las reglas del acuerdo, y así declaramos que entendemos las consecuencias si violamos estas reglas. Aunque hay ocasiones en que lamentamos haber firmado algunos acuerdos, por otro lado nuestra firma generalmente nos garantiza protección. 

Tanto hombres como mujeres necesitan una estructura de pacto si sus relaciones van a ser fructíferas. Las relaciones de pacto se basan en la confianza mutua, y esta confianza se basa en el compromiso.

Las relaciones bajo pacto son seguras

Aunque las promesas humanas no son infalibles, tienen gran valor. Estimamos aquellas personas cuya palabra es veraz. Escogemos amigos quienes son honestos consigo mismos y con respecto a la vida – aún cuando su honestidad nos recuerda de algunas de nuestras debilidades. Pero la honestidad no es el único criterio de una promesa. Para que un pacto pueda establecerse, la honestidad se une a un compromiso: «Seré fiel a ti hasta que la muerte nos separe». La honestidad de un hombre no vale nada hasta que le hace esta promesa específica a ella. Y su promesa no vale nada si no se respalda con un carácter confiable.

Aquí tenemos un problema. Dos personas no pueden prometer tal fidelidad a menos que acepten la noción de sacrificio. Un hombre y una mujer que prometen fidelidad uno con el otro declaran que el sacrificio es un elemento en hacer feliz al otro. Una promesa bajo pacto implica una promesa de sacrificio: «Pondré tus necesidades antes que las mías». O como lo pone el lema de mi universidad: «non ministrari sed ministrare», es decir, ‘no para ser servido sino para servir’. A veces les digo a mis hijos que hay sólo una discusión que me gustaría escuchar: «¡Pase primero usted! ¡No! ¡Pase primero usted!»

Las relaciones bajo pacto son personales

Las promesas nos envuelven como individuos. Asumen que no somos piedras ni palos. Existe un elemento ‘tú a tú’ en los votos, que reconoce un valor igual de cada parte, y también el valor de la unidad creada al unir a los dos individuos. La primera reacción de Adán ante la aparición de Eva en el idioma hebreo equivale «¡Que cosa!», seguido por un reconocimiento de la relación demasiada cercana que ahora tenía con Él: «¡Que cosa! Esto es ahora hueso de mi hueso y carne de mi carne.»

Algunas promesas personales son corporativas. Algunos contratos legales tratan a un grupo de personas como si fueran una sola persona. Las comunidades son atadas por las promesas que sus legisladores hacen en relación al estado civil. Un grupo en la escuela pueden ‘pactar’ con su profesor para realizar un drama en la escuela. Pero en el voto matrimonial los compromisos son hechos de un individuo a otro.

Las relaciones de pacto involucran la persona entera

Las promesas hechas en un matrimonio de pacto son tales que tanto cuerpo como alma están involucrados. Para que se guarde la verdadera fidelidad matrimonial, estos dos deben siempre permanecer juntos, y se debe evitar aquella división gnóstica entre lo físico y lo espiritual. Cuando tal división sucede, entregamos el cuerpo al desenfreno (ya que es de menor importancia) o practicamos un asceticismo (porque consideramos el cuerpo como algo malo). Pero una relación pactual verdadera entre un hombre y una mujer permite al hombre ver lo hermoso de su esposa y regocijarse, mientras la ama como persona entera. Permite a una mujer absorber la atención física de su marido sin negarle la unión de alma que debe acompañar. Lo espiritual y lo físico se unen para la verdadera comunión.

Las relaciones de pacto son íntimas

La confianza permite la honestidad. La honestidad en una pareja significa que el amor permanece a pesar de la conducta débil o egoísta. La gracia necesaria para tal relación engendra la ternura y el perdón, que cuando es recibido, crea un deseo de responder de igual manera. Cuando una mujer sabe que su hombre sabe todo lo que hay de saber de ella y aún la ama, ella puede experimentar la verdadera intimidad. Como dijo Lord Peter Wimsey, hablando a su esposa Harriet en el libro escrito por Dorothy Sayers y Jill Pastor Walsh Thrones, Dominations: «Tú me has descubierto toda, y aún me amas». Esta intimidad es fundamentada en la gracia y el perdón.

Todas estas cosas son imposibles alcanzar en nuestra propia fuerza. Una promesa absolutamente segura sólo puede provenir de una persona absolutamente sacrificial y absolutamente honesta. Una relación verdaderamente personal sólo puede ser creada entre dos personas perfectas. Una unidad perfecta de cuerpo y alma sólo puede provenir de alguien que entiende y controla a los dos. La verdadera intimidad sólo puede ocurrir entre dos personas perfectas, o dos personas que son perfectamente capaces de perdonar en todo tiempo.

El evangelio cristiano es el único fundamento para nuestros pactos

¿Cómo pueden dos personas infieles esperar la honestidad y fidelidad uno del otro? ¿Cómo pueden las mujeres llegar a confiar en los hombres después de todo lo que les han hecho – sea en la historia o a nivel personal? Y ¿cómo pueden los hombres llegar a creer que las mujeres no los van a manipular si llegan a serles vulnerables? Sólo existe una fuente de seguridad, de integridad, de personalidad, de intimidad. Esta fuente es aquella Persona creativa quien hizo el mundo para que reflejara tales cualidades, que se encontraban originalmente sólo en el Creador. Todos los seres humanos son capaces de relaciones de pacto porque somos hechos a la imagen de su Creador. Pero las personas que se apoyan en su Creador para encontrar las fuerzas, la humildad y el amor pueden guardar sus pactos matrimoniales (u otras relaciones de pacto) y construirán relaciones mucho más fuertes que aquellas que sólo toman ‘prestados’ elementos o cualidades que no respetan como suyos propios.

El cristiano aprecia el orden fundamental, creado, que Dios ha dejado en este mundo, y recibe las fuerzas para vencer el mal, lo cual ha distorsionado este orden, haciendo burla de Él. Para que podamos entender el pacto ‘pequeño’ que hace una mujer con un hombre cuando se casa, es necesario comprender que este pacto es sólo una sombra de un Pacto mayor.

El pacto familiar refleja la naturaleza de Dios el Creador

– Inviolable – «Soy quien soy».

Dios ha erigido una estructura de pacto con sus criaturas. Existe un Gran Acuerdo Cosmológico, y Contrato con el universo, que conlleva promesas y consecuencias. Por supuesto, cuando dos seres humanos entran en un acuerdo, ellos lo sellan ante algún tribunal o autoridad que podrá administrar justicia si alguien falla. Pero Dios no puede jurar por alguien mayor que Él mismo. Como el autor del libro de Hebreos dice,

Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma… (Hebreos 6:16-19).

El carácter inmutable de Dios y su juramento, dado con base en su propia naturaleza y nombre, proveen el fundamento para el Pacto Cósmico, y sirven como el tribunal de justicia para todas las relaciones humanas. Solamente cuando entendemos y nos comprometemos con las estipulaciones de este pacto mayor, podemos comprender las implicaciones de los pactos menores, porque todos los menores están relacionados íntimamente con el propósito y funcionamiento del pacto universal. Tanto la creación y sus pactos reflejan su carácter, y nos muestran algo de su persona.

Separados – pero ‘cara a cara’

En la persona de Dios existen las separaciones con que luchamos en el matrimonio. En Dios el Padre encontramos autoridad, Él que inicia el amor, poder creativo, y los orígenes de la compasión. En Dios el Hijo encontramos la expresión igual pero en sumisión al Padre, Él que es «el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1:3). El Hijo expresa la gloria del Padre y recibe la gloria del Padre. El Espíritu es el gran comunicador, el que cambia corazones, revela la naturaleza de Dios, convence del pecado, nos muestra la hermosura de la justicia de Dios, revela la verdad de la Palabra de Dios, nos guía, nos insta, nos aconseja, y nos conquista por el Padre y el Hijo.

La igualdad de las personas y la separación de las funciones es uno de los grandes y hermosos misterios de la Trinidad. No pretendo poder alcanzar con mi mente pequeña este inmenso tesoro, pero estoy convencida de algo. Dios creó estructuras en este universo para revelarse a sí mismo. Las distinciones y la igualdad de los miembros de una familia – el hombre como esposo y padre, la mujer como esposa y madre, los hijos de ambos sexos como reflejos iguales de madre y padre, pero individuos separados en sujeción a sus padres – todas estas relaciones humanas, misteriosas en sí, reflejan una profundidad aún mayor de amor expresado en la Trinidad insondable.

Unidos

En las relaciones de la perfección trinitaria tenemos la fuente de amor infinito, de comunión absoluta, de fidelidad indivisible, de honestidad ardiente, de gozo intenso, y de paz perfecta. En nuestra sociedad de hoy hay un gran deseo por la unidad del mundo. Todos sentimos que esta unidad es necesaria si nuestro mundo va a funcionar bien. En la Trinidad encontramos unidad última, la base para nuestra unidad humana. Jesús ora al Padre por sus discípulos, «Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros» (Juan 17:11). Los cristianos saben cómo mantener su identidad y a la vez buscar la verdadera unidad unos con otros. Así también el esposo y la esposa cristiana tienen este fundamento para su matrimonio.

Dios creó a los hombres y las mujeres

No quiero decir que podremos saber todo lo de Dios al mirar las relaciones humanas que Él creó. Pero Dios ofrece libremente un rico conocimiento de su persona, y lo manifiesta tanto en su Palabra como en su mundo. Nunca queremos definir a Dios de acuerdo a nuestro entendimiento. Pero encontraremos gran satisfacción si nos definimos a nosotros de acuerdo a su entendimiento.

Separados

Dios creó a los hombres y las mujeres no sólo como individuos separados, sino como diferentes tipos de individuos, creados para complementarse el uno al otro, para ‘encajar’ juntos, así reflejando una verdad mayor de Dios que cualquier otras dos personas podrían en otra relación fuera del matrimonio. El matrimonio tiene un lugar en la creación de Dios, tanto como expresión de su ser, como expresión de su plan de redención. Al crear las diferencias claras y objetivas entre el hombre y la mujer, Dios subraya – dentro de la estructura misma de su creación – lo separado que Él es de su creación.

Sin embargo, esta separación de Dios no es una separación de soledad cósmica. Nosotros fuimos creados separados, pero hechos para la comunión.

Iguales

Dios creó a los hombres y las mujeres iguales. La biblia está llena de la evidencia de la igualdad fundamental de los hombres y mujeres ante Dios. Ambos son herederos del pacto de gracia, que fue establecida por la muerte y resurrección de Jesús (Gálatas 3:28; 1 Pedro 3:8). Ambos son creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Ambos tienen que dar cuenta por su pecado. Ambos reciben el Espíritu Santo y son constituidos hijos de Dios. Ambos reciben la comisión de señorear en el mundo y llenarlo (Génesis 1:28). Ambos, al cumplir fielmente sus papeles como esposo y esposa, participan en la encarnación de Cristo. Ambos reciben dones espirituales con que sirven a Cristo, a su Iglesia y al mundo.

A su imagen

Cuando hablamos de ser creados a la imagen de Dios, no debemos definir al Creador en términos de sus criaturas. La reina de las tierras abajo – en el libro por C.S. Lewis La silla de plata –, trata de convencer a Puddleglum, el Príncipe, Jill y Scrubb de que la ‘tierra abajo’ es el único mundo que existe. Los tres amigos, bajo el encanto de la música de la reina, y el poder de un polvo mágico que la reina arrojó en el fuego, luchan por afirmar la realidad del sol. Entonces, la voz suave de la bruja decía, «¿Qué es este sol del que ustedes hablan? … ¿Cómo es?»

«¿Ves esa lámpara?» responde el Príncipe. «Lo que nosotros llamamos el sol es como esa lámpara, sólo que más grande y más brillante». La reina se ríe, «Cuando usted trata de describir claramente este sol, usted sólo puede decirme que es cómo una lámpara. Su sol es un sueño».

Aunque las cosas creadas nos dan algunas pistas sobre la naturaleza de Dios, no podemos crear a Dios por lo que vemos. Entendemos que las estructuras creadas en las cuales vivimos, aunque válidas y buenas, son sólo un reflejo débil de su esencia. Por tanto, el hecho de que el hombre sea creado a la imagen de Dios ‘varón’ y ‘hembra’ no quiere decir que Dios sea tanto hombre como mujer, algún ser andrógeno reflejando la totalidad de la naturaleza humana. Al contrario, tenemos que decir que ‘varón y hembra’ reflejan algo de la identidad de Dios. Su persona es mucho mayor de lo que somos, sin embargo, nuestra naturaleza como ‘personas’ reflejan la identidad personal de Dios.

Creados para relacionarnos con Dios y unos con otros

Somos creados en primer lugar para relacionarnos con nuestro Creador, y después para relacionarnos con otros seres humanos. Dios es un ser que se relaciona. Dentro de su propia naturaleza ya se comunicaba, amaba, iniciaba, respondía, se regocijaba, y experimentaba comunidad mucho antes que existieran los seres humanos. Dios no creó al hombre porque se sentía sólo. Pero cuando lo creó, lo creó a su imagen para relacionarse con El primero, y luego con otros seres humanos. La primera relación humana que Dios creó fue de esposo y esposa. Dios no tenía necesidad de escuchar votos de fidelidad entre Adán y Eva, aunque quizás lo hicieron. Dios creó la primera relación varón-hembra como un matrimonio ya existente. La fidelidad de Adán para con Dios implicaba una fidelidad no sólo en cuidar la tierra, sino fidelidad a la mujer que Dios había creado. Y la fidelidad de Eva a Dios implicaba fidelidad al hombre ya creado. Fuimos creados con una relación ya existente con Dios, y ya existente entre varón y hembra.

Primero en su estado de santidad, y luego después de la caída, Dios les pide su obediencia y promete su presencia.

Creados para relacionarnos en familia

Dios nos ha colocado en familias. Dice Salmo 68, «Cantad a Dios … Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad» (Salmos 68:4-6). En Efesios 3:14 el apóstol Pablo dice que, « Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra». Dios ha colocado estructuras familiares en el mundo no sólo para nuestro beneficio, sino para mostrarnos una sombra de la hermosura de la Trinidad, porque en la persona de Dios se manifiestan todas las glorias de una relación personal: la comunión, la comunicación, compañerismo, amor e intimidad.

Creados para vivir en sociedad

Una extensión del orden familiar se encuentra en la sociedad. Aunque el reino eterno es obviamente una teocracia, tal orden no puede ser impuesto en la política del mundo hoy todavía. Jesús refrenó a Pedro cuando tomó la espada en un intento vano de establecer el señorío de Cristo con la espada. Yo no soy analista política, pero creo que podríamos decir que las mejores expresiones de estructura política reflejan algún aspecto del señorío de Dios. Por ejemplo, la democracia evidencia el valor individual con que Dios dotó a los hombres. La monarquía refleja el reinado benevolente de Dios el Rey de reyes. Un comunismo teísta podría enfatizar la bondad sacrificial que los seres humanos deben mostrar unos a otros. Me parece que si pudiéramos poner personas perfectas en cualquier estructura política, su sociedad caminaría muy bien. Ahora, yo no me considero competente para pensar en todas las implicaciones que podría tener la fe cristiana en el área de la ciencia política. Sin embargo, Dios nos ha pedido que obedezcamos a las autoridades mientras no nos pidan desobedecer a los mandamientos de Dios: «Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas» (Romanos 13:1). Pero recordemos que existen una jerarquía de autoridades, y la obediencia a Dios precede todas las otras lealtades: «Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29)

Creados como Iglesia

La familia redimida de Dios es llamada ‘su novia’. La historia de la salvación es presentada en el libro de Oseas, en el cual Dios continúa llamando a su pueblo, aunque son infieles. Oseas es llamado por Dios a que se case con una prostituta, y debe seguirla amando no importa lo que haga. Una y otra vez la rescata. Es difícil dar explicaciones a los no-creyentes sobre lo que la Iglesia representa realmente para nosotros que somos cristianos. Esta familia que cruza las barreras de diferencias sociales y económicas, cruza barreras de lenguaje y cultura, esta familia que permite la honestidad, intimidad, confianza, hermandad – esto es un gran misterio. Los lazos de amor que unen a los cristianos sobrepasan los lazos de sangre. Con esto no quiero decir que nosotros siempre somos consecuentes con las estructuras que Dios ha creado para la Iglesia. Fallamos en la Iglesia al igual que en nuestras familias y matrimonios. Pero no son las estructuras que son deficientes, sino nosotros que no cumplimos con su meta sublime.

Dios se comunica con los hombres y con las mujeres

Dios define su identidad

No tengo el espacio ni la habilidad para que consideremos toda la riqueza de la comunicación de Dios con nosotros. Pero usted debe leer la biblia de principio a fin antes de hacer pronunciamientos sobre ella. Dígale a Dios, «Si tú existes, quiero saber si realmente tú te revelas a ti mismo en este libro». Yo no tengo ningún problema con creer que yo no me hice a mí misma, y que debo encontrar la respuesta sobre cómo ser feliz y cómo relacionarme en este mundo del que me creó. A veces la gente acusa a los cristianos por aislarse de los demás con una actitud orgullosa. Pero ¡todo lo contrario! Requiere humildad permitir que otro me defina desde afuera. Es señal de orgullo si yo hago el punto de referencia para mi auto-definición y para definir el mundo alrededor. No, yo quiero descubrir el verdadero ‘yo’. Quiero que El que me hizo me ayude a conocerme realmente, a El realmente, para descubrirle, para amarle, y para glorificarle. 

Cuando nuestra familia se mudó de la Francia a los Estados Unidos en 1991, una de mis hijas tenía 13 años. Ella es una niña agraciada y desde pequeña nos presentaba bailes, dramas, canciones y otros ‘programas’ para la familia. Ella era atraída naturalmente a la música, al drama y al canto. Sin embargo, cuando entró a clases en los EEUU estos talentos no eran particularmente valorados. Yo observé cómo ella intentó expresarse aprendiendo a jugar baloncesto. Ahora, yo no quiero decir que mi hija no pudiera haberse divertido con el baloncesto, pero ella estaba bastante triste durante sus años de secundaria intentando conformarse a una imagen impuesta por otros alrededor, en lugar de desarrollar la naturaleza que le fue dada por Dios.

Esto no es un ejemplo exacto, porque a pesar de conocer bien a mi hija, yo no soy su creadora. Pero sus luchas son un ejemplo bueno de lo que hacemos con nosotros mismos muy a menudo. Dios, quien nos creó, sabe exactamente lo que nos hace felices. Si nosotros tomáramos el tiempo para preguntarle, Él nos mostraría cómo realizar y desarrollar nuestra verdadera naturaleza. Pero si escuchamos las voces alrededor, probablemente terminaremos frustrados y miserables, intentando jugar baloncesto – por decirlo así – en lugar de cantar y danzar. ¿Por qué yo debo creer que un grupo de seres humanos egoístas y finitos, quienes no me conocen ni les importará lo que me pase, saben más acerca de lo que me ayudará de lo que sabe mi Padre celestial quien me creó y me ha mostrado un plan para mi vida, y quien envió a su propio Hijo para morir por mi?

Dios define nuestros papeles

Dios define cómo debemos relacionarnos con Él y unos con otros. Afortunadamente no estamos abandonados para adivinar estas cosas. Dios nos ha revelado sus pensamientos sobre ello. En la biblia, encuentro una expresión confiable, consistente, y profundamente satisfactoria de su voluntad y su obra en este mundo. Yo he escrito unos cuentos para niños, y cuando yo veo qué tan difícil es amarrar los hilos de unos pocos personajes para que el cuento tenga sentido, ¡estoy maravillada cuando leo la historia de Dios! Escrita durante cientos de años, por muchos autores – la biblia tiene una unidad sin par en toda la literatura del mundo. Usted puede tomar casi cualquier tema y trazarlo desde Génesis hasta el Apocalipsis y puede encontrar la confluencia de las más maravillosas verdades. Los personajes son reales. Su conducta es consistente. Sus vidas encajan juntas en un tapiz increíble de la historia. El drama del hombre contra la maldad comienza en los primeros capítulos, y encuentra su clímax en la muerte del Autor encarnado, quien entra en las páginas de su historia para salvar a sus personajes. Verdaderamente increíble. 

Dios, el autor de la historia, es también autor de la Palabra que nos informa de su voluntad y sus planes, de su designio para nuestras vidas. Yo confío en Él para que Él me defina la forma de vida que me dará verdadera satisfacción, aún si me lleva – cómo seguramente lo hará – por los pantanos de la aflicción y sufrimiento.

Dios reclama nuestra obediencia

Dios reclama nuestra obediencia. Estamos sujetos a su señorío porque somos sus criaturas, creados por Él para su gloria. No tiene sentido intentar negar que Dios lo reclama todo. Dios espera que nosotros le creamos, confiemos en Él, le sirvamos, le demos nuestros corazones y que conformemos nuestras voluntades a la de Él, y que «llevemos todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo». En este sentido, el cristianismo no aplasta sólo a las mujeres, sino ¡a todos! Toda persona que nombra el nombre de Cristo debe comenzar muriendo a sí mismo. Sólo cuando la semilla muere y se entierra puede brotar para nueva vida.

Dios promete su presencia

Pero junto con sus demandas, Dios promete su presencia. Sus hijos nunca están solos, «Nunca los dejaré». Como dijo Moisés, «Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?» (Deuteronomio 4:7-8).

Esta cercanía de Dios aumentó infinitamente cuando Cristo derribó la barrera de separación causado por la caída en el pecado. Esta cercanía, esta presencia de Dios es el fundamento mismo de la fidelidad cristiana. Sin la presencia de Dios, los cristianos no podrían ser fieles a sus cónyuges más que cualquier otra persona.

Dios redime al hombre y a la mujer

Si el pecado nunca hubiera entrado al mundo, no tendríamos problemas con conformar nuestras vidas al plan de Dios. Hubiera sido algo totalmente natural. Pero el pecado ha venido a oscurecer nuestro entendimiento y endurecer nuestra voluntad, de manera que ahora buscamos liberarnos de lo que percibimos como un freno o una esclavitud. Consideremos el endemoniado gadareno a quien Cristo llegó. El estaba perfectamente libre para hacer lo que quería. Su fuerza enloquecida lo hacía casi imparable. Nadie lo podía controlar. Nadie lo podía apresar. Nadie podía obligarlo a hacer algo. Ni se preocupaba por ponerse ropa – ¡era totalmente autónomo!

Sin embargo, el gadareno pasaba los días con gritos, cortándose, vivía desnudo entre las tumbas – un cuadro insano de miseria, e ira. Su total autonomía lo llevó a los ‘lugares solitarios’, como nos dice el texto bíblico (Lucas 8:29), y lo privó de su identidad, ya que no podía siquiera dar su propio nombre (versículo 30). ¿Estaba Pedro recordando este hombre cuando escribió las siguientes palabras? «Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. (2 Pedro 2:19). Cuando el endemoniado gadareno conoció a Jesucristo, las fuerzas de las tinieblas sabían que se habían topado con uno más fuerte. La autoridad del Hijo de Dios echó fuera los demonios, y alcanzó aquella masa humana desfigurada con el propósito de rescatar a un ser humano creado a la imagen de Dios. ¿Y cuál es el fin de la obra de Cristo en su vida? Un hombre sentado a los pies de Jesús, vestido, en su sano juicio. Un hombre comisionado por Jesús a «regresar a casa y contar todo lo que Dios ha hecho por ti» (versículo 39).

Este es el gran privilegio de cristiano – haber sido rescatado de la esclavitud de nuestra propia autonomía y llevado a los pies de Jesús, ahora vestido y en sano juicio, comisionados con llevar las buenas nuevas a nuestra familia y amigos. Esta gran salvación es nuestra esperanza segura. Sin ella, intentamos sacar un poco de fidelidad, o amor, o sacrificio de las reservas del mundo – pero estos se secan pronto bajo el sol radiante del juicio de Dios.

Hace unos días escuché en la radio un comentario sobre la ecología. Llegaron al extremo de decir que los crímenes se debían a la polución ambiental. Aunque yo no discutiría la relación entre el crimen y la polución, creo que lo tenemos al revés. El problema con el mundo no es en primer lugar la contaminación del agua. Esto es sólo un ejemplo, una figura de la tragedia verdadera. El problema verdadero es la contaminación moral de la tierra. Dios trae su acusación: «Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden» (Oseas 4:2). Edificios explotados, las oficinas federales de la ciudad de Oklahoma bombardeadas, un presidente que vacila diciendo, «todo depende de lo que significa ‘es’2» ¿Qué pasa con una cultura que sigue este camino? Oseas nos muestra los resultados: «Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aun los peces del mar morirán» (Oseas 4:3). 

¿Qué pasa con el pacto? Si Dios ha establecido este acuerdo y su justicia es el tribunal de justicia, ¿dónde está la esperanza de poder llegar a tener verdadera comunión unos con otros, y también con Dios mismo? «Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!» (Hebreos 10:31). «Los pecadores se asombraron en Sion, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? (Isaías 33:14). 

Seguro, no tambaleante

En este desierto, mientras caminamos perdidos y desesperados, hay una roca. Pablo dice que la roca en el desierto ‘seguía’ al pueblo de Dios proveyendo agua viva (1 Corintios 10:3). Esta Roca sobre la cual paramos nos nutre y satisface nuestra sed. Jesucristo provee el único fundamento sobre el cual podemos edificar nuestros hogares y nuestros matrimonios.

Cristo nos provee protección de la ira de Dios. En el Antiguo Testamento leemos una historia en que Dios ‘cortó’ o hizo un pacto con Abraham (Génesis 15). En este rito cultural de pacto, las dos partes caminan entre los animales partidos en dos. «Si no guardamos este pacto, que nos corten en dos como estos animales» era el sentido de este rito. Pero cuando Dios ‘corta’ un pacto con Abraham, sólo su presencia pasa por en medio de los animales. Dios sólo carga con las consecuencias de nuestros pactos rotos. El sacrificio de Cristo en la cruz y su resurrección proveen un camino de regreso a la comunión con Dios. El velo del Lugar Santísimo, aquél cuarto especial en el templo representando la presencia sagrada de Dios, es rasgado de arriba hasta abajo. Dios ahora se mueve entre todo su pueblo. El camino es abierto. El escudo de Cristo nos protege del fuego de la ira de Dios. Jesús vino a buscar y salvar al que se había perdido.

El Espíritu que se mueve en nuestros corazones para darnos fe en Cristo es el aliento de la nueva creación que convierte nuestros corazones de piedra en corazones de carne, permitiéndonos amar a Dios primero, y amar a otros, y también poder estar en paz con nosotros mismos. Cuando bebemos el agua que Él ofrece, nunca volvemos a tener sed. Los hombres encuentran en Cristo la humildad para ser líderes compasivos y amorosos. Las mujeres encuentran en Él el poder de ser siervas fuertes. Los hijos encuentran en Él la fe para obedecer a padres pecaminosos.

Personal, no impersonal

El Dios a quien servimos no es una fuerza impersonal ni algún imperativo eterno moral. Dios se da a conocer. Él llega a nosotros y nos habla. Llegó a ser carne, compartiendo nuestros débiles cuerpos afligidos por las consecuencias del pecado. Jesús vino en la carne, vivió entre nosotros, sufrió todo lo que hemos sufrido, para que pudiéramos conocer la grandeza de su amor. Como dice Pablo en Romanos 8:38,39: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:38-39). 

Este es el amor sobre el cual un cristiano edifica su vida. El sacrificio de Cristo abre el camino para nosotros hasta el día en que este orden será cambiado y se desaparecerá el pecado para siempre.

Íntegros, no quebrantados

Jesús nos redime tanto el cuerpo como el alma. En su resurrección Jesús es el primer homo noeticus. Aquellos que son redimidos por su sangre forman una nueva raza, para poblar un nuevo mundo que viene. No nos engañamos en cuanto a la muerte de nuestro cuerpo actual, pero como Pablo lo dijo, «Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2 Corintios 4:16). Y «que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. (2 Corintios 4:8-10). La fe cristiana es realista y poderosa. Estimula la mente, crea gozo en la unión sexual, y permite que el dolor y el sufrimiento sean instrumentos de poder y paz.

Intimidad, no soledad

El plan de Dios para la intimidad es totalmente cumplido en Cristo. Los hombres y las mujeres, como los judíos y los gentiles, no tienen barreras de enemistad entre ellos. El pecado había destruido la intimidad gozosa entre Dios y su creación. También destruyó la comunión pura entre Adán y Eva. En lugar de la intimidad del compañerismo puro, recibieron la maldición de pleito y la competencia en sus relaciones. Eva desea ‘tener’ a Adán (de la misma manera que el pecado estaba a la puerta de Caín con el deseo de tenerlo, Génesis 4:6). Adán ‘dominará’ a Eva en lugar de cuidar de ella como Dios había planeado. La relación entre los sexos y dentro de la familia es inmediatamente torcida, produciendo conflicto, competencia, celos y homicidio (Caín contra Abel). Pero Dios busca a Adán y Eva y les hace un vestido para cubrir su pecado. Dios inicia el primer sacrificio, y los cubre con pieles de animales.

Dios restaura la intimidad con su pueblo, y aunque vivimos en una etapa de la historia en que estamos ‘ya’ redimidos pero ‘todavía no’ poseemos nuestros nuevos cuerpos, ‘ya’ santificados en Cristo pero ‘todavía no’ terminado con el viejo hombre – a pesar de esto sabemos que veremos a Dios cara a cara y vivir con Él eternamente. El poder de la muerte de Cristo y su resurrección les da a los hombres y a las mujeres el poder de restaurar las relaciones como Dios planeaba desde el principio en el matrimonio.

La mujer dentro del pacto

Hemos discutido la teología, y aún no he dicho mucho sobre las mujeres. Pero lo he considerado muy importante describir el contexto de mi cosmovisión. Desde este enfoque usted podrá entender mi actitud en cuanto a la mujer. Es posible que mi perspectiva le parezca extraña, pero yo era extraña en la universidad de Wellesley en los años ‘60 y podrían pensar que soy extraña hoy. Pero para poder explicar el porqué escogí la vocación de esposa y madre, yo tenía que darles el contexto.

Cuando yo llegué a Wellesley a la edad de 17 años, tenía mi carrera toda planeada. Quería ser la esposa de un pastor, y ser el apoyo de un hombre de Dios en sus esfuerzos por servir a Cristo. Yo quería la mejor educación posible, para usar mi mente a la máxima capacidad en esta vocación, o para poder trabajar si Dios me llamaba a ser soltera.

Conocí al que un día sería mi esposo en mi primer semestre de clases. Adelantando cursos, pude graduarme un semestre antes que los demás. Nos casamos el día 30 de Enero, 1971 y seguimos casados hasta hoy, 29 años después. Tengo 7 hijos, desde 12 a 27 años, y 3 nietos. No me he arrepentido de la decisión que tomé ni por un segundo. Claro, sería mentira decir que nunca he sido tentada por el contorno feminista. A veces, razonando conmigo misma, oigo una voz que dice, «Los hijos son maravillosos, pero si usted le diera a la escritura un poco más importancia podría escribir mucho mejor de lo que hace». Y comienzo a soñar con haber escrito un libro de mucha influencia. O a veces he cedido a la tentación de buscar realizarme ‘realmente’. A veces he podido acoplar estas actividades con nuestra familia, otras veces eran las voces del orgullo.

Pensando en los 29 años de matrimonio, yo podría mencionar algunos ‘éxitos’, las cosas que uno incluiría en curriculum vitae. Ayudé a comenzar una escuela cristiana, dí a conocer en la Francia una forma efectiva de comunicarse con los sordos, enseñé clases de preparatoria, séptimo, y educación física en una escuela para muchachas delincuentes, dí clases del habla para terapistas, enseñé técnicas de la escritura en un seminario teológico, he producido varias obras de teatro para escuelas cristianas e iglesias, serví en las mesas directivas de varias organizaciones, publiqué varios artículos y una novela, fui editora de una docena de libros teológicos y proyectos de Doctorado, y he dado muchas conferencias para retiros de mujeres. Sin embargo, mi logro verdadero, y la tarea por la cual seré juzgada cuando vea a Dios, tendrá otra lista totalmente diferente. Esta lista podría incluir algunas de las otras cosas, pero la mayoría son basura comparado con el valor de tener, nutrir, instruir, amar, y educar siete imágenes de Dios totalmente fascinantes, y habiendo podido ayudar a formar la imagen de Dios en mi esposo. 

Encuentro gozo verdadero al poder reír con otros tomando té, de resolver un conflicto entre los hijos, ver uno de ellos librado de la tentación, oír mi familia cantar en la mesa, ver los nietos en sus juegos, enviar a mi esposo e hijos de la casa animados para poder llevar el nombre de Dios a otros – me da gran gozo ver que Dios los toca a través de mí.

Les puedo encomendar sinceramente la vocación de esposa y madre. Si desea aprender las disciplinas de la administración, ¡intente organizar las vidas de 9 personas, todas viviendo bajo el mismo techo! Si usted desea aprender la psicología, ¡siéntase con 5 hijas mientras discuten los pro y los contra de los hombres que han conocido! Si usted desea aprender el poder de la espiritualidad, ¡confronte una hija de 12 años que se planta delante de usted y le dice ‘NO’! ¿Qué poder tiene usted sobre su corazón? Usted tiene sólo el poder de la oración y la fe, porque sólo Dios puede cambiar un corazón. ¿Quiere usted un reto intelectual? ¡Trate de explicar la energía atómica a un niño de 4 años! ¿Quiere aprender de linguística, o de educación especial? ¡Trate de enseñar tanto el francés como el inglés a una hija de 2 años que es totalmente sorda! ¿Desea desarrollar las características de la misericordia, la paciencia y la sabiduría? Entonces cállese y escuche el dolor y las luchas de su marido cuando decide cambiar su trabajo. ¿Desea amigos cercanos? Busque 4 mujeres que le aman y ore con ellas todos los lunes durante 2 horas.

Cuando yo olvido estos logros, o cuando ya no me bastan para mantenerme feliz con haber escogido mi vocación, trato de imaginarme en el día de juicio ante el trono de Cristo donde todos compareceremos «para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» ( 2 Corintios 5:10). En ese día, por la misericordia de Jesucristo, tendré el sumo gozo de oír a mi Salvador decirme personalmente:

Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí … De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:34-36, 40)

No estoy siempre segura de lo que significa ser una mujer. He luchado con mis propias expectativas, las de mi esposo, y la sociedad que me rodea. He buscado en las escrituras, que me dicen que la santidad es más importante que la belleza física, pero que también dan a entender que mi cuerpo femenino y su poder seductor debe ser un regalo hermoso en la relación con mi esposo. Como otras mujeres lucho con estas cosas. Y mi esposo lucha por amar mi cuerpo en particular, en lugar de anhelar un ‘cuadro perfecto’, o el cuerpo de otra mujer. Ambos pedimos que Dios impulse nuestro romance con la conclusión sencilla que yo soy muy femenina porque soy mujer, creada a la imagen de Dios. Y yo debo evitar la tentación de imponer sobre mi esposo algún ideal de lo que significa ser ‘varonil’. Al contrario, yo debo escoger amar al hombre que es mi esposo, y dejar al Espíritu de Dios la obra de conformarlo a su imagen. No es el trabajo de mi esposo conformarme a mi a su imagen, ni tampoco es mi trabajo conformarlo a Él a mi imagen. Es el trabajo del Espíritu Santo conformanos a los dos – hombre y mujer – a la imagen de Cristo.

Una relación de pacto con Dios

Diseñados para reflejar la imagen de Dios

Mi primer deber como mujer es a mi Esposo celestial, Él que redimió la Iglesia. Si yo avanzo en mi entendimiento de Dios, llegaré a ser más y más femenina. Yo soy una imagen de Dios, una mujer hecha a la imagen de Dios. «Varón y hembra los creó». Así que, entre más me conformo a la imagen de Cristo, me conformaré más y más a la imagen femenina de Dios que soy. Con esto no quiero decir que yo me imagino a Cristo como algún ser sin forma. No, Jesucristo como Dios encarnado fue un ser humano hombre. Sin embargo, como Salvador, Jesús entendió tanto la sumisión y la autoridad, y por lo tanto puede identificarse con mis luchas de mujer.

Diseñados para reflejar a Cristo

Yo fui diseñada como mujer. Parte de este diseño es someterme a mi esposo. En la lucha contra mi deseo pecaminoso por la autonomía yo miro a Cristo. Jesús es mi ejemplo de sumisión voluntaria. Él fue a la cruz por amor. Nunca se me ha ocurrido considerar a Jesús un debilucho porque fue a la cruz, porque se sometió a la voluntad de su Padre. Si alguna vez ha habido una situación injusta, un hombre que sufre infinitamente por lo que no parece ser una buena razón – fue en el caso de Jesucristo. Los teólogos feministas se burlan de la cruz, negando su necesidad de ‘gente que se cuelgan de cruces, con chorros de sangre y esas cosas extrañas». Ellos llaman la crucifixión lo último en el abuso de los niños. Pero – Jesús voluntariamente dio su vida por nosotros. Esto no es abuso del niño. No había otra forma para que obrar nuestra salvación sino caminar esas horas oscuras de soledad absoluta, de abandono absoluto. Lo hizo por amor a mi, y por amor de su Padre.

Yo puedo identificarme con Cristo. Cuando los dolores de parto son demasiados para soportar, una mujer piensa en el gozo por delante, y enfrenta los dolores con más ganas, porque traerán vida, y paz, y un nuevo comienzo. «¡Consumado es!» Y emerge una nueva vida, un nuevo comienzo. Consumado es, sin embargo, a penas está comenzando, esta aventura de una nueva persona.

Pero el rol de una mujer no es sólo la sumisión. Ella es llamada muchas veces a ejercer la autoridad – sobre sus hijos, sobre la clase a su cargo, o en su trabajo. En estas áreas una mujer debe apoyarse en la humildad y poder de Cristo para ejercer su autoridad de manera firme pero compasiva.

En pacto con su esposo

Reunir todas las cosas bajo una Cabeza

La biblia nos enseña que Cristo es Cabeza de la iglesia, y que nuestra tarea es «reunir todas las cosas bajo una Cabeza, esto es, bajo Cristo». Yo imagino todo esto como una sombrilla muy grande, con la punta arriba la soberanía de Cristo. Bajo la protección de la sombrilla grande, me imagino una familia pequeña sentada bajo otra sombrilla más pequeña. El padre debe ser la cabeza del hogar, ocupando un papel de autoridad sobre su esposa e hijos (recordemos que ya dijimos que tener autoridad sobre ellos no implica superioridad de esencia, sino un papel que le es dado). La tarea de la esposa cristiana es «reunir todas las cosas bajo una cabeza», la de su esposo. No en términos absolutos, por supuesto. Pero en tanto que ella reúne las experiencias y las relaciones de su familia en sumisión a su marido, haciendo del hogar un lugar ordenado, seguro, pacífico – ella reúne todas las cosas bajo el señorío de su esposo y por tanto bajo Cristo. Los esfuerzos de una mujer cristiana por reunir todas las cosas bajo el liderazgo de su esposo es una forma pequeña de los esfuerzos de la Iglesia por reunir todas las cosas bajo una Cabeza, Cristo.

Dar y recibir honor

La descripción bíblica de la pareja es muy rica. La mujer acepta el señorío de su esposo dentro del marco que Dios describe. Pero la mujer también recibe honor de parte de su esposo. 1 Corintios describe un círculo inter-dependiente. Cristo es la cabeza del hombre, y el hombre es la imagen y gloria de Dios. ¡No hay que avergonzarse de eso! De igual manera las mujeres no deben avergonzarse de que «la mujer es la gloria del hombre». La mujer fue creada para el hombre, dice Pablo, y salió del hombre. ¡Parece muy machista hasta aquí! Aunque realmente no es machista. Porque Pablo continúa diciendo, unos versículos después «Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios» (1 Corintios 11:11-12).

Una mujer no tiene que pensar que es humillante asumir un rol de apoyar, de animar y de ayudar a su esposo. Todo el tiempo que ella honra a Cristo en esta manera, ella está honrando a su marido, quien honra a Cristo, quien honra al Padre. A la vez, Dios Padre exalta a Cristo, y lo honra. De igual manera el esposo cristiano exalta a su esposa y la honra. Proverbios 31 dice,

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; Mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, Y alábenla en las puertas sus hechos (Proverbios 31:28-31).

A pesar del deseo por honra inmediata que a veces me tienta, yo sé que la meta que yo persigo tiene un valor mucho más duradero. Es posible que aún intentaré escribir otro libro, pero yo considero que los corazones de mis hijos y mi esposo son libros de valor eterno. Y yo sé que el territorio de mi hogar pertenece a Cristo. Yo soy libre – aún más, me veo comprometida – para usar este hogar para su honor. Al decidir no perseguir una carrera fuera del hogar, ahora soy libre para escuchar la voz de muchos que necesitan compasión, un consejo, una cama o un comida.

Uno mi voz con la de John Piper, quien ruega a las mujeres cristianas:

Por favor no piensen que un trabajo secular es un reto mayor o mejor uso de su tiempo o vida que las oportunidades sin número de servir y testificar en su hogar, el vecindario, la comunidad, la iglesia y el mundo. No se hagan la pregunta, ‘¿carrera o ama de casa?’ sino, ‘¿carrera de trabajar todos los días o la libertad para el ministerio?’ Tomen en serio la pregunta, ‘¿cuál sería mejor – trabajar para alguien para hacer prosperar su negocio, o ser instrumento de Dios con el tiempo suficiente para soñar acerca de cómo puede prosperar su hogar, para que con su creatividad pueda hacer prosperar el reino de Dios?’ Las desafío a tomar decisiones basadas no en las presiones seculares de consumir más y más, sino en lo que fortalecerá más la fe de su familia y lo que avanzará el reino de Dios.

Una hermana cristiana

Una mujer cristiana no es un eco de su marido, tampoco debe sentarse tranquila si su esposo comienza el camino a la autodestrucción. Ella debe llamarlo con valentía a la obediencia. Este llamado de una esposa tiene una fuerza sin par si se ofrece con humildad, de manera tranquila, sin juzgar, y cuando su propia vida da testimonio claro del amor que ella espera de Él. Cuando una mujer habla en paz, con amor, descubriendo el pecado pero cubriéndolo con el perdón, ella llega a ser una forma de la presencia de Dios en la vida de su marido. Ahora, algunos hombres no responden positivamente a este trato, porque el pecado no puede soportar una mujer que mira el mal y sigue amando. Pero a veces un hombre se quebranta bajo la presión de tal manifestación de santidad. Pedro ofrece el consejo a las mujeres cristianas que están casadas con hombres no-creyentes: «Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa» (1 Pedro 3:1-2). Cuando Dios le da la fuerza a las mujeres para vivir de esta manera, los corazones de los hombres serán ganados.

Fe

Una mujer cristiana ejerce su fe cuando se somete a un hombre pecador. Juan Calvino argumenta que cuando los cristianos se someten a la autoridad de sus pastores humanos, los cristianos muestran al mundo el poder de la fe. ¡Que tremendo el hecho de que los hombres y mujeres llegan a ser más santos por medio de someterse a líderes pecaminosos! No quiero decir que nosotros debemos seguir el pecado y la desobediencia. Pero sabemos que todo líder en la Iglesia, sea pastor, anciano o el esposo en su hogar – todos son pecadores. No nos sometemos a ellos por algún respeto natural que les tengamos, sino es parte de nuestra fe en Cristo la razón de nuestra sumisión.

En relación de pacto con sus hijos

Una mujer cristiana instruye y disciplina a sus hijos

La relación de obediencia fiel bajo su pacto con Dios, y el pacto subordinado con su esposo – ambos proveen la estructura y fundamento para que la mujer cristiana se relacione con sus hijos. De nuevo, la meta final es «reunir todas las cosas bajo una Cabeza, Cristo Jesús». Si la mujer recuerda esta meta en todo tiempo, podrá tomar decisiones que son buenas y correctas con relación a sus hijos. Esto le da una base objetiva sobre la cual puede fundamentar la instrucción moral y las reglas del hogar. También le da una fortaleza de Dios para que ella no tenga que depender del amor de sus hijos para su identidad. Esto la refrenará de «derribar su propia casa» (Proverbios 14:1), como es la tendencia de la mujer necia. Lejos de minar el respeto que sus hijos tienen por su padre de manera irresponsable, ella hará todo dentro de su poder para fortalecerlo.

La mujer cristiana no tiene que sentirse a la defensiva cuando algunos la critican diciendo que «la pisotean». Para empezar, ella como cristiana acepta el rol de poner su vida por otros. Ella tiene la libertad de poner a un lado sus ‘derechos’, su orgullo, su ego, el deseo de tener la razón o de recibir reconocimiento. Desafortunadamente el mensaje que las mujeres reciben hoy es que son medio locas si deciden seguir un camino de sacrificio. Como mujer cristiana, yo quiero afirmar aquí y ahora ¡mi derecho dado por Dios de negarme a mí misma!

Una mujer cristiana recibe honor y amor de sus hijos y su esposo

Toda esposa y madre que se entrega a su vocación sabe que las recompensas por su sacrificio son muchas. Los hijos y los esposos mismos a menudo son inspirados por el ejemplo de la madre y la esposa. Su gratitud es real, y sus alabanzas genuinas. Aún los hijos rebeldes admiten en secreto (¡y a veces abiertamente) su aprecio por una madre que no los abandonó en sus agonías y sufrimientos. Los esposos se sienten honrados cuando su mujer los respeta – aun cuando han sido desleales de alguna forma. Y por supuesto, como ya mencioné, el honor más alto para la mujer cristiana es ser recibida y encomendada por Cristo mismo, cuyo sacrificio no conoció límite alguno.

En relación de pacto con la Iglesia

La mujer cristiana tiene la libertad de usar todos sus dones

Maestra, consejera, coordinadora de actividades, chef, jardinera, decoradora de casas, pintora, escritora, consejera financiera, entrenador de deportes, guía espiritual – todo esto ¡y el cielo también! Aunque ser madre tiempo completo es duro, la mujer cristiana que se dedica a su marido, sus hijos y a su iglesia, tiene muchas ocasiones de servir. Siempre debe recordar que todas las actividades deben servir la meta última: reunir todas las cosas bajo nuestra Cabeza, Cristo. La satisfacción más alta de una mujer cristiana es ver a su esposo, y sus hijos y sus amigos dedicarse a la honra y gloria de Cristo.

Mujeres solteras

Me he dirigido principalmente a las mujeres casadas. Dios nos ha colocado en familias, y el matrimonio es la estructura normativa. No debe ser la excepción, sino la norma.

Sin embargo, no todos se casan, y Dios llama a algunos a una vida soltera. La mujer soltera sigue siendo mujer. Y ella usará sus instintos maternales para ayudar con los hijos de otros, o de las mujeres más jóvenes. Ella llevará honra a los líderes hombres de su iglesia y su comunidad. Ella trabajará por formar un hogar que honre a Cristo por servir a los pobres, y a los débiles. Ella obedecerá el mandato de Dios al traer a muchos al banquete con Cristo, y su casa puede servir esta meta. Esta mujer puede crear una familia cristiana en su iglesia, y puede encontrar estructuras de autoridad que le permitan aconsejar dentro de esta familia mayor. En la familia cristiana nadie es autónomo, todos nos necesitamos unos a otros.

Las bodas del Cordero

El matrimonio – la imagen que Dios usa para describir su comunión con sus criaturas

Jesús enseñó que en el cielo no habrá matrimonio. Yo no creo que esto quiere decir que las distinciones entre hombre y mujer serán borradas, porque estas estructuras creadas reflejan la misma naturaleza de Dios y probablemente no serán borradas. Sin embargo, el matrimonio humano no es el patrón último para la intimidad , fidelidad, amor personal y productividad. La relación que mejor refleja estas cualidades se encuentra dentro de la Trinidad misma, y por extensión, entre Cristo y su Iglesia. Como un novio entusiasta y responsable, Jesús ha ido adelante para alistar su casa para su novia, la Iglesia. Toda la belleza e intimidad del matrimonio es tan sólo una sombra pasajera comparado con la relación amorosa entre Cristo y su Iglesia.

En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan recibe una visión del cielo. En esta visión, una gran multitud clama, «¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado». Y después el ángel le dijo, «Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero» (Apocalipsis 19:6-9). 

Este es el contexto del matrimonio. Este matrimonio final provee el fundamento para todos los matrimonios humanos. Sólo cuando un esposo comprende el alcance del sacrificio de Cristo y el poder de su resurrección podrá hacer lo que le pide Jesús en el matrimonio:

 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne (Efesios 5:24-31).

Sólo cuando una mujer llega a entender que su valor y su identidad no dependen de cómo su esposo la vea, ni tampoco en cómo el mundo alrededor la defina, sino sólo en el amor incondicional de Cristo para con ella, podrá ella tener la fortaleza de someterse voluntariamente y gozosamente a la autoridad de su marido:

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo (Efesios 5:22-24).

La necesidad de humillarnos al recibir el vestido de bodas – Ezequiel 16, Apocalipsis

¿Aplasta a la mujer el cristianismo? Sí, con certeza, al igual que aplasta a todo cristiano. Llegamos a ser esclavos de Cristo. Yo ya no soy dueña de mi propio cuerpo. Yo no soy dueña de mi alma. Nos humilla (mas no es humillante) darnos cuenta que toda nuestra justicia son ‘trapos sucios’ a los ojos de Dios. Es difícil suprimir mi orgullo y admitir que yo no tengo nada que ofrecerle a Dios. Ser cristiano es admitir mi pecado, y arrojarme boca abajo ante un Dios santo para suplicar su perdón. Las teólogas feministas tienen razón. Si vamos a poder destruir las estructuras de matrimonio tal como la biblia las define, entonces debemos destruir el último Patriarca.

En Ezequiel 16 tenemos un relato muy ‘patriarcal’. Una infante niña es desechada al nacer, y se queda en medio de un campo todavía en sus sangres, sin lavar, sin nadie que la ame. Un joven pasa por ahí y se conmueve de compasión. La alza y la lleva para lavarla y cuidarla. Provee todo lo que necesita de ropa y cuidado hasta que ella llega a ser una joven. Un día el hombre pasa para ver cómo está, y es impresionado por su emergente hermosura. Le compra un vestido de bodas y la toma para su esposa.

En esta parábola Dios nos da una figura de su cuidado de nosotros, su pueblo. Pero para muchas personas hoy, esta alegoría sería totalmente ofensiva. ¿Está la mujer totalmente dependiente del cuidado de un hombre? ¿Es ella basura hasta que un hombre pasa para salvarla? ¿Es ella su propiedad de manera que Él puede pasar un día y tomarla para sí? Sin embargo, todo cristiano ha tenido que admitir la realidad de esta historia. Estamos muertos en nuestros pecados, arrojados a la basura en este mundo. Aunque fuimos creados para tener valor, no somos nada ahora por nosotros mismos. Y a nadie le importamos. Nadie nos va a salvar. Pero Jesucristo vino para rescatarnos, lavarnos, y proveer su vestido de justicia para nosotros. El cristiano no es una persona arrogante, sino muy humilde. El cristiano ha admitido que depende totalmente en vida y en muerte de la gracia y la misericordia de un esposo celestial amoroso. Su valor depende de Él. Y su meta es honrarlo a Él. Existimos para llevar honra a su nombre. Todo nuestro amor es para Él. Él nos ha dado su nombre. Nuestra identidad es gravada en las manos de Aquél que murió por nosotros.

Esta humildad ante Cristo, esta identidad en Él, esta obediencia – estas cosas son nuestra alegría, nuestra fuerza, honor, poder, motivación, pasión y éxtasis. Si mi Creador y mi Padre celestial ha declarado ‘buena’ la estructura matrimonial porque refleja aspectos importantes de Él, porque me enseña de mi Salvador, entonces la abrazaré con todo mi corazón, aún cuando mi pecado me invita a rebelarme. Renuncio a la ‘libertad’ que lleva a mi auto-destrucción para asirme de la ‘esclavitud’ que me trae vida y amor. Prefiero aceptar la hermosura que Dios me ofrece:

Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor (Ezequiel 16:14).
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente (Apocalipsis 22:17).

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